Cuando
empiezo a escribir este artículo es Jueves Santo, y
comprenderán que en día tan señaladito no voy a tener el mal
gusto de dedicarlo a un tal Odón, que rima con felón. La
ciudad donde escribo está sosegada y en calma, como corresponde
a la festividad del día. Mujeres de mantillas por las calles y
junto a una muralla mandada construir por Julio César cuando
vino en el Ave (en el Ave, César), soldados del Imperio en
perfecto estado de revista escoltan a Pilatos. Pero todo el
mundo está hora machadianamente mirando con temor al cielo.
Anuncian una Madrugada de frío y agua. Ojalá se equivoque el
tío del pronóstico, y a la hora en que este artículo esté
impreso en los quioscos luzca el sol sobre la sonrisa de
Gioconda a lo divino de la Macarena.
Cuando la Semana Santa de Sevilla se mete en agua, los
teléfonos del Servicio Meteorológico Nacional echan humo.
Todas las cofradías llaman angustiadas para inquirir
pronósticos de las horas inmediatas, para decidir si salen o no
salen. Los únicos que lo tienen claro son los gitanos de la
cofradía del Cristo de la Salud. No sienten la menor angustia
meteorológica. Las Angustias las dejan para la advocación de
su Virgen. Saben que quien manda en la lluvia no es el hombre
del tiempo, sino el creador de los tiempos, su Cristo de la
Salud, ése al que los payos llaman impropia e irreverentemente
Manuel sin causa justificada. Nunca he visto tal sentido del
poder de la deidad que en el sentimiento de los gitanos de la
cofradía en Viernes Santos lluviosos. Hasta el director
territorial del Instituto Nacional de Meteorología lo refirió
hace poco en una conferencia científica copeo lo más
insólito. que le había pasado. En la lluviosa Semana Santa de
1968, llamaron los hermanos del Cristo de los Gitanos a
Meteorología para preguntar el pronóstico. Y cuando el
técnico le dijo que iba a caer la del tigre, el hermano de Los
Gitanos respondió muy serio: "Pues nosotros vamos a salir,
porque si el Señor de Salud se moja es porque El quiere
mojarse..."
No sé si en aquel amanecer de Viernes Santo o en el de otro
año también lluvioso, estaban cayendo canales de letras se
seguiriya cuando el Cristo de los Gitanos llegó a La Campana.
La imagen se estaba poniendo chorreando. Un prioste ordenó que
cubrieran al Cristo con un plástico impermeable. Y fue entonces
cuando un gitano hizo la más profunda declaración teológica
del poder de Dios, la teología meteorológica del Dios gitano
de la lluvia que llora sobre Sevilla:
-- ¿Qué impermeable ni impermeable le vas a poner al
Cristo? ¿No quiere El que llueva? Pues que se jóa...
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