Ea, pues como el filólogo ya ha regresado de sus vacaciones de Navidad, volvamos a las sabatinas de palabras sevillanas en trance de pérdida. Y nos advierte el filólogo que en lo que antes se llamaba "una necrológica" y ahora le dicen "un obituario" leyó el elogio fúnebre de una persona muy querida en su cofradía: "Su muerte --decía-- ha sido una gran pérdida para el barrio y la collación". La collación... ¡qué palabra tan nuestra y, por cierto, tan querida por los que hacen información o pregones de Semana Santa! Aunque, para algunos, como para el redactor de esa necrológica, la collación es algo distinto al barrio. ¿Qué es la collación? Pues de momento, una palabra que se pierde la Real Academia en su Diccionario.
-- ¡Pó peó pá ellos!
Naturalmente. Que se joan. Nuestra sevillana collación es la "colación" del DRAE en su tercera acepción: "Territorio o parte de vecindario que pertenece a cada parroquia en particular". La collación es, pues, la colación, la feligresía, la demarcación de una parroquia, sobre todo las clásicas y antiguas de la copla:
Veinticinco parroquias
tiene Sevilla,
veinticinco campanas
su Giraldilla.
¿Pero por qué el sevillano dice "collación" y no "colación", como la Academia? Pues porque aquí conservamos la forma arcaizante de la palabra. No por rancidez, sino para mayor precisión. Si dices "collación" no hay confusión posible: te refieres a la collación de San Vicente o a la del Sagrario. Pero si dices "colación", ahí viene el lío... Puedes referirte en términos antiguos a la recomendable breve comida de la noche, ya que de grandes cenas están las sepulturas llenas. El catecismo de Ripalda nos hablaba de la "parca colación" de la noche en tiempo de ayuno. Pero la colación es también el acto solemne para conferir un grado universitario: "Colación del doctorado en la Hispalense". O es referir algo: "Me alegra que traiga usted a colación estas reflexiones sobre la collación". Un lío.
¿Qué pasa? Pues que un hablante madrileño, cuando oye "la colación de San Ginés" no sabe si es la feligresía de la parroquia de tal nombre o la parca cena que tomaba el santo al que los mismos tíos, en los telediarios, confunden lamentablemente con la villa aljarafeña de Gines. El habla sevillana es tan sabia que hace distinciones que los demás ni huelen. Y del mismo modo que por cuestiones de seseo decimos "acerado" para que "acera" no se confunda con "cera" y "cacería" para que "caza" no se confunda con "casa", decimos "collación" de una parroquia para distinguirla de la "colación" de cenar poquito o de doctorar a un licenciado. Así que cuando usted hable de la collación de San Gil o de la collación de San Nicolás, sepa que está conservando un tesoro de nuestra lengua del que los académicos, en plan Conchita Velasco, no quieren enterar, yé, yé.
Y a colación sí que traigo ahora estas palabras en trance de pérdida, que nos han enviado diversos lectores:
Emberrechinarse: Mosquearse, enfurecerse, ponerse hecho un basilisco: "No me hables, que vengo emberrechinao..."
Material: Piel. Cuero. En Sevilla compramos "una correa de material" y no "un cinturón de piel". Y los zapatos buenos tienen "suela de material".
Trailleva: Es la versión sevillana del correveidile: "Tu amigo Juan José está hecho un trailleva bueno, ¡qué tío más cotilla!".
Postiguillo: Contraventana: "Con las persianas mecánicas ya no hacen falta postiguillos para poner oscurita la salita y pegarse el butacazo de la siesta".
Papeleta: Y ya que comenzamos con las necrológicas, terminemos también en plan "La Nueva, servicio permanente, Conde de Barajas, 1". En Sevilla "papeleta" es la esquela mortuoria: "Como su familia no puso papeleta en el ABC, no me he enterado hasta ahora de la muerte de tu amiga Concha..."
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