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Antonio Burgos: Jazminez en el ojal

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¿Por qué te vistes de negro?

ERAN EN UN EMBARCADERO del aeropuerto de Milán. No, no se me ha ido el santo al cielo: no es que haya confundido un embarcadero del muelle de mi Cádiz, el muelle del vapor del Puerto mismo, con el aeropuerto milanés. Le llamo embarcadero, palabra española donde las haya, a lo que otros designan con una horrenda voz inglesa: finger, que siempre me suena a James Bond. Si el finger es la mangada por donde nos embarcan en manada en el avión, ¿no es acaso un embarcadero? Embarcadero, además, entronca directamente con la raíz marinera de la voz "aeropuerto". Lo que hay de portuario en esta voz se ve en el adjetivo que usan los dirigentes de AENA cada vez que dan una rueda de prensa sobre los problemas o las mejoras de Barajas: aeroportuario.

Así que estaba en el embarcadero de Linate, esperando que nos llamaran a la puerta donde se entregan las tarjetas y se mete uno solito en la mangada, y me fijé que la única chaqueta de color marrón era la mía. Una chaqueta de lana inglesa, Harris Tweed, por cierto, magnífica, que causa la admiración y la envidia de los amigos que gustan de la ropa británica. Pero que allí, en el Milán de los ejecutivos de Linate, era mucho más inadecuada que la corbata de Carrascal para dar un pésame. Todos los ejecutivos, los comerciales, los directivos, los consejeros que se disponían a tomar el avión hacia Barcelona, bien fueran italianos, bien catalanes, parecían uniformados, como zagalones repetidores de un colegio. Todos vestían de negro. De negro más o menos riguroso, pero bastante oscuro. El gris marengo, para los ejecutivos de Linate, era como el traje blanco del Gran Gatsby, aproximadamente, de oscuritos que iban todos. Traje negro y, por descontado, camisa negra, o jersey de cuello alto de color negro. Y el que llevaba corbata era como si no loa llevase, porque era una corbata negra sobre una camisa negra en un traje negro.

Con lo sucio que es el negro... Lo que más me admira de esta moda a los Felipe IV de los ejecutivos, siempre de negro hasta los pies vestidos en verso de Manuel Machado, es lo limpios y aseados que van. No hay nada más difícil de mantener limpio que un traje negro. Lo supe desde el colegio de los jesuitas. La pulcritud de los padres o de los maestrillos se veía en la negrura de su sotana. El elegantísimo Padre Ortiz, mi profesor de Literatura, llevaba la sotana siempre perfectamente negra. En cambio, la pechera del profesor de Griego, el vascongado Padre Xavier Uriarte, era un catálogo de manchas del rapé que usaba, aspirándolo convulsivamente de una dieciochesca cajita de plata. La pechera de la sotana de Ortiz era negrísimamente impoluta; la de Uriarte, una guarrería de polvos de rapé, de restos del moco los estornudos que el polvo le provocaba, asco me da recordarlo...

Los ejecutivos del aeropuerto de Milán iban todos como el Padre Ortiz, ninguno como el Padre Uriarte. No es que ninguno aspirase rapé (moda que al paso que vamos algún día volverá), sino que no he visto trajes negros más negros, sin una mota de polvo.

-- Y sin caspa en el cuello...

Por descontado. Los ejecutivos no tienen caspa, no se manchan, no tienen en sus impolutos trajes ni ese brillo traicionero de las coderas de la ropa negra, que se va poniendo color ala de mosca hasta hacerse morena como el azúcar cande. Y eso que muchos de ellos probablemente llevaban el traje puesto desde las 6 de la mañana. Porque ésta es otra, el negro desde el alba. En el Hotel Palace de Madrid me encontré la otra mañana, bien temprano, antes de las 8, con los participantes en la clásica convención de ventas. Todos estaban perfectamente vestidos de negro a esa hora de misa de infantes. Otra vez me sentí como gallina en corral ajeno, y mira que es buena mi chaqueta Harris Tweed... Mi hijo Fernando, profesor de Arquitectura en el Tecnológico Federal de Zurich, usa negros los zapatos, los calcetines, los pantalones. Por descontado que la chaqueta. Así sale de su casa cuando no ha amanecido, camino de la Escuela. Porque así visten los arquitectos, los diseñadores, los críticos de Arte, los profesores de Humanidades, los ingenieros telecos. El traje negro es como el uniforme del cuerpo al que pertenecen, la Indumentaria Nasdaq.

Por la vía de la modernidad, regresamos a la España más clásica, en la que los viajeros románticos se sorprendían del negro atuendo de la gente. Por la vía de la modernidad, está completamente actual la sentencia que proclamaban los Hermanos Toronjo en una sevillana del Alosno huelvano:

Tú no tienes traje negro
tú no vas a ninguna parte,
yo te voy a comprar uno
pá que vayas a todas partes...

Hablando de coplas, Doña Concha Piquer quedaría completamente fuera de contexto, que le dicen. Nada más fuera de cacho que la pregunta que hacía, en el verso inolvidable de Rafael de León:

¿Por qué te vistes de negro,
ay, por qué,
si no te ha muerto nadie?

En el aeropuerto de Linate, en el vestíbulo del Hotel Palace de Madrid, la Piquer hubiera tenido la respuesta que ahora le doy a su copla.. ¿Pues por qué va a ser, Doña Concha? ¿Usted no ve que este muchacho es Proyect Manager de una multinacional multimedia y ha de vestir con el uniforme del Cuerpo Nasdaq al que pertenece?

 

(Publicado el domingo 7 de mayo del 2000)


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