ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla,  25 de noviembre de 2014                 
                                
 
Ciudad de las Tostadas

 

He decidido no ser menos que don Gregorio Serrano, el concejal multiusos. Piense usted una delegación municipal, la que sea, y tiene el 83,27% de probabilidades de que su baranda sea Serrano: desde el Turismo a la Economía, pasando por las Fiestas Mayores. Denominación que a los antiguos alumnos de los jesuitas nos suena fatal: a "lugares mayores" y "lugares menores", que era como en el ignaciano lenguaje de la Compañía llamábase a la defecación y a la micción.

Y no quiero ser menos que el señor Serrano, verdadero padrino de Sevilla, pues mirando al tendido del turismo cada día la saca de pila con un nombre nuevo: que si Ciudad de Congresos, que si Ciudad del Flamenco, que si Ciudad del Toreo, que si Ciudad del Cine, que si Ciudad de Bodas, que si Ciudad de Emprendedores, que si Ciudad de Cruceros... Qué sé yo la de nombres que le han puesto. Deben de ser bautizos con pelón los que hace el rumboso padrino, pues suelen decir las fuentes municipales (o sea, la de los Meones y la de la Pasarela) que después de cada uno de estos inventos le entra a Sevilla por las puertas una millonada. De lo que me alegro una jartá, don Gregorio: aquí de aguafiestas de Fiestas Mayores, ni mijita.

Mi invento es llamar a Sevilla "la Ciudad de las Tostadas", más llamativo y mejor lema que "la Ciudad de Desayunar en la Calle". No creo que haya en todo el orbe católico una ciudad donde tanta gente desayune en la calle tantas cosas tan distintas y raras. ¿La Sevilla de las Tapas? La Sevilla de las Tapas es de sota, caballo y rey...

-- ¿Y no dice usted nada de la sota?

-- ¿Qué sota?

-- Sí, eso de que viendo la Procesión de la Espada, con el alcalde portando la Lobera de San Fernando con esa especie de toquilla de marujona abrigadita que le pusieron los calonges por los hombros, dijo uno de Cádiz que andaba por allí: "Me encanta la nueva sota de espadas de Heraclio Fournier".

La Sevilla de las Tapas, decía antes de la guasa fernandina, es elementalísima y nada imaginativa al lado de la Sevilla de las Tostadas. Ahí es donde hemos echado toda la fantasía. En cualquier ciudad del mundo, si usted desayuna en la calle y pide una tostada, le preguntan si con mantequilla o con mermelada... Una ordinariez y una falta de imaginación de esos pueblos bárbaros del Norte que, además, no conocen más que el pan de molde, el bimbazo de Bimbo, y se pierden los prodigios de Alcalá y de Antequera, ora el mollete blandito como un colchón de Lo Mónaco, ora el viena calentito. Una tostada con mantequilla o con mermelada en esta Sevilla que le gusta tanto desayunar en la calle es una esaborición y casi una herejía. Lo más clásico, en todo caso, es la tostá con aceite. Que admite sus variedades: con ajo o sin ajo; o incluso aquella infantil y nostálgica del agujero en el bollo, el chorreón generoso de aceite y su relleno con azúcar hasta completar aforo. Hasta el clásico pan con aceite se le ha quedado corto a la Ciudad de las Tostadas. Las variedades de tostadas del desayuno son casi tan extensas como las de tapas: con jamón, con pringá, con carne mechada, con foagrás, con manteca, con mantequilla. ¡Hasta con melva canutera los hay que desayunan! Y cada una de estas formas tiene, a su vez, más variantes que una quiniela con el Barsa perdiendo en casa. Si usted pide una tostada de jamón puede ser serrano o de York; y con aceite o sin aceite; y con tomate o sin tomate; y el tomate, en rodajas o en majaíto. Y si la pide con manteca colorá, puede ser con tropezones o sin tropezones; con zurrapa o sin zurrapa. Tomadas todas estas variantes de dos en dos o tres en tres, yo no sé cómo los camareros del "oído cocina" pueden recodar, y las tostadoras hacer, esas comandas de tres compañeras de trabajo que salen a desayunar a media mañana:

-- Ponme un mollete con jamón, aceite y tomate; una de viena con pringá; y otra más que sea media campesina de abajo con manteca de zurrapa que no tenga muchas especias. Y un cortado en taza, una leche manchada y uno de máquina en vaso...

Hay que saber trigonometría para ser camarero matinal en esta Ciudad de las Tostadas donde habrá crisis, pero que cada día se gasta un dineral en desayunar en la calle.

                     

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