...YCádiz
será más virreinal que nunca, y hablarán por los blancos
cierros de la calle Sacramento los loros de Puerto Rico, la
caoba de Camagüey, las lentas mecedoras dominicanas de
rejilla y suspiro. Que en sus cuatro palos, cruzado el
trinquete, una goleta izará el trapo de sus veinte velas
para que un real mozo, vestido con el mismo azul sereno y
profundo de la mar en invierno, tenga pañuelos con que
decir adiós a una madre que lo despide y a una tierra que
se aleja, arriba los gavieros y juaneteros, los pitos
interpretando la vieja habanera de los
contramaestres,mientras la gente al pie de la jarcia suelta
aparejos como quien está pintando sobre el océano la vieja
marina de un pintor borracho, con apellido inglés, que se
perdió definitivamente con el fino de Chiclana en los
mármoles coloniales de los mostradores de las tiendas los
chicucos de la Montaña.
Y
Cádiz será hoy más virreinal que nunca, y los leones de
Hércules dejarán por un momento la apostura trimilenaria
del escudo, y el pendón morado, al viento de las Puertas de
Tierra no marcará la frontera del viejo mundo de la Itaca
andaluza, sino que sus colores doceañistas de guacamayos y
lechuguinos, de derechos del hombre y españoles justos y
benéficos, ondearán sobre los que fueron puertos del Rey
de España y de las Indias, tan cercanas que con la mano
alcanzarse en la memoria pueden, como si Cartagena fuera
Puerto Real o como si Veracruz fuera Sanlúcar o los guiños
del faro de Chipiona.
Andalucía
puede, de siglo en siglo, permitirse estos lujos. El Cádiz
que todavía está esperando que le llegue el último
galeón de la Carrera de Indias despide hoy a la última
goleta de las naves del Rey de España, que a su bordo lleva
un real mozo al que en el muelle despide una madre, a la que
la Tacita trimilenaria le prestará el pañuelo de la cal de
sus tejados. Esto, como comprenderán, no es una noticia.
Andalucía, de siglo en siglo, puede permitirse estos lujos,
que no escribe noticias, sino poemas de Agustín de Foxá,
de José María Pemán. Andalucía puede permitirse estos
lujos, de escribir hoy, en los muelles de Cádiz, entre
cigarreras de la Cuesta de las Calesas y pimpis de los hules
del Achuri, el mejor romance que soñar pudiera Rafael de
León, al que ya a la noche, cuando el cruzado trinquete y
los cuatro palos del "Juan Sebastián Elcano",
sean ya sólo el suspiro de una novia, el faro de San
Sebastián pondrá el sello de plata de su blanco guiño
como quien encierra la carta de amor de un guardia marina en
el palosanto de un secreter que vino de Santiago de Cuba.
Y
quedarán en Cádiz esas catedrales de las Indias
virreinales que la historia dejó por embarcar, que no
había en la carena de los galeones lugar para tanta
belleza, gemelas torres del Carmen en la Alameda, iglesia de
San José que está esperando un obispo escapado de una
sonata americana de Valle Inclán...
Ni
a soñar que se echara Andalucía hubiera podido escribir
una habanera más rica en el piano solterón de las
señoritas de miriñaque de la calle Ancha. Ese Cádiz que
todavía espera el último galeón le dice adiós a la
última goleta. En el muelle, un Rey de España, perfil de
moneda para que los duros antiguos sigan en Cádiz dando que
hablar. En la goleta, un real mozo, rubio de copla, alto de
cuadro de Sotomayor: el que será el Rey de España en el
siglo XXI se va lejos, de embarcado, y su goleta no sale de
esta mar de plata a la que el invierno pone la misma color
serena y profunda de su uniforme de guardia marina, sino que
zarpa de los hondones del siglo XIX Andalucía, de siglo en
siglo, puede permitirse estos lujos, parar el reloj de la
historia y que no haya más tiempo que el dorado reflejo de
la cúpula de la catedral. Cádiz, hoy, con un real mozo que
sale del siglo XIX para hacerse el Rey de España en el
siglo XXI, será más virreinal que nunca y los
miradores serán pañuelos de cal para escribirle el adiós
de una habanera.
Antonio
BURGOS
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Entrevista
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