ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 8 de diciembre de 2014                 
                                
 
El Viejo de Lora

 

La otra mañana me llamó Encarnación y con la misma delicada voz emocionada con que me anunciaba cada año que habían florecido los magnolios de la Base de Tablada, me dijo:

-- Esta tarde sacan al Viejo en Lora...

Llamándose Encarnación, que es Setefilla por lo elegante, no hay que decir de qué Lora se trata. La Lora de don José Montoto, la Lora del poeta Juan Cervera Sanchís, la Lora de Rogelio Reyes, la Lora de El Jeringuero, la Lora de la romería loreña del Niño de la Huerta, la que proclama Gracia Montes cuando se le llena la voz trémula diciendo: "Que yo soy de Lora, de Lora del Río".

Y entre lágrimas, Encarnación me cuenta todo lo que significa que en Lora saquen al Viejo. Comprendo su emoción. Saca Lora del Río al Viejo, al hermano más antiguo de la cofradía de Setefilla, y se saca ella misma, el orgullo loreño, de ser Lora como es, de conservar lo que conserva. Sé que Encarnación me habla ahora entre lágrimas porque con ese Viejo saca Lora todos los recuerdos de su familia, saca su propia infancia, saca la vieja casa, las viejas penas y las antiguas alegrías. Y me va contando Encarnación que Lora saca al Viejo para que pida en nombre de todo el pueblo la venida de la Virgen de Setefilla, que traiga sus gracias en tiempos de tribulación, de epidemia, de sequía. El rito se conserva desde ayer por la mañana, vamos, una tradición inventada: desde el siglo XVI.

Un grupo de loreños se sube a la espadaña de la ermita de Santa Ana, en la Roda Arriba y tocan la campana. Una campana que nada más que suena para eso, para convocar al pueblo a Concejo abierto, "para pedir la Virgen". Los toques de la campana setefillana se contestan de inmediato con algunas salvas. Se congrega el pueblo y aprueba el deseo con un "¡Viva María Santísima!". Y se busca al Viejo: al hermano más antiguo de la Hermandad. Y lo sientan en un sillón y le ponen la medalla de la hermandad y el pañuelo a la bandeolera de la romería, y es izado pontificalmente. Vaticanamente. El Papa ya no va en silla gestatoria. El se lo pierde. Pero el Viejo de Setefilla sí que va en sillón gestatorio, a hombros, como un torero al que sacan por la puerta grande de la voluntad popular. Así lo llevan en triunfo con aclamaciones y aplausos a la parroquia de la Asunción y a la casa del hermano mayor, para formalizar la petición de que venga la Virgen desde Setefilla. Y ante esos destinos rituales de la parroquia y del hermano mayor, el viejo pronuncia la frase de siglos: "En nombre del pueblo pido que se acuerde la Venida de la Virgen". Y al oírla, entre lágrimas como las de Encarnación ahora que me va contando el rito, el pueblo, aprobando la petición por aclamación, grita: "¡Viva María Santísima!".

La petición está hecha. Se reunirá el Concejo. La Virgen vendrá. Sonarán los hermosísimos versos populares y antiguos de las rogativas, que me hacen comprender por qué Encarnación llora emocionada cuando me cuenta estos admirables ritos loreños, como el de los Gremios. Y digo admirables porque cuando el mundo se está convirtiendo no ya en una efebocracia, sino en una niñatocracia (y ahí tienen al Pequeño Errejón), Lora del Río valora la respetable autoridad que la experiencia y los años dan a la ancianidad. En vez de mandar al viejo a la residencia para que no dé el coñazo ("verá usted lo bien que va a estar allí, abuelo"), Lora lo convierte en símbolo de la voluntad de pueblo y lo alza a hombros en su trono. En esta España donde estamos perdiendo la flor y los frutos de la sabiduría y la experiencia con las jubilaciones obligatorias, Lora nunca jubila a su Viejo de la Virgen, sino que, ya ven: lo sientan en un sillón, lo coronan con el pañuelo setefillero, le imponen la medalla de la devoción común y lo convierten en portavoz de la voluntad popular, llevándolo donde haya que llevarlo para que esa petición se cumpla. No le vendría mal a España aprender un poquito de la gerontocracia loreña frente a la efebocracia de estos partidos de una partida de niñatos que dicen que van a arreglar el mundo. Cuando la que lo arregla siempre es la Pura y Limpia de Setefilla cuando viene a Lora...

 

                     

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