ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla , 26 de diciembre de 2014                 
                                
 
Romance de los carritos en la bulla

 

Ahora que en Belén, señores, el Niño Dios ya ha nacido y que los campanilleros le cantaron a ese Niño, Bormujos y Castilleja con sus viejos villancicos cuando en el "mapping" de Zoido el agua brotaba a ríos, que paga hogaño Emasesa, cuyo baranda es mi primo, por nombre tiene Jesús, Maza Burgos de apellidos... Ahora que ya, señores, como digo y como explico ha pasado Nochebuena y rodeados de beduinos, viene el Heraldo Real y luego los Reyes mismos subidos en sus carrozas, de Oriente recién venidos para traer los juguetes que los niños han pedido y recorriendo Sevilla a caramelazo limpio, que te pegan en un ojo con uno de malvavisco y te dejan aviado e igual que Pardal de Bizco...

Ahora, pues, es el momento del romance que recito. Va dedicado a esas madres a quienes importa un pito que haya en Sevilla una bulla de padre y muy señor mío, de pisotón y empujones, de rateros paraíso afanando monederos en los bolsos distraídos. A estas madres hispalenses que estos versos les dedico un rábano les importa que Sevilla sea el delirio de bullas por nuestras calles, lo que es en las fiestas típico. Ellas cogen su retoño, lo montan en su carrito y se echan a la calle con un espíritu olímpico bien dispuestas a ganar los cinco mil metros lisos en serpenteo de bullas, por delante el cochecito, niño con cara de espanto con el ruido y bullicio, pero la madre, impasible, con el infantil vehículo va golpeando a cada paso cuatrocientos mil tobillos. Y al que se atreve a quejarse, que las estrellas ha visto con el golpe que le dieron con las ruedas o el estribo, en vez de pedir disculpas ("Perdón, lo siento muchísimo"), va la tía y se encampana y dice en plan farruquito: "¿Pero no has visto, joé, que voy con el cochecito? ¿Por qué te pones delante del coche de un niño chico?".

Hasta ahora esto, señores, era algo privativo de días de cofradías, días de pasos de Cristo; cuando los de esparto y ruán al cuadril llevan los cirios y en las de barrio y de capa Salteras se monta un lío. El cochecito en la bulla de madres con sus chiquillos era tan cofradiero como comprar calentitos en ese puesto de Ángela junto al Arco del Postigo cuando vuelve la Esperanza camino del Baratillo. Porque les juro, señores, que sin sus buenos carritos, terror de bulla cofrade, amenaza de tobillos, ni el Jueves Santo es tan Santo ni el de Ramos es tal Domingo. Historias de no dormir del carrito han referido en la bulla de La Alfalfa cuando pasa San Benito o por la Plaza del Duque cuando entran Los Negritos...

Pero es que ahora, señores, con este alcalde ha ocurrido que hay bullas sin cofradías y sin palios encendidos; sin nazarenos, sin pasos; aunque, eso sí, con rabinos, que son sátiros de bulla, depravados y salidos. Porque Juan Ignacio Zoido ha años que ha conseguido la Bulla de Navidad: la Plaza de San Francisco empetada hasta la corcha, orgullo del municipio, para el "mapping" navideño que ya no paga Pulido. A la bulla navideña se ha demostrado y se ha visto no le falta un peregil y ya tiene hasta carritos. Si no estuviera imputado y no hubiera dimitido, ¿que diría de este bulla el comunista Torrijos, que por ateo y por laico nos hablaba del Solsticio mientras se ponía púo, mientras se ponía tibio, de langostas y cigalas, de gambas y langostinos en viajes oficiales...pero a Mariscos Emilio? "Bulla Solsticial de Invierno", quizá nos diría el ínclito. Pero lo niego, señores, porque creo en Jesucristo y sé que toda esta fiesta es porque El ha nacido y que será el Gran Poder cuando esté ya crecidito. Cada vez que en una bulla una madre de carrito me ha pegado en estos días en todo, todo el tobillo y yo he visto las estrellas, ¿pues saben qué es lo que he visto? Aquella Estrella de Oriente, aquel resplandor mirífico que a aquellos tres Reyes Magos llevó hasta el Niño Divino. Y mientras veo esa Estrella mi pie no está dolorido, pues pienso que en estos días, en Belén, hace dos siglos, hubo una Madre que fue y colocó en su carrito a un Niño que era una gloria, porque vino a redimirnos. Y pegando carritazos y desollando tobillos, por densas bullas pasó: Nilo se llamaba el río; sin puente y sin Esperanza, que era un río saborío. Y atravesando esas bullas a golpe de cochecito lo salvó que lo matara Herodes, que era malísimo. Porque la Virgen María, con Jesús recién parido, inventó por Navidad de las bullas el carrito en aquel lance que nombran como de la Huida a Egipto.

 

                     

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