ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC, 18 de enero de 2015                 
                                
 
Papa Tango

 

Deletrear palabras para aprender ortografía no forma parte de la tradición docente española. Es algo inequívocamente americano, como el vaquero de Marlboro. En España los chavales se hartan de poner faltas de ortografía sin necesidad de deletreo alguno: basta con los planes de enseñanza. Y cuando deletreamos las palabras raras, lo hacemos muy malamente. O cantamos la gallina. Verbigracia: servidor vive en una calle con nombre extrañito, que empieza por B. Y cuando se lo tengo que deletrear a alguien que quiere mandarme una carta (o un jamón por Navidad, que también se admite), por cómo digo la B inicial muestro mis preferencias verderonas. Siempre digo "B de Betis"; no hay Guardia Civil suficiente para obligarme a decir "B de Barcelona", y eso que las capitales de provincias dan mucho avío para el deletreo español: H de Huelva, C de Cuenca, P de Pontevedra...

Existe, empero, un código internacional de deletreo que puedes, por ejemplo, usar para darle tu dirección a un escocés que te quiera mandar por las Pascuas una caja de güisqui sin que haya el menor riesgo de que la manden a otra calle y se la quede alguien. Es el código de los radiofonistas, de los aviadores, de los militares, de las fuerzas de seguridad. Reglamenta qué palabra debes decir para indicar una letra, en una tabla que se entiende en todo el mundo y en todas las lenguas. La A es Alfa; la B, Bravo; la C, Charlie; la D, Delta... Y así hasta la Y, que es Yanki, y la Z, que es Zulú.

Y en este código donde digo que la matrícula de mi coche es Bravo Whisky Charlie (el tío del taller no me entiende) y donde en las películas americanas de la guerra del Vietnam los malos siempre copan a la Compañía Charlie (que es la Compañía C), acabo de descubrir dos premoniciones, como dos predestinaciones: la P y la T. La P es Papa, lo que me recuerda aquel golpe de Marujita Díaz:

-- ¿Papa? De papas aliñás me comía yo ahora mismito un lebrillo así de grande...

La P es Papa y la T es Tango. De donde deduzco que en ese código internacional del deletreo (donde en el Ejército del Aire el Rey es "Sierra Mike", por las iniciales de su tratamiento, de S.M.), ya estaba previsto que el cardenal Bergoglio fuese elegido Papa con el nombre de Francisco. De otra forma no se entiende que en esa tabla de letras, tras la P de Papa venga la T de Tango. No deletrees por mí, Argentina. Dice mi compadre Alfonso Ussía que cada argentino lleva un Valdano dentro y que al Papa algunas veces le sale. Y así ha sido tras la matanza del "Charlie Hebdo". Matanza, ¿eh? No atentado, ni asalto: eso es una matanza. Como la de la ETA en el Hipercor de Barcelona. Porque la Yijad es como la ETA, pero con turbante en vez de chapela: igual de hojas de ruta son.

Al Papa argentino le ha salido su correspondiente Valdano, pero a mí, ¿qué quieren que les diga?, me ha encantado la incorrección política de la milonga del tango pontificio sobre la honra de la madre de Su Santidad: «Si alguien dice una palabrota sobre mi madre puede esperarse un puñetazo». Óooole. Ya iba siendo hora, hombre, de que alguien se dejara de lo políticamente correcto para defender conceptos tan absolutamente pasados de moda como el amor de hijo y la honra de la madre. El Papa, aparte de Pontífice, es un caballero que como tal le parte la cara a quien ose mentarle a su madre. Calderón de la Barca auténtico. A las palabras del Papa les falta únicamente la música, porque eso es un pedazo de tango. Eso lo dices con un bandoneón de fondo y es puro Discépolo: "A mí puedes tú llamarme/lerdo, vago, hasta ladrón,/mas si largas de mi madre/yo te pego un boooooofetón". Lo malo es que como el ofensor del Papa sea católico practicante, el gachó encima va a tener que poner la otra mejilla. Y no vean lo que puede doler un segundo botefón pontificio, ya con las distancias bien cogidas. Por menos sacan por Semana Santa el paso de La Bofetá.

                     

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