ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC, 20 de septiembre de 2015                 
                                
 

El hombre que defendía a la Corona

Si en el Congreso de los Diputados hubiera paladar, que me parece que no lo hay, y hubiera amor por las tradiciones de España, que creo que tampoco, alguien habría sacado una vieja canción castellana de quintos y de soldados que vuelven de servir al Rey con el canuto de la licencia absoluta de su coronel. Que tiene que haberla, y que ahora se la canto a un diputado amigo, a Juan Manuel Albendea Pabón: "Ya se van los veteranos,/ya se van, madre, a su casa./Un disgusto que se evitan/estando como está España..." Defendiendo los presupuestos de la Casa del Rey, como ha hecho año tras año, se ha despedido del Congreso el diputado del PP por Sevilla que era, en una sola pieza, el de más edad (78 tacos) y el más veterano. Había otros dos que lo aventajaban en veteranía: Guerra y Benegas. Habiendo pedido la jubilación parlamentaria el primero y fallecido el segundo, Albendea, el muy monárquico y taurino Albendea (que fue bancario del Bilbao antes que diputado en las bancadas del PP) quedaba como el más veterano. Lo que en el cuartel llamábamos "abuelo", por lo que podía gastar más bromas que nadie a los novatos: mandarlos por la máquina de afilar machetes, digo, por el aparato de ensanchar escaños.

Albendea llegó a la política desde el andalucismo, del que ahora Rojas Marcos acaba de firmar la papeleta de defunción, lo acompaño en el sentimiento, porque ahí sí que fui yo veterano desde 1965 hasta que murió Franco. Albendea renunció a puestos importantes del Banco Mundial para dedicarse a su vocación tardía: la política. Paisano de Pepe Solís, o sea, de Cabra, tiene por esa nación cordobesa la sonrisa permanente y la amabilidad armada como una muleta planchada que pone ante la cara de los toros mas difíciles con los que ha tenido que lidiar. Por ejemplo, ante los republicanos confesos o de la secreta cuando en cada debate de las Presupuestos le tocaba bailar con la más guapa para los que creemos en la Institución: con la defensa de la partida para la Casa de Su Majestad el Rey. Presupuesto tras presupuesto, Albendea demostraba que la Monarquía como forma de Estado le cuesta a España literalmente dos reales: en los últimos, 19 céntimos por español. Díganme si nos sale cara la continua Convidá a Patria que significan el Rey constitucional y la Corona.

Digo lo de la muleta planchada porque Albendea, que se va como presidente de la Comisión de Cultura, es un aficionado práctico al que he visto retratado dando muy buenos pases de pecho a una erala. Esos mismos pases de pecho se los ha pegado a los enemigos de la Fiesta, insistiendo en la Tauromaquia como una de las Bellas Artes en los momentos más duros de ataques al Toreo como signo y símbolo de España.

Como el torero que se corta la coleta con unas tijeras de plata, el taurino y monárquico Albendea dijo al terminar su defensa de los presupuestos para le Casa de Su Majestad en 2016: "Me despido tras cinco legislaturas, tres con el Gobierno y dos con la oposición." Se va, pero no se retira. No lo veo sin seguir defendiendo la Monarquía y la Fiesta, o sea, a España, y más en esta hora crítica. De casta le viene al galgo. Le viene por su tío el sevillano Jesús Pabón y Suárez de Urbina, director de la Real Academia de Historia, diputado por la CEDA en la II República, director de "El Correo de Andalucía". Un patriota español por rescatar. Quizá de su tío aprendió a defender la Monarquía, de pantalón corto, cuando los jóvenes monárquicos iban a la estación de Delicias a recibir a un Don Juanito, entonces Príncipe de Asturias, que venía a examinarse al Instituto. Allí, desafiando la dictadura, gritaban aquellos muchachos "¡Viva el Rey!". Albendea, hasta su torerísima retirada, lo ha seguido gritando de la mejor forma: defendiendo año a año el austero presupuesto de la Casa de Su Majestad. Por lo que por cierto ha recibido la Medalla de Oro con que la Monarquía suele premiar a sus leales, como descubrió un día don Pedro Sainz Rodríguez: nada.

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