ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC, 7 de octubre de 2015                 
                                
 

Agravios de avión

Un poner: usted va con los suyos a un restaurante para celebrar una fecha familiar y se encuentra con un viejo amigo en la mesa frontera. Les traen la carta, ordenan la comanda, se la sirven, se lo toman en paz y en gracia de Dios. Todo delicioso. Brindan finalmente por ese santo o ese cumpleaños. Pero, ay, a la hora de traerle la cuenta comprueba usted que el tío del restaurante le ha echado la muleta al hocico, le ha juntado las manos y le ha metido hasta la mismísima bola la estocá de la Feria. Y al cabo de unos días se encuentra por la calle con el amigo de la mesa frontera:

-- ¡Vaya clavada nos metieron en el restaurante donde nos encontramos el otro día! ¿A ti no? ¿Pues no que sólo por los dos solomillos que pedimos mi mujer y yo nos cobraron 420 euros?

Y el amigo te dice, como lo más normal del mundo:-

-- Eso sería que reservaste mesa a última hora. Mira: nosotros, aunque éramos seis, como habíamos reservado en abril del año pasado, nos cobraron solamente 185 euros, incluido vino.

Y otro suponer: usted va al cine. Naturalmente que no a una película española: ésas, que las vean Fernando Trueba o Pedro Almodóvar, que para eso trincan las subvenciones. Y ya en su butaca, le pregunta usted al señor que está al lado:

-- ¿Cuánto le ha costado a usted la entrada?

-- Tres euros.

--- ¿Por descuento de mayores de 60 años?

-- No, porque la saqué hace seis meses. Y a usted, ¿cuánto?

-- Veinticinco euros.

-- Claro, la acabará usted de comprar en taquilla a última hora. Y como la sala está completa, es lógico.

Son absurdas e increíbles ambas situaciones, ¿no? Pues no lo son tanto si se refieren a las líneas aéreas. Y nadie protesta. En un avión normal, en el Airbus de reglamento, no hay dos personas que hayan pagado lo mismo por el billete. Y nadie clama contra esa discriminación, quizá incluso anticonstitucional. Depende cuándo sacaste el billete; si por agencia o por Internet; si hace mucho o poco, para que te cobren más o menos. Usted por ese asiento 14-C ha pagado casi 300 euros, mientras el señor que va al lado, el del 14-B, se hizo con su billete por 40 leuritos. No he visto mayores agravios que los de los billetes aéreos. Antes, cuando Iberia de toda la vida, si el billete a Londres costaba tanto, pagaba igual todo el mundo, lo sacara cuándo y cómo lo sacara. Pero ahora no. Ahora a todos nos dan envidia esos virtuosos del billete de avión, que te comen la moral presumiendo de gangas:

-- El otro día fui a Londres por 50 euros.

-- Sería sólo la ida...

-- No, ida y vuelta.

No te aclaran que se tuvieron que levantar a las 2 de la mañana porque el avión salía a las 5; ni que los dejaron en el aeropuerto de Chyrlen Myrlen, que está a 120 kilómetros de la City, pero que hay un tren comodísimo que te lleva en nada, en hora y media, hasta la Estación Victoria. Ni te dicen que compraron el billete hace año y medio, cuando a saber si dentro de dieciocho meses vas a poder viajar o vas a estar con el práctico a bordo, como decía con su gracia gaditana mi recordado compañero Emilio López. Frente a los roneantes del agravio comparativo de los billetes aéreos baratos, están los que te dicen la verdad. Una amiga que tiene una hija viviendo en Chicago me confesó:

-- La gente sacará billetes baratísimos, pero, hijo, yo a Chicago nunca he conseguido ir por menos de 1.500 euros.

¿Por qué no protestan contra la discriminación las asociaciones de consumidores? ¿Por qué tragamos con esto que, ya digo, es como si un tendido de Las Ventas costara más o menos según cuándo saques tu localidad y según haya media entrada en la plaza o lleno hasta la bandera?

 

 

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