Si de un casamiento salen ciento, y cientos de horas de bazofia televisiva si se casa un torero mediático de los que anuncian relojes y calzoncillos, no quiero ni contarles la cantidad de artículos que salen de un solo recuadro. Estas pamplinas hispalenses mías son como cerezas en cesto, que tiras de una y te sale media docenita. Ya vieron lo ocurrido con las palabras sevillanas perdidas, que nos han dado para una serie, que reanudamos el pasado sábado. Y ahora pueden ver cuánto ha salido del justo elogio que hicimos de los dentistas, por anunciarse en ABC como tales y no ponerse los motes habituales de "odontólogos" o incluso "estomatólogo" (del griego "stoma", boca). Muchos creen que los estomatólogos son los médicos del estómago, como otros creemos que los gastrobares son aquellas tabernas del taco donde te ponen tales porquerías de tapas cursis que te dan directamente gastroenteritis. Cómo será esto de "estomatólogo", que antes que la de dentista fuera una carrera universitaria propia, los médicos tenían que hacer la especialidad en una única Escuela de Estomatología que había en la Ciudad Universitaria de Madrid. En mi Colegio Mayor Aquinas había uno de Zaragoza que estudiaba allí, y sacó el título sin que los más lerdos se convencieran de que no estaba haciendes médico especialista del estómago, sino dentista.

A lo que íbamos: a las cerezas del cesto de los artículos. Me dice un lector que para motes profesionales, los que se ponen ahora los directivos de las empresas. Los consejeros delegados de las compañías ya no son tales; ahora son CEO. Los jefes de Personal, Directores de Recursos Humanos. Los jefes de Prensa, Directores de Comunicación. Los relaciones públicas, Directores de Relaciones Institucionales. Cuando la Real Maestranza de Caballería entrega sus premios anuales a los mejores expedientes de cada Facultad y Escuela de la Universidad de Sevilla, al ver la cara de extrañeza que pones ante algunos títulos tan raros obtenidos por chavales y chavalas tan listos, te tienen que ir soplando y como traduciendo:

-- Eso son los antiguos peritos agrícolas. Ese es los que antes se llamaba aparejador. Este es perito industrial. Este es graduado social.

Hay hasta profesiones con marcha atrás en el modo de mentarlas, cual las enfermeras. Antes fueron ATS, Ayudante Técnico Sanitario, y ahora vuelven a ser enfermeras. Aunque algunos tengan a gala proclamar: "¡Yo soy practicante, practicante en Medicina y Cirugía de toda la vida!".

Los entrenadores son "coach". Los corredores de grano, "brokers". Los corredores de fincas, "agentes de la propiedad inmobiliaria". Los jefes de negociado, directores de Área. Y todo así. Claro que peores son los títulos históricos y artísticos, como BIC de la mala leche, que la gente da a los malos profesionales: picapleitos a los abogados, chupatintas a los funcionarios, matasanos a los médicos, o sacamuelas a los dentistas que tanto avío nos están dando en estos artículos a los plumillas como servidor.

Don Luis Suárez Ávila me envía un apasionante trabajo suyo sobre la saga de los Melu y los Espeleta de Cádiz, donde recuerda que José Espeleta, hijo del gran y lorquiano Ignacio, que se dedicaba a pegar por las esquinas de Cádiz carteles de los toros y de los teatros, tenía unas tarjetas de visita que ponían: "José Espeleta. Fijador de propaganda mural". Le pasaba a este Espeleta como a la hija de aquel gran señor de Sevilla que andaba prendada de uno muy guapo que había querido ser torero y que, tras fracasar, tuvo que coger los palos y vestirse de plata para ganarse la vida. Y le preguntaron un día, no sé si en Pineda, en el Círculo, en el Aero o en Los Cuarenta:

-- Oye, Manolo: ¿es cierto que tu hija se ha hecho novia de un banderillero y se va a casar con él?

Y Don Manuel, muy digno, aclaró completamente en serio, para mayor cachondeo de los presentes:

-- No, no es un banderillero: es un gran rehiletero...

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