ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABCde Sevilla, 8 de diciembre  de 2015                 
                             
 

Purísima Castilleja

Para escribir este artículo, que debería ir impreso en tinta celeste, en el color Purísima y oro de los vestidos de torear, hoy me pongo los guantes blancos del uniforme de un soldado que celebra su Patrona, la Inmaculada Concepción. Y como veterano de la Agrupación Obrera y Topográfica del Servicio Geográfico del Ejército, con mi escuadra cojo el teodolito y la mira y me voy al vértice geodésico del corazón de la Sevilla concepcionista: a la Plaza del Triunfo, al monumento a la Virgen Pura y Limpia. Y miro la altura adonde Sevilla subió a María de la Asunción, o sea, a la Virgen de los Reyes, en el mármol de Coullault Valera. Y determino la cota exacta antes de llevarla al mapa 1:50.000 del alma de la ciudad. Y no sé a cuál de los cuatro defensores del Dogma que me miran con novelería sevillana desde sus estatuas del Tenorio del basamento del monumento promovido por Bandarán y diseñado por Espiau... No sé a cuál de los cuatro defensores del Dogma comunicarle mi descubrimiento lírico. Si a al Padre Pineda, y que se joan los frailes de Regina; si a Montañés; si a Murillo, que inventó el color del traje de los seises de la Purísima; o si a Miguel del Cid, porque de esto debe enterarse todo el mundo en general, a voces, Reina escogida:

-- Compare, ¿sabe usted a qué altura acabo de descubrir que está la Inmaculada de la Plaza del Triunfo? No se lo va usted a creer, pero este aparato lírico de topógrafo militar que he cogido en el día de mi Patrona me dice que la Purísima de la Plaza del Triunfo está a la altura exacta de Castilleja de la Cuesta. No sé si la altura de la Calle Real o de la Plaza, pero el teodolito me acaba de dar la referencia del Vértice Chorreón para señalar la altura de estos cielos, "por tu pura Concepción".

Y viene mi teniente y me echa la bronca y me corrige:

-- ¡Soldado, que te estás buscando un paquete! Si tenemos que tomar la altura exacta del Vértice Chorreón debemos medir los cielos azul Murillo en la bandera celeste y blanca que ondea allí arriba en la Giralda. ¡Esa bandera azul y celeste que ondea en la Giralda es la que está a la exacta altura concepcionista de la Calle Real de Castilleja!

Castilleja... Cualquier cosa. No se hace nada Cuesta arriba, sino todo lo contrario, hablar de Castilleja hoy, día de la Purísima. De las dos Castillejas. "Que yo tengo en Castilleja/mi corazón repartío:/perdona, Calle Real,/la Plaza quita el sentío." ¿Duales de Sevilla? ¡Duales los de Castilleja, entre la Plaza y la Calle Real! Entre la Virgen Purísima bajando para sus chorreones y la Virgen de la Soledad camino de Belén en las Jornaditas de los chinos. La Virgen de la Salve en su Bajada en la Calle Real y la Virgen cantada en coplas centenarias por los pastores y campanillas del coro de Santiago en la Plaza. La Castilleja donde está enterrado el caballo de Hernán Cortés. Donde llegas al Colegio de las Irlandesas y no sabes si se acaban de ir los Duques de Montpensier o una alumna interna que se llama María de las Mercedes de Borbón. Donde entras por el arco a la Plaza con la alegría de un torero que sale por la Puerta del Príncipe, ves la casa de los Duques de Béjar y te acuerdas de Manolo Roca de Togores. Y de cuando Inés Rosales no había cruzado el Guadiamar. Y del despacho de Andrés Gaviño y sus bizcochadas. Y de las tortas de Cansino, el pariente de Rita Hayworth. Y te acuerdas de las sevillanas de los Hermanos Reyes, y del capote de Diego, y de cuando Ruperto puso una fábrica de tortas. Y de la elegancia señorial de Bernardo de los Reyes, que murió conservando su uniforme de requeté del Tercio que llevaba el nombre de la Virgen de su apellido. Y te acuerdas de cómo Upita de los Reyes aúpa a la Castilleja que tiene por casa Jesús Martín Cartaya, fotógrafo del alma de Sevilla.

Y mientras con el teodolito levanto este mapa sentimental, en España suena Castilleja, qué pena, por otra cosa. Por una concejala sinvergonzona que se creía que esto es el Chicago de los gánsteres de las películas y que para trincar se retrata desnuda. Y que, como dice Enrique Miguel Rodríguez, en cueros vivos parece talmente la muñeca inflable de la película de Berlanga.

 

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