ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla  1 de marzo  de 2016               
                             
 

 Desafiar a la Giganta

Cuando se habla de la que hasta ahora ha sido la Torre Mayor de Sevilla, está más visto que el tebeo citar lo que Cervantes, que se conocía el paño de nuestra tierra, hace decir al Caballero del Bosque antes de enfrentarse a Don Quijote en el capítulo XIV de la segunda parte de la novela del Ingenioso Hidalgo, manchego como Pedro Almodóvar, pero en mejor: manchego como el tinto de Morales o el queso de Trifón: "Una vez me mandó que fuese a desafiar a aquella famosa Giganta de Sevilla llamada la Giralda, que es tan valiente y fuerte como hecha de bronce, y sin mudarse de un lugar es la más movible y voltaria mujer del mundo. Llegué, víla y vencíla, y hícela estar queda y a raya, porque en más de una semana no soplaron sino vientos nortes."

Del Quijote acá, Sevilla se ha llenado, especialmente en el siglo XX y en lo que llevamos del XXI, de Caballeros del Bosque que vencen cada día a la Giganta. Primero fue Caballero del Bosque nada menos que Aníbal González, que desafió a la Giganta en la Plaza de España, con sus dos torres gemelas que a Sevilla le parecieron, como suele ocurrir, pressssiosas, y que no contaron con más oposición que la de mi maestro don Manuel Halcón en "El Liberal" y de las primeras miradas de Romero Murube a los cielos que entonces empezamos a perder.

No quedaron ahí los desafiantes Caballeros del Bosque. Igual que para Juan Ramón Jiménez "vino primero pura, vestida de inocencia", vino después poderoso, vestido de soberbia y descargado de toda razón, el alcalde Monteseirín disfrazado de Caballero del Bosque, quien desafió a la Giganta. Llegó, vióla y venció, plantificando en La Encarnación las tan malhadadas como costosísimas e inútiles Setas, que cada vez que salgo de la calle Dados y me doy de cara con ellas, exclamo como la chirigota de Los Borrachos ante el cartel de Alberti:

-- ¿Pero qué carajo es esto, Dios mío de mi alma?

Y como tampoco nadie le dijo nada al Caballero del Bosque cuando venció a la Giganta, nadie se opuso a esa mamarrachada que en La Encarnación sigue sirviendo para lo mismo que el día que la inauguraron: para absolutamente nada. --PUNTOAPARTE--

Y no quedó ahí la cosa. Pues vino después un pulido y abrillantado Caballero del Bosque (no Verde ni de Hacendado) que abundosos hallares catalanes manejaba y sigue manejando, y que manda en Sevilla bastante más que el mismísimo alcalde, por la cantidad de bocas que con tales caudales calla y por las voluntades que con ellos compra. Y desafió a la Giganta atreviéndiose a hacer una torre más alta que ella, como un ángel rebelde al que nadie expulsara del paraíso, sino al contrario, pues todos le bailan el agua y le ponen la mano, con tan escasas como honrosas excepciones: léase Adepa. Y no contento con vencerla en los cielos definitivamente perdidos, atrevióse a llamarla "Torre Sevilla", en lugar del mote de "Pelli", por el nombre del autor material crimen con que todos la conocían, sacándola de pila con la gracia por la que hasta entonces únicamente a la Giganta en la ciudad se conocía.

Y ya puestos en el desafiante gigantismo para nada, hay ahora otro Caballero del Bosque de cuyo nombre no me da la gana de acordarme, que en la Sevilla que debía haber reconstruido en su cota original las Atarazanas del Rey como el mejor Pabellón de la Navegación cuando con la Expo la ciudad entera volvióse loca, intenta ahora, con los mismos mentados caudales del Condado de Barcelona, hacer en el mejor cahíz Gigantismo Horizontal, con una especie de Setas de la Encarnación en pleno Arenal de Sevilla y olé, Torre del Oro. Que está allí al lado.

¿Y saben ustedes una cosa? Que esto es lo que hay, y que ya no toman por locos a los del "fagamos una obra tal", sino a los cuatro gatos que nos oponemos a que las fagan. (Y gracias por la felina cita en su artículo de antier, Micer Robles, donde a vuesarced se le fue la mano). Habré de decir, finalmente, cuáles somos esos cuatro gatos que no queremos ser cómplices de la cotidiana derrota de la Giganta: Servidor, Remo, Rómulo y Romano.

 

 

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