ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC, 14 de marzo  de 2016               
                             
 

El Duende de la Rampla

Los duendes, los famosos duendes de Sevilla, existen. Como que hasta los hermanos Alvarez Quintero les compusieron un himno, honor máximo, que para sí hubiera querido el más ilustre fantasma de un castillo inglés: «Si Sevilla tiene duendes/que en el alma hacen cosquilla,/nosotros somos los duendes,/los duendes de Sevilla.» Los duendes de Sevilla incluso tienen su calle dedicada, como todo el que manda o ha mandado en la ciudad. Con la particularidad de que nadie nunca se atrevió en el Ayuntamiento a quitarles esa calle. No es una calle, es un callejón: una callejuela sin salía, que suena más a Juanita Reina y que es donde vive encerrá el alma de la ciudad. El Callejón del Duende, como saben, en mejor sitio no puede estar: en la calle Jimios, casi pared con pared con el lomo en manteca de Trifón.

Duendes hay muchos. ¿Fantasmas dice usted? No, eso va por otro lado; por los fantasmones y los fantoches, que de ésos sí que hay en Sevilla tela, más que duendes, pero con muchísimo menos arte. El día que a la famosa "Mudá de los Fantasmas" de San Juan de la Palma le quitaran las telas blancas, seguro, seguro que salían las caras, caritas, caretos y caretas de muchos fantasmas y fantasmones que está usted harto de ver retratados todos los días en el periódico.

Sevilla tiene duendes de plantilla, con plaza en peopiedad, como Narilargo y Rascarrabia, los duendes de las murallas de la Macarena. Unos duendes que creo yo que ganaron su puesto por oposición cuando "Julio César me cercó de muros y torres altas". Vamos, que no son cargos de libre designación entre amiguetes duendes con el carné en la boca, y mantienen su empleo desde hace que sé yo el tiempo: los ayuntamientos y los hombres pasan, y los macarenos duendes quedan. Pero este año acabo de descubrir otro duende, sevillanísimo, del mismísimo centro, que vive parte del año, en los días del gozo, entre el Callejón de los Gallegos, la calle Culebras y la Costanilla: el Duende de la Rampla del Salvador. ¿Por qué tiene esa atracción sentimental la Rampla sobre todos nosotros, que la ponen y nos hace niños, y nos dan ganas de corretearla pegando muchos zapatazos? Porque nos atrae el Duende de la Rampla. Llega el camión con las piezas de este gigantesco rompecabezas para armar la primavera y entre los tableros baja el Duende, que, tras tomarse una copita allí frente, donde los soportales, como buen Tintoretto que es, se dedica a tocar con su magia a la ciudad entera, y ponerla en estado de Semana Santa. El Duende de la Rampla es el que sabe que no es el Domingo de Pregón, sino el Domingo de la Mudá de la Burra, porque el verdadero Pregón de que esto ya está aquí lo dio ya el duende en su propia Rampla cuando, recién montada, el primer niño correteó por ella.

Romero Murube hizo personaje inmortal a uno como cervantino que en la Plaza de la Gavidia paraba, medio majara, que tenía allí montado su diario Speaker Corner al londinense modo y que pegaba unos discursos y, con ellos, una broncas que temblaba el misterio. Era Don Antonio el Betunero. Como quiera que allí mismo, en La Gavidia, tenía su despacho Queipo de Llano como Capitán General de la II División Orgánica, donde Radio Sevilla le acercaba cada noche el micrófono para dar el parte de guerra, la ciudad hizo inmediatamente el retrato del personaje murubesco: "Don Antonio el Betunero, el que daba el parte antes que Queipo de Llano". A mí ayer me pasó con el Duende de Rampla como a Joaquín Romero con Don Antonio el Betunero. Bien temprano, se presentó el duende en casa y mientras me arreglaba me largó, enterito, el pregón de Rafa Serna. Su pellizco. Fui de los primeritos, si no el primero, en emocionarme con el Pregón de Rafa Serna. Pregón con duende y con arte. Con duende de la Costanilla, diría cualquiera. No, diré exactamente con qué duende: con el duende de la Rampla del Salvador. Ventajas que tiene ser vecino, como Rafa, del Duende de la Rampla del Salvador. Que, al modo de Don Antonio el Betunero en La Gavidia, en El Salvador, frente a la zapatería de Las Tres B de la familia, ya dio el Pregón de Rafa Serna mucho antes que Rafa Serna, metiéndonos en el alma ese repeluco al que por estas fechas solemos llamar Sevilla, solemos llamar Semana Santa.

 

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