ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 21 de marzo  de 2016               
                             
 

La cofradía de la familia

No hay nada tan lleno de recuerdos en Sevilla como una cofradía. Ves una cofradía en la calle y te acuerdas de los que tanto fueron en ella, de los que en los viejos tiempos duros y difíciles tantos tacos de Lotería de Navidad vendieron para el bordado del manto; de los que vestían de nazarenos a los trabajadores de sus talleres, como alquilones, para llevar más parejas que la otra cofradía del barrio. ¡Cuanta vida hay en cada cofradía que pasa! ¡Cuántas familias unidas a cada cofradía que ves pasar, cuantos esfuerzos e ilusiones en cada tanda de esa candelaria, en cada uno de los cuatro hachones del Cristo, en cada puntada de los faldones del palio! Sostengo que los nazarenos van con antifaz no para que no les veamos las caras, sino para que soñemos que son los mismos que hace veinte, treinta, cuarenta años hicieron grande esta cofradía, entonces una pobre hermandad de barrio, peleándose simple con el cura de la parroquia, pasando las fatiguitas negras para tenerlo todo a punto cada Lunes Santo. En tiempos en que el hermano mayor no solía ser quien que hacía mucha vida de hermandad, sino uno del barrio con posibles y querindonga, que le daba al mayordomo el dinero que fuera haciendo falta para poner la cofradía en la calle con aquella humilde dignidad que ahora es grandeza poderosa de miles de nazarenos.

¿Cuantas familias están ligadas a cada una de las cofradías? ¿Cuántas vidas y a veces cuántas haciendas de esas familias están volcadas en esas cofradías? Y lo más triste, en este continuo Valdés Leal de la Sevilla que muere en cada abrir y cerrar de ojos, es que a veces ni las propias hermandades saben quiénes fueron aquellas familias que las hicieron grandes, esos apellidos entonces tan sonoros como ahora ignorados, que aún permanecen en el perdido recuerdo de un mármol en la sala de cabildos. Cada familia tiene su cofradía. O sus cofradías. La cofradía es una parte de cada familia sevillana, un trozo del recuerdo de los que se fueron, una lágrima sin llanto, pellizco en el alma, cuando vemos pasar ese Cristo que el abuelo veneraba, esa Virgen a la que la abuela vestía y le prestaba sus mejores joyas para que las luciera en el pecherín. Hagan la prueba como yo la he hecho. Pregunten a cualqwuier sevillano cuál es la cofradía de su familia, y verán qué entramado de sentimientos y de generaciones, de ilusiones y devociones les sale. Se lo pregunté a mi amigo, sevillano hondo:

-- Juan Manuel, ¿cuál es la cofradía de tu familia?

Y me dijo: "Verás, son varias. Por Victoria mi mujer, El Cachorro y la Quinta Angustia. Por parte de la familia de mi padre, La Amargura y el Gran Poder. Mi padre falleció siendo un número bajísimo en la hermandad del Señor: empezó a salir con 18 años en el 39 y murió con 75 en el 95. Su madre, mi abuela, era una gran devota del Señor de Sevilla, de "las viejas" que salían detrás del paso; conservo una medalla con carmín de sus besos del año 1931, cuando el quinto centenario de la hermandad. En cuanto a mi hija la mayor, por su marido Candau, como no podía ser menos, es del Amor. Mi hijo Juanma, como está casado con una Bravo Ferrer, del Valle, claro. Mi hija la chica por su marido, es del Amor y Sacrificio, en ese Jerez donde todas las saetas comienzan "!Esos pícaros marvados!". Ah, y que no se le olvide que me empiqué por los Callejones de la Macarena con el Señor de la Sentencia, con su peón de confianza mi querido Loreto: esas inolvidables madrugás con las Reinas en la calle Parra, en casa de Pavón el derribista, el lugarteniente de los pestiñitos, el doble del sayón Miguel Criado, Manolito Mairena cantando una saeta a la Virgen vestido de Los Gitanos... No pararía de contarte cofradías a las que estoy ligado por una parte o por otra de mi familia. Como que no sé qué decirte sobre la pregunta que sé que vas a hacerme y que ningún sevillano sabrá responderte: si prevalece la cofradía del padre o la de la madre. No hay ley. Cada familia es un mundo. Bueno, cada cofradía es un mundo. Un mundo de nuestra familia, por cierto".

 

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