ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 15 de abril  de 2016               
                             
 

Romance de Cobradiezmos

Su nombre ya está en la historia del coso del Baratillo. Un nombre como arrancado de aquel viejo catecismo que en la Doctrina Cristiana aprendimos cuando niños: lo de diezmos y primicias que en el Ripalda supimos que a la Iglesia habían de darse por cumplir lo que Dios dijo, y los calonges guardaban en la Cilla del Cabildo, los cuartillos de cebada y los costales de trigo. Ese nombre, "Cobradiezmos", está escrito en ese libro que la plaza de Sevilla tiene guardado en sus ritos: que no está en papel de Biblia, sino en el de los calentitos que junto el Arco freía el recordado Santitos y que ahora fríe Ángela, calentera del Postigo. Está después de otro nombre que en ese libro pusimos: el que indultó Manzanares, que se equivocó de río, porque más que Manzanares fue Guadalquivir: delirio al perdonarle la vida a "Arrojado", de Cuvillo. E inaugurando sus hojas, "Laborioso", aquel novillo que indultó Rafael Astola y está en los anales mismos, porque era de Albaserrada, de este toro consanguíneo.

Se ha cobrado bien los diezmos este bravo del que escribo. Este toro que merece los honores de algún himno: el himno de la bravura que cantaba con su hocico arrastrándolo, qué noble, por el albero amarillo. Cómo metía la cara, una vez, y otra, infinito, en la pañosa de un hombre de la tierra del granito. Como adoquín de Gerena, firme, sevillano, antiguo, la muleta de Escribano: óle quien sabe lucirlo; óle quien sabe a este toro, a este torito bravísimo, sacarle con tanto arte, las yemas en el palillo, toda su casta y bravura, la reata en que ha nacido, la ilusión que lo criara en Las Tiesas, el cortijo que por tierras cacereñas me parece el femenino de los que están a dos velas, sin un euro, o sea, caninos.

La muleta grita al toro el óle de los tendidos, cuando repite y repite, sin rajarse lo más mínimo. "¡Gloria bendita!" le grita no sé si el 11 o el 5. Se han parado los relojes: le den por saco al aviso. ¿Es verdad esto que vemos o fue un sueño que tuvimos? Por creer lo que veía dicen que metía el dedito el Santo Tomás aquel, qué santo más descreído. Por creer lo que ahora vemos, hasta nos damos pellizcos y en los brazos ya tenemos colegios cardenalicios. ¿Cuántos lustros deseamos vivir esto que vivimos? El delirio de una plaza, este Escribano granítico provocando la embestida que no acaba, porque escribo a los dos días del hecho y en El Arenal me han dicho, que allí nada ha terminado. Sigue y sigue, animalito, embistiendo la muleta de Escribano este prodigio de bravura y de nobleza. No exagero lo más mínimo. Fuera, en la calle Adriano, comentan unos vecinos:

-- ¿Han terminado los toros?

-- Yo me he salido ahora mismo, que tengo que recoger en la caseta a los niños. Pero ahí dentro lo he dejado, porque no ha salido el quinto: que el cuarto estará embistiendo así hasta que sean las 5. No las 5 de la tarde que escribiera Federico: las 5 de la mañana, con los focos encendidos, embistiendo hasta la hora del café con calentitos. ¿Pañuelo naranja sacan? Dará un berreo grandísimo: no se cansa de muleta de Escribano el pobrecito. Y está harto de esperar el de Aranda, Morenito, el que apodera José, el viudo de Rocío: no sabe cuándo saldrá su segundo toro, el quinto. Si Rocío es La Más Grande, esto es lo nunca visto.

Señores: cuánta grandeza. ¿Dónde los antitaurinos? Venga, que vengan ahora con sus pancartas y gritos, a cagarse en nuestros muertos y a llamarnos asesinos. No saben lo que se pierden: el culto casi divino a la bravura de un toro, que se ha indultado a sí mismo, casta, bravura y nobleza, y ahora vuelve, tan altivo, a los campos cacereños, los campos de donde vino. ¡Qué ternura emocionante, señores, fue cuando vimos que volvía a los chiqueros igual que salió: tan vivo! Como aún está embistiendo, borrón habrán advertido en estas lineas finales del romance de este artículo: es que recordando aquello dos lágrimas me han caído, de emoción al evocarlo. Sevilla no ha consentido que den muerte a Cobradiezmos: la vida se ha merecido. ¡Así que viva la vaca, la vaca que lo ha parido! Y que viva el ganadero: ¡óle tú, don Victorino! Qué bien le viene al Toreo cuanto aquí ha sucedido. Esta levantá a la Fiesta de "al cielo con ella" ha sido. Al cielo del Arenal, tan azul que es de Murillo...

 

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