ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC, 20 de abril  de 2016               
                             
 

Jipijapa sin Panamá

Qué hermosura nuestra lengua, hablada a un lado y al otro de la Mar Oceana de la que Colón fue almirante. Tú coges a Panamá, le quitas la mayúscula y le pones un artículo, determinado o indeterminado, y por la magia del español conviertes a una nación, ¡halejop!, en un sombrero. No es que saques un conejo de la chistera: es que el sombrero es la sorpresa de este juego de manos de la magia del lenguaje. Has convertido a la República o a la ciudad de Panamá en un panamá, en un sombrero.

Lo he pensado cuando han pasado los fríos, empieza a romper la primavera con sus temperaturas de romance ("que por mayo era, por mayo,/ cuando las grandes calores") y para las cardiosaludables caminatas mañaneras en las que ya pasamos del pasamontañas a la gorra habrá que ir pensando en coger el panamá. El que con las alas gachas usaba don Juan Belmonte, el que pusieron de elegante moda Napoleón III o Eduardo VII. El que aunque se llame panamá no es de Panamá, ¿qué va a ser de Panamá? Si en Panamá los que fabrican son canales, como el bailarín y como el torero primo de Rivera. Ni los que los compran imitados en China, fabricados con papel, saben que el panamá viene del Ecuador, ay, triste Ecuador del terremoto, y precisamente de su costa, de la parte ahora desgraciadamente más castigada por el maldito seísmo. Los que fabrican en Ecuador no son panamás, sino jipijapas, palabra veinte mil millones de veces más bella. O sombreros de pajatoquilla. Lo que pasa es que cuando estaban haciendo el Canal de Panamá, lo visitó el presidente americano Teodoro Roosevelt, y se protegió del sol con uno de los sombreros ecuatorianos, un jipijapa de pajatoquilla, de los que usaban quienes andaban en las obras. Y cuando los americanos vieron el retrato de Roosevelt con el jipijapa en Panamá, le pusieron de nombre "panamá" al sombrero. Y panamá se le quedó al ecuatoriano. Aunque a algunos, especialmente a los miembros de la Real Orden Gaditana de la Guayabera, nos guste llamarlos por su verdadero nombre: jipijapa. Te pones una guayabera y te calas un jipijapa, y que te echen calores de la Andalucía. De esa Andalucía de ida y vuelta, como una guajira de Angelillo o una colombiana de Pepe Marchena; de ese Cádiz del que dijo García Márquez que sus muelles seguían esperando al último galeón.

¿Por qué tanto panamá para arriba y panamá para abajo en mi artículo de hoy? ¿Por qué va a ser, carnes mías? Porque con los blanqueos y fugas de capitales a las sociedades "offshore" de Panamá con mayúscula, cualquiera es el guapo que se pone un panamá con minúscula ahora cuando lleguen las calores. Panamá ya no suena a sombrero jipijapa; suena a evasión de los caudales de los grandes pelotazos patrios de los mangones. Dices que vas a coger el panamá y te echan en cara:-

-- ¿Tú también Panamá, hijo, como Soria, como Pedro Almodóvar y como los 7 millones de euros que Venezuela les metió a los de Podemos en una "offshore"?

Por eso hay que reivindicar el nombre suyo de jipijapa, que, además, es como un homenaje al herido Ecuador. Padilla Crespo sigue poniendo en las muestras de sus sombrererías: "Artículo español, jornal para los nuestros". Yo añadiría, con el sombrero jipijapa "en la mano como persona de diplomacia": "Jipijapa ecuatoriano, auxilio humanitario para la población damnificada por el terremoto". Todo menos que te tomen por trincón con una sociedad "offshore" de Panamá. Un amigo que sabe que está al caer que servidor salga a andar con mi jipijapa estival de reglamento, me hizo ayer la corrección: fraterna:

-- Este año ten mucho cuidado si caminas con tu panamá. Porque el que no esté en el secreto de la historia del sombrero puede creerse que el panamá es lo que regalan al que se lleva el dinero a una "offshore" de Panamá, como aquí los bancos te regalan una vajilla, una cubertería o un robot de cocina si domicilias tu nómina en una cuenta.

 

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