ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 19 de mayo  de 2016               
                             
 

Romance de los 6 de Urquijo

De cuanto voy a contarles hoy se cumple medio siglo. No se lo digan a nadie y me guardan el sigilo. Aunque haya nacido en Camas, hijo de Andrea y Francisco, aquella tarde Sevilla lo hizo hijo adoptivo. Se lo quedó como suyo, como Juan y Joselito, como Chicuelo y Pepín, como Pepe Luis: prodigio. Pero ahora que lo pienso, como algo más: como un mito, que se guardó en sus adentros, en sus secretos más íntimos; como una tradición, igual que cumpliendo un rito. Desde aquel jueves de mayo, cuando aún era festivo el Día de la Ascensión al cielo de Jesucristo, nombrar a Curro Romero con su breve capotito y mencionar a Sevilla con su torre y con su río, vienen a ser desde entonces, y lo proclamo y lo digo sobre jarras de azucenas desde el mismo Giraldillo: Sevilla y Curro, señores, son desde entonces lo mismo.

Ocurrió en El Arenal que evocamos los chiquillos que entrábamos en la plaza con una entrada de oficio: el de Conde y sus peponas, o el puesto de calentitos que tiene Santos Goiguru junto al Arco del Postigo; de la Tienda del Reloj que está frente a Navarrito, alpagatas costaleras esperando que el martillo de algún Ariza levante el palio del Baratillo. Bajo un cielo con vencejos, que es un cielo azul Murillo.

Lo anuncian por las esquinas, desde el Britz al Kiosko Abilio, los carteles que han fijado con la hazaña que describo. Corrida de la Cruz Roja. Esto es, "un beneficio". Y en los carteles un nombre, un nombre solo y artístico. Con engrudo en las paredes ese cartel es el grito de lo mejor del toreo de este tiempo que vivimos: se encierra Curro Romero con los 6 toros de Urquijo. No es un muchacho que empieza; lejos queda cuando vino sustituyendo a Mondeño con "Radiador", el novillo que fue el alfa de este omega que hoy ya roza lo divino. De aquel Curro debutante al Curro de los Urquijos les hago a vuestras mercedes merced de cuanto se ha dicho. Lo diré en cuatro brochazos: la de veces que lo han visto salir por la Puerta Grande de Madrid, el paraíso que alcanzan pocos toreros, tan sólo los elegidos en Las Ventas de los dones que allí les da el Santo Espíritu y que Francisco Romero tiene bien despachaítos. No habré de citar ahora cuanto Cañabate ha dicho: que es como un vino oloroso de Domecq o Valdespino; que ha parado los relojes con ese capote mínimo o cuando se echa a la izquierda su muleta, despacito. Es como Juan y José, dionisíaco y apolíneo: van en un solo torero Juan Belmonte y Joselito; va Triana y la Alameda, y por ir, hasta me han dicho que ha heredado la armonía de Pepe Luis, gracia y rito, aunque no haga el cartucho, cartucho de pescao frito.

De cuanto ocurra en la plaza lo contará Don Fabricio, que le dirá de piropos lo que no está en los escritos. Los vencejos de la plaza repican el teletipo: que el público de esta tarde ha salido enloquecido, toreando por la calle, a Adriano por Calle Circo. Y por la Puerta del Príncipe, a hombros Curro ha salido. Siguen contado y contando que tan insólito ha sido, que ha dado la vuelta al ruedo del quinto toro, "Lentisco", tras torearlo de capa como aquí nadie lo hizo; y que Tejera ha tocado como aquí nunca se ha oído; y después ya lo han picado y con la muleta ha sido una locura la plaza, manicomio el graderío. Le han dado las dos orejas y hasta el rabo le han pedido, cosa que Manuel Zambrano, el presidente, no quiso; porque Curro no es de rabos, es de ese arte exquisito. Que no cuentan los trofeos: cuenta soñar lo que vimos, que son 6 toros, 6 sueños, del día que dice el dicho que reluce más que el sol y que el sol ha relucido. Y ha sido de fiesta grande, y del Corpus, anticipo. Sevilla huele a Romero como cuando es el Santísimo el que pasa en la Custodia que Arfe de plata hizo. Que torea como un seise este torero distinto, que dicen que nació en Camas, hijo de Andrea y Francisco, pero al que hoy ya Sevilla lo ha nombrado hijo adoptivo y con forma de ocho orejas lo ha puesto en un pergamino del aire del Arenal y así para siempre ha sido. Lo que aquí solemnemente lo firmo y lo certifico. Más que esencia del toreo es Curro el toreo mismo, José y Juan en una pieza y Pepe Luis redivivo: el torero de Sevilla. Lo proclama el Giraldillo, que ha visto desde allí arriba, como en sillón de tendido, a su Curro toreando a los 6 toros de Urquijo.

 

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