ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC  de Sevilla, 12 de julio de 2016               
                             
 

Por qué no vino Obama

Que cuanto voy a decir no salga de Eurasia y que, por Dios, no se vaya a enterar la CIA, porque unos cuantos agentes se juegan la carrera y el pan de sus hijos. Creo que soy el único que sabe las verdaderas razones por las que Obama no vino a Sevilla. No, no fue por la condenable matanza de Dallas. Si por ello hubiese sido, habría anulado la visita a España entera, incluidos Madrid, el Rey, Rajoy, los 10 minutos, 10 a los tres mindundis de la oposición y el envidiable "Dios bendiga a España" en la Base de Rota.

Saber por qué no vino Obama a Sevilla se lo debo a mi admirado y leído notario don Pablo Gutiérrez-Alviz y Conradi. Pablo es de los pocos que viven de la escritura en esta España donde pegar teclazos es la mejor forma de no llegar a fin de mes. Gutiérrez-Alviz vive de la escritura: de las que firma como notario. Y, fe pública al margen, escribe cada viernes en la competencia, como los ángeles, unos deliciosos artículos donde se le nota a chorros que estuvo destinado en Cádiz y que algo se le pegó. Vivir en Cádiz, como el sacramento del Orden, imprime carácter. Y de ese carácter pemaniano de la elegante gracia gaditana están empapochados los artículos de Gutiérrez-Alviz. Cachondeíto en La Condomina.

En estos artículos llenos de gracia, Pablo tiene fijo de plantilla, al modo del Séneca de Don José María, a un personaje curiosísimo: a Antoni Putin, joven espía ruso con plaza en Cádiz. Muy preocupado por la decepción de Sevillar del Río compuesta y sin Obama, le pedí emprestado su espía ruso a Gutiérrez-Alviz, para ver si me aclaraba qué moño había pasado con Obama. Y no sólo me lo ha aclarado, sino que además he descubierto lo que Pablo ignora: que su socorrido Antoni Putin es un agente doble, el muy mamón, que se diría en el Cádiz de su destino. Llamé al espía ruso al número secreto que me dio el muy literario fedatario, le pregunté por qué no había venido Obama a Sevilla y me dijo del tirón:

-- Si viene usted recomendado por Don Pablo se lo habré de decir, porque como la Base de Rota está al otro lado de la bahía, que casi se toca con la mano desde la Alameda, y allí no saben que soy ruso, sino que se creen que soy un antiguo componente de la chirigota del Yuyu, de "Los que se vinieron de Leningrado porque no era de su agrado", puedo ejercer de agente doble sin que me ahorquen el 6 ídem cuando juego al dominó en el Casino Gaditano con Mon del Río, con Miguel Nuche y con Quico Zamora. Y allí en Rota me han confirmado por qué de verdad no ha ido Obama a Sevilla. Ha sido por culpa de un paragüero de cerámica de Triana en forma de jarra, un horror. Los agentes de la CIA y del FBI que tenía hacía más de un mes en el Hotel NH Convenciones informaron a Obama que el alcalde Espadas le preparaba algo contra lo que no había blindaje posible. Algo horroroso: ¡un paragüero de cerámica trianera, estilo Remordimiento, el más feo e inútil del mundo! Usted lo habrá incluso visto retratado. Bueno, pues esa foto es mía. Fue la que le mandé a mi contacto americano por WhatsApp, porque andamos cortitos con agua de claves secretas y tal. Se la mandé a Varsovia, donde todavía estaban con lo de la OTAN. Y cuando Obama vio la foto del paragüero espantoso de cerámica trianera que quería regalarle el alcalde, dijo que a Sevilla iba a ir su tía. Y pronunció una frase muy de aquí de Cádiz, que me la he escuchado a mí muchas veces, cuando me llama por el teléfono rojo para preguntarme por El Kichi: "¿Pero qué carajo es esto, Dios mío de mi alma? ¿Qué hago yo en la Casa Blanca con esta horterada? Y si voy y no la recojo, quedaré como un cochino de Bahía Ídem. Además, que me han dicho que para visitar al Alcázar, como quieren, hay unas colas espantosas, a pleno sol, y que en la Catedral, como no seas de Sevilla, tienes que pasar por taquilla". Y fue entonces cuando se le ocurrió la excusa de Dallas. Perfecta. Porque además le dijeron que en Sevilla hacía una jartá de calor y, aparte del paragüero del horror horroroso, corría un alto riesgo: salir retratado con los inevitables Luismi o Julio Cuesta. "Y hasta ahí podíamos llegar", me ha confirmado el espía ruso que exclamó Obama.

 

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