El Toreo no es un sólo una de las Bellas Artes: es también una filosofía. Ser torero no es una profesión: es un modo de entender la vida. Y querer ser torero, un conservatorio de buenas maneras, de modales, de respeto por los mayores; hasta de elegancia y de todo un código de principios que en otros ámbitos de nuestra sociedad se han perdido. ¿Usted ha visto con el respeto con el que los alumnos de las escuelas taurinas se dirigen a sus profesores o hablan de los toreros! ¡Igualito que en los colegios y en las generaciones de la LOGSE! Ya quisieran los profesores de muchos colegios concertados ("de pago", se les decía antes) que sus alumnos los trataran como suelen a sus maestros los chavales que quieren ser toreros y aprenden el oficio en las escuelas taurinas... Allí nadie le habla de tú a un profesor, y mucho menos por su nombre de pila. Verbigracia: Curro es Curro para los aficionados, pero para los alumnos de las escuelas taurinas es "el Maestro Romero".
He pensado todas estas cosas al hilo de las tablas de la gran entrevista que Fernando Carrasco le hacía ayer a un torero de cuerpo entero, a Julio Pérez "Vito", en la gozosa ocasión de cumplir 90 capotes y 90 muletas y 90 estocadas y 90 pares de banderillas de los que ha salido como siempre salió: andando. Más torero que la madre que lo parió y que toda la dinastía de la que viene. Traduzco: El Vito, decano de los matadores de toros, ha cumplido 90 años, y ha contado a Carrasco lo que decía al comienzo, la filosofía que es la Tauromaquia y el modo de entender la vida que es dedicarla al toro desde las primeras ilusiones de chaval a los últimos recuerdos del glorioso retiro gozado con el respeto de todos, entre los que me cuento.
A Julio Pérez Vito lo hizo Jean Cau personaje en su novela "Las orejas y el rabo" cuando iba con Jaime Ostos en aquella cuadrilla de tanto arte que completaban Luis González y Blanquito... Inciso: tanto arte tenía aquella cuadrilla, y tan bien corrían los toros a una mano o andando para atrás, pegándole los capotazos mínimos y justos, y tan soberbios pares de banderillas colocaba El Vito en una moneda de a real... y salía tan garboso de la cara del toro, que el matador, Jaime Ostos, con aquella lengua que tenía, cuando terminaban de banderillearle el toro y habían puesto la plaza boca abajo de aplausos, al coger la muleta y la espada les decía, entre cariñosa broma y veras del pundonor del ecijano:
-- ¡Sois unos hijos de la gramputa los tres! ¿Qué hago yo ahora, después del taco que habéis formado en banderillas?
He dicho muchas veces que este Julio Pérez Vito es torero y tiene andares de torero hasta por el pasillo de su casa, en pijama, con el batín y las babuchas puestas. Parece que siempre va haciendo el paseíllo o dando la vuelta al ruedo. De la elegancia de su pensamiento, ya leyeron ayer a Fernando Carrasco en la entrevista. Y de lo claras que tiene las ideas desde lo alto de la pirámide de sus 90 años. ¿Para qué hablar de los antitaurinos, si es hacerles la propaganda, que es lo que quieren? Mejor hablar del Toreo, ¿verdad, Julio? Por eso yo ahora, ya que en el toreo es todo verdad, quiero proclamar una. El Ayuntamiento tiene en perri el Premio Taurino que le dio a Pepe Luis Vázquez y a Curro Romero en las dos ediciones otorgadas. Ahora ese premio está más parado que esos toros de los que dicen los críticos en la nueva jerga de la Fiesta que están "agarrados al piso". A ver si el Ayuntamiento, a ver si don Juan Espadasm(que tiene un apellido bien torero), le echa un capote a ese premio y vuelven a convocar al jurado y a otorgarlo. ¿Y a quien mejor darle el Premio Taurino del Ayuntamiento que a un pedazo de torero como Julio Pérez Vito, decano de los matadores españoles y sevillano de Camas por la gracia de Dios? Camas, ciudad dormitorio del toreo según Sevilla. ¿Saben por qué Camas se llama así? Porque allí Sevilla se acuesta a dormir, y sueña con los matadores del discurso de la verdad de la Tauromaquia: Curro Romero, Paco Camino, El Vito...
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