En frase bastante conocida, Eugenio d'Ors dijo: "El cartel es un grito pegado a la pared". Dijo. Porque si don Eugenio viese ahora ciertos carteles, sentenciaría: "Un grito, pero grande, es lo que pegas cuando ves algunos carteles que se hacen en Sevilla". Carteles de pegar el chillido y salir corriendo. De este tenor son los carteles taurinos que cada temporada paga y publica la Real Maestranza de Caballería. Que se caracterizan porque cuando crees que no puede haber ya una mamarrachada mayor que el cartel del año pasado, presenta el teniente Javier Benjumea el del año que viene y resulta que no: que es más mamarracho todavía. Y el caso es que la moda de los carteles en forma de mamarracho o de mamarrachos en forma de cartel está siendo impuesta por los maestrantes. ¿Han visto el cartel que han sacado para la salida extraordinaria del Señor de Sevilla, vulgo "peregrinación extraordinaria del Señor del Gran Poder a la Santa Iglesia Catedral para presidir el Jubileo de las Hermandades y Cofradías en el Año de la Misericordia"? Pues si no lo han visto, búsquenlo y échenle una miraíta. Tiene un ver. ¿Será inconfundible el divino rostro del Señor? ¿Habrá algo único como esa mirada, esa corona de espinas de la sierpe, esa tez renegría? Bueno, pues en el cartel de su salida extraordinaria han conseguido pintar al Gran Poder de modo que no parezca el Gran Poder. Mira que eso es difícil, ¿no? Bueno, pues el artista lo ha conseguido el tío. ¡Qué habilidad más grande!

Y como la moda de los carteles maestrantes se pega, porque todo se pega menos lo bonito, la mamarrachez de su concepto ha contagiado ahora al Salón Internacional del Caballo (Sicab). Será por lo de la Caballería de la Maestranza y el negocio del caballo del Sicab. Salón a cuyo favor diré que la cría caballar es una de las grandes fuentes de riqueza de Sevilla y de Andalucía, de la que nadie habla ni valora. Claro, como no tiene veladores ni turistas zarrapastrosos... Lo que tiene son moros ricos, o sea, árabes, que vienen, se prendan de un caballo de pura raza española y pagan por él millones a su criador. El caballo andaluz mueve mucha riqueza, da mucho trabajo, es una "industria silenciosa" que cada año se hace ver en el Sicab, que es algo más que una galería de tiendas para que los pijos y miarmas se compren parcas capitonés y gorras inglesas de modo que aparezcan por el José Luis de la Plaza de Cuba vestidos como de montería o de tentadero, y la gente se crea que tienen siete cortijos, cuando están como usted y como yo: completamente tiesos.

Venía diciendo, antes del elogio a la importancia económica de la cría caballar y del Sicab, que el Salón ha hecho como la Real Maestranza: editar un cartel que es un mamarracho. ¡Vamos, que le echa la pata, la pezuña, a los que editan los maestrantes! Lo habrán visto: representa un caballo boca abajo, descoyuntado, como cayendo al vacío desde lo alto del Partenón. ¿Un caballo suicida que va a pegarse el gran pellejazo? Tiene las manos por arriba y la cabeza abajo. Un lío de caballo. Yo no sé cómo los de PACMA, del mismo modo que protestan por los caballos de los coches de punto, no denuncian al Sicab por maltrato animal en su mamarracho de cartel. Pintarlo así es una ofensa para el bellísimo y nobilísimo caballo andaluz de pura raza española. Más que un caballo de los que se exponen en el Sicab, por los que los árabes pagan el oro y el moro, el caballo del cartel parece sacado del carrusel de Isla Mágica, de los caballitos del subibaja donde se montan los chiquillos.

El Sicab, con muy buen criterio y toda justicia, será dedicado este año a la memoria de un gran señor del caballo, de mi admirado don Fermín Bohórquez Escribano (q.s.G.g.). No quiero ni pensar lo que iba a largar Fermín por esa boca si el genial rejoneador y ganadero levantara la cabeza y viera el dichoso caballo del mamarracho de cartel del Sicab que le dedican...

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