ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC, 18 de enero de 2017
                               
 

El Rey viajante

Como partidario de la Institución, me gozo en confirmarles que tenemos un Rey que lo está haciendo de cine. Por eso se escapa tanto desde La Zarzuela a una sala de estreno para ver una peli de la que se esté hablando mucho: porque lo está haciendo de cine. Y en su fructífera visita a Arabia Saudí he caído en la cuenta de que no tenemos un Rey viajero, como viajeros puedan ser los Papas, sino un Rey viajante, que es mucho más importante para la economía española y para sacarnos de la ruina que todavía tenemos en lo alto, aunque muchos digan que, cautiva y derrotada, la crisis ha terminado. Sí, sí, terminado... Que se lo pregunten a los dependientes de la cerrada cadena de tiendas de Blanco.

Llamo viajante y no viajero a Don Felipe VI porque con su agenda en Riad me ha recordado a mis tiendas familiares: a la zapatería de mi madre y a la sastrería de mi padre. Por ellas aparecían cada temporada de verano o de invierno los viajantes. Eran empleados de los fabricantes, que venían para enseñar los nuevos muestrarios y tomar nota de los pedidos. Se recorrían España entera con sus maletones y cubetas, que los mozos del hotel les traían previamente en una carretilla antes de la hora fijada, tras el cierre del establecimiento, para que sobre los mostradores pudieran extender todas las novedades que vendiendo trajeran. Recuerdo en la sastrería de mi alfayate a los viajantes de paños de Tarrasa, como a aquel novelesco señor Khant que se había refugiado en Barcelona desde Alemania, huyendo de la guerra, desplegando los cortes de traje Príncipe de Gales u ojo de perdiz. O al viajante de la mítica Tamburini con sus maravillosas franelas. O los del mil rayas de Orillo Verde Carol. Y en la tienda de mi zapatera, recuerdo a los viajantes de chicarros de Elda, de Elche, Inca o Mahón, con sus muestrarios de un solo pie extendidos sobre los mostradores, libreta en mano, anotando el pedido de cuántos pares azules y cuántos blancos, y cuántos de la serie del 24, 25 o 26.

Al Rey no se le han caído los anillos por ir de viajante a Arabia Saudí, a enseñar el muestrario de la industria española y tomar nota de los pedidos. Es que lo estoy viendo en la Corte de Riad, ante el monarca saudí y sus siete mil hermanos y sobrinos, haciendo el artículo del contenido de las cubetas de su muestrario:

-- Tenemos este modelo de Ave, maravilloso, que se está llevando mucho esta temporada. Y en cuanto a asuntos navales, tenemos las corbetas de última generación, equipadas con la más alta tecnología. Y podemos hacerles una base naval como este modelo de Rota, que si será buena, que la han elegido los americanos para su escudo antimisiles. Y también servimos sistemas de gestión de aeropuertos, como el de Heathrow, que ustedes conocerán. Y ampliamos canales, como lo que acabamos de hacer en Panamá, a plena satisfacciòn del cliente. Y si quieren hacer metros, les podemos construir uno como los de Quito, Panamá o Santo Domingo. Y en cuanto a renovables, aquí tienen los últimos modelos en energía solar, eficientísimos. Y si es en aviación, nos están quitando de las manos esto de Military Airbus.

Tras lo cual, Don Felipe VI sacó la libreta de los pedidos y preguntó:

-- Entonces, ¿cuántas corbetas les pido?

Y me parece que fueron seis las encargadas en firme para los astilleros de Navantia las que se ha traído el Rey Viajante. Trabajo para la Bahía de Cádiz. Bueno, pues a pesar de este Rey Viajante, los que callan ante los derechos humanos en Cuba dicen que cómo es que va a Arabia Saudí. Y a pesar de los jornales asegurados que se ha traído para la Bahía de Cádiz, todavía tendremos que ver al tonto de la bandera republicana la próxima vez que una manifa corte el Puente Carranza.

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