Al cartel municipal de las Fiestas de Primavera su autora le ha puesto un título que suena o a marcha de cornetas y tambores de la Banda del Sol o a pasodoble torero de Tejera en la plaza del Arenal: "El alma de Sevilla". La autora es Nuria Barrera, que le dejó recientemente a Córdoba un cartel de Semana Santa tan impresionante que me recuerda a la foto que tiene Rogelio Gómez enmarcada en Casa Trifón, de cuando el Gran Poder pasó de vuelta por la calle Aduana camino del Postigo y quedó recortado por las yeserías neomudéjares de la puerta del antiguo Barril, su morada.
"El alma de Sevilla"... ¿Saben por qué ha gustado tanto el cartel de Nuria Barrera, por qué no se han cebado con ella las lenguas de doble filo en la Difícil y Cobardona Ciudad? Porque nos recuerda que Sevilla tiene alma, aunque muchos nieguen no el más allá, sino ese cercano y arcano más acá que nos emociona y humedece los ojos, recordando a tantos que se fueron y viendo la alegría en la cara de tantos seres queridos que nos rodean y se gozan también con estas grandezas de la ciudad que soñamos. Ay, esa Giralda reflejada en el espejo como un sueño... Es lo que nos va quedando de Sevilla, querida Nuria: el alma. El alma que has pintado en tu cartel, porque lo que es el cuerpo, incluidos los interminables e insoportabilísimos cuerpos de nazarenos, mejor que lo dejemos para otro día, porque íbamos a tener que sacar el pañuelo, pero no para pedir las dos orejas por tu obra, cosa que hago, sino para hartarnos de llorar.
Sevilla tiene su alma. En su almario. Y Nuria Barrera ha sabido sacarle a Sevilla su alma de su almario. O, lo que es lo mismo, ha tenido la valentía de, ahora que estar de moda salir del armario, sacar del armario al alma de Sevilla, de la que tantos se avergüenzan por rancia, por reaccionaria, por "retardataria" que le dicen y que suena a receta del SAS: "Sevilla Retard"; lo contrario al progresismo de pacotilla con cuyo cuento tantos viven y que se está cargando a la ciudad.
El cartel de Nuria Barrera saca del armario, pues, todo aquello de lo que muchos se avergüenzan porque no es progre. No le falta un perejil a este gazpacho bien majao del alma de la ciudad en fiestas. El cartel de Nuria Barrera es como el camarote de los Hermanos Marx de la Sevilla que nos emociona y en la que encontramos la verdadera alma de la ciudad. En vez de "¡y dos huevos duros!", hay que decir ante este camarote: ¡Que se mueran los feos! No enumero, por sabido y explicado, cuanto aparece en esa tienda no de los veinte duros, sino de los veinte millones de grandezas de símbolos de Sevilla. Hay de todo y por su orden: túnicas de nazareno, trajes de flamenca, sombrereras de García el de la Alcaicería para el Rocío; zapatillas de "nazareno, una hebilla menos"; zapatos de flamenca como los que para niñas chicas vende mi hermana Fina en Calzados Catedral; cinturones de esparto; túnicas que esperan que una madre las descuelgue y las planche: un tambor que lo ves y suenan las cornetas de "Estrella sublime"; un mantón de Manila; esa caja de los adornos de gitana que hay en todas las casas y que tiene más abalorios que el escaparate de Elena Bernal... ¿Que si falta algo? Pues quizá una túnica de ruán, aunque está su esparto. Y si nos ponemos, la enagüeta de un armao. Hombre, faltas le encontrarán. Cada cofradía quisiera tener su túnica ahí colgada. O lo que dice un amigo mío, sevillista por más señas: "Al cartel le faltan dos cosas para ser completo: un paraguas, pues aquí en Sevilla siempre llueve en Semana Santa o en Feria; dentro del paragüero de Ikea de la Copa de la Uefa, que ya es otra fiesta de primavera de Sevilla". Venga, venga, ponedle faltas. Pero lo que nadie discute es que con el cartel de Nuria Barrera, la mejor Sevilla, de la que muchos se avergüenzan por rancia, ha salido del armario. ¿Passssa algo? Pues pasa que a ver si aprenden los maestrantes para su cartel de los toros y se dejan de moderneces ridículas y carísimas, que son una bofetá al alma de Sevilla. Y de su afición.
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