ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 10 de febrero de 2017
                               
 

Patrimonio, nuevo Mariscal Soult

Mira que Sevilla ha padecido a lo largo de su Historia sinvergonzones, trincones y mangones, antes y después del cervantino Patio de Monipodio. Bueno, pues de todos los que hemos soportado, indígenas o importados, quizá ninguno como el Mariscal Soult, que hizo mangas y capirotes en la cobardona Sevilla que se entregó a los invasores napoleónicos sin pegar un solo tiro. Antier íbamos aquí a resistir a los franceses como en los sitios de Gerona, Zaragoza o Cádiz... ¡Lo que nos gusta ser conquistados por el primero que se nos entra por las puertas, y hasta hay guantás para llevarlo a la caseta y convidarlo a una copita y al mejor jamón! Las gaditanas se hacían tirabuzones con las bombas que tiraban los fanfarrones y aquí al fanfarrón Rey Pepe Botella hasta le llevamos las cofradías a la puerta del Alcázar. ¡Lo que nos gusta un peloteo al poder, sea quien sea, venga de donde venga y sea legítimo o no!

Soult, como saben, se hartó de rapiñar cuadros por las iglesias y conventos de Sevilla. Lo que se dice un mangón de obras de arte. Todavía están en muchas iglesias sevillanas los huecos de los cuadros que se llevó el tío. Y no se dice, pero habría sevillanos que estarían encantados en entregar a Soult cuanto quería robarnos. Aquí somos así. Seguro que alguno hasta le diría:

-- Mi mariscal, ¿y por qué no se lleva vuecencia también este murillito que le hace juego con el otro que acaba de trincar en La Caridad?

Murillito... Así nombraba a los cuadros, "un murillito", "un zurbaranito", Andrés Moro, el enigmático anticuario de la Cuesta del Bacalao, de quien José León-Castro hizo el otro día un espléndido retrato literario en la competencia y que por muchas obras de arte que atesorara en su comercio, casi de escenario de novela negra, en las casas que iba comprando y uniendo interiormente entre Argote de Molina, Placentines y Alemanes, no atesoró nunca tantos cuadros como Soult desvalijó y se llevó a Francia para complacer a Napoleón.

Bueno, pues resulta que como ya no luchamos por la independencia ni defendemos la soberanía nacional, ni hay franceses que nos invadan, sino catalanes que se quieren ir, los mariscales Soult son nacionales, no de importación. No pertenecen al Ejército de Napoleón, sino al propio Reino de España. Lo digo porque Patrimonio Nacional, que es el mote republicanote que le han puesto al Patrimonio Real de la Corona, ha roto en Mariscal Soult y quiere arramplar con un montón de cuadros más sevillanos que las plumas de los armaos. Reclama que el Alcázar, ese monumento mitad monje y mitad soldado, mitad del Ayuntamiento y mitad Palacio Real, le mande a Madrid (y a lo mejor hasta a portes pagados, los muy mamones) un cuadro tan sevillano, tan nuestro, tan del Puerto y Puerta de las Indias, tan de la Sevilla americanista como la delicadísima "Virgen de los Mareantes" de Alejo Fernández (prima hermana de su Virgen de la Antigua de la Capillita de la Puerta Jerez), bajo cuyo manto protector navegan por el río los galeones de la Flota de la Carrera de Indias. Este cuadro es una de las muchas maravillas que los sevillanos desconocen. Y no debe salir de aquí, del Alcázar, bajo ningún concepto. Así que si (Dios no lo quiera) llegan los camiones de Patrimonio para llevarse la Virgen de los Mareantes, ya mismito quiero ver haciendo una sentada en el Patio de Banderas para impedirlo a aquellos defensores de boquilla del patrimonio que no sé si se acuerdan la que liaron demagógicamente una vez delante de la puerta de la Casa de Pilatos, con Amalia Gómez a la cabeza. Todo antes que el mismísimo Rey de España (q.D.g.) sea ahora el nuevo Mariscal Soult que se lleve los cuadros de nuestra Historia.

 

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