ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla  28 de febrero de 2017
                               
 

Nada que celebrar

Hoy se celebra el Día de Andalucía. Bueno, lo celebran los que viven de ella, en la Junta, en las empresas públicas creadas por la Junta, en los observatorios creados por la Junta, en las delegaciones provinciales de la Junta; incluso en la oficina de la Junta en Bruselas, que haberla, hayla. Los demás celebramos un puente buenecito, porque tenemos bien poco que celebrar. Hoy se celebra el Día de Andalucía y me quedo pensando: ¿celebramos el día de Andalucía o el día de la Junta de Andalucía? Hoy es como el desfile de la victoria de una frustración colectiva. El día en que, con lo poco que hay que festejar, debe de celebrarse, no sé, que Andalucía, a pesar de la autonomía, tenga la tasa de paro más alta de las regiones europeas. Y que en cada informe PISA nos den un palo en materia de excelencia escolar que, eso: pisa morena, pisa con garbo las tasas de fracaso escolar, y de abandono. Y de jóvenes universitarios que acaban de graduarse en esas fábricas de parados que son las facultades y las escuelas técnicas y no encuentra aquí currelo, y se tienen que ir al extranjero...de camareros o de lo que sea. ¿Cuántos jóvenes andaluces emigrantes, con dos títulos el que menos y cuatro másteres, y dominio de tres idiomas, celebrarán hoy el día de Andalucía en Londres, en Chicago, en Lima, en Dubai, en Ginebra, en Frankfurt?

Cada año me entristece más el Día de Andalucía porque compruebo que no sirvieron para nada los sueños, los esfuerzos, las ilusiones que una generación entera depositó en la autonomía. Con la autonomía se iba a acabar el paro; se iban a terminar las diferencias entre regiones ricas y regiones pobres de España; íbamos a ser respetados ante el resto de la nación; no iba a ser Andalucía la criada de Europa; la tumbona de sol para los guiris de vacaciones baratitas; el tópico del arsa y toma. Y ya ven en qué ha quedado todo. En una inmensa maquinaria burocrática, que vas por una calle y no hay edificio donde no te encuentres el escudo de la Junta, que ha puesto allí un chiringuito donde están colocados tropecientos mil adictos al Régimen del partido que gobierna la autonomía desde que con tantas fatiguitas se consiguió, sin que hayamos tenido todavía la oportunidad de comprobar cómo sería Andalucía gobernada por otras siglas, otro modelo de administración, otra ideología, otros que no fuesen los vividores de este Régimen. Sí, esto es no es una autonomía: esto es un Régimen. La generación de los que ilusionadamente conseguimos la autonomía para acabar ahora en el "no era esto, no era esto", hemos vivido solamente en dos regímenes, dictatorial el uno, democrático el otro: el Régimen de Franco y el Régimen de la Junta. A ambos, el mismo respeto-miedo, por el poder que acumulan. Nadie se atrevía a hablar contra el Régimen de Franco. Nadie se atreve a cuestionar el Régimen de la Junta; si lo haces, te juegas literalmente el pan de tus niños. Porque todo lo dominan, todo lo controlan, todo lo abarcan. ¿Centralismo madrileño? Lo detestábamos cuando pedíamos la autonomía. Pero de la ilusión del 4-D del 28-F, ¿qué se hizo? Del centralismo madrileño hemos pasado al centralismo sevillano. Del partido único del anterior Régimen hemos pasado al partido omnipotente del Régimen presente.

¿Conquistamos una autonomía, o fuimos todos cómplices del pretexto que se buscó el PSOE para echar de La Moncloa a la derecha, que entonces era el centro de UCD, y perpetuarse en el poder? En Madrid no pudo. Pero aquí en Sevilla bien que se han perpetuado en el poder los que inicialmente no creían en Andalucía ni sabían cómo era la blanca y verde. Todo empezó con la chapuza de una pizarra con tiza en el escrutinio del Casino de la Exposición el 28-F y con un pucherazo, porque el referéndum se perdió en Almería. Así que como andaluz con ejercicio y servidumbre, con la mano en el pecho y todo el dolor de mi corazón, tengo el deber moral de confesarles que creo que hoy no hay absolutamente nada que celebrar.

 

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