ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 12 de abril de 2017
                               
 

Los paveros

Para Joaquín Moeckel

La escena, que he vivido tantas veces, ocurre cuando estás viendo las cofradías desde las sillas de la Avenida, que para muchas hermandades se ha convertido como una segunda Campana, en la que quizá la cuadrilla lleva el palio desde la esquina del Banco España de una sola chicotá y con no sé cuántas marchas enhebradas hasta la vuelta para entrar en la Catedral por la Puerta de San Miguel a los sones de la Marcha Real. Como lo de Joselito y los toros en El Puerto, el que no ha visto a los Díaz Palacios mandar el palio de la Virgen de la Caridad por la Avenida, y ese trozo de Arenal andándola con garbo, compás y torería, no sabe lo que es ver la cofradía del Baratillo.

Para ver las cofradías en la Avenida hay que tener abono o el pase de entrada que te dé un vecino. Pero el día que los aficionados a las cofradías descubrieran el lucimiento de la Avenida de la Constitución, aquello se iba a poner como una calle señaladita con valla. Aforada, vamos, más allá de las cadenas de fuero de las columnas de las Gradas de la Catedral. Allí he vivido muchas veces la escena, en cofradías de capa o de cola. Está el paso ya en la Punta del Diamante, parado. Sí, he escrito "parado": "arriado" dicen ahora, y parece que a los pasos los ha estropeado una inundación. A eso me suena lo de los pasos "arriados". Voz que antes, en todo caso, decían los capataces y costaleros del muelle, cantera de la gente de abajo y de su habla profesional de la estiba, y que ahora inunda de arriadas toda la Semana Santa.

La escena, y a ver si la enjareto ya de una vez, con tanto exordio, es que está el paso parado en la Punta del Diamante, la cofradía detenida, la cera de las parejas en tierra, y de pronto llega algo tan tierno como un revuelo de gorriones, como una camada de cachorros recién paridos. Son los monaguillos que el pavero adelanta a los baños de la Catedral, aprovechando que todavía falta mucho para que entre el paso por la Puerta de San Miguel. Allá que va el diputado pavero, palermo en mano, llevando a la grey infantil de la cofradía, todos vestidos de monaguillos, con su sotanita negra de sacristán antiguo, con su sobrepelliz planchadísima y almidonadísima por el mimo de manos maternales y con una esclavina en la que lucen orgullosos el escudo de la hermandad en la que, quizá, es el primer año que salen. Cuanto más seria es la cofradía, más destacan los paveros de este parón de la Avenida corriendo entre los últimos tramos con su infantil piara de ilusiones camino de la Catedral, sin que se les pierda ni uno, ni ninguno quede atrás. ¿Como niñeras de la cofradía, dice usted? Pues sí, y a mayor honra y gloria de un Cristo o de una Virgen: los diputados paveros son los que cuidan de verdad la cantera de la nómina, a pie de cofradía en la calle. Cuando pasan los paveros con su rumor de monaguillos delante del estanco de la Avenida, me acuerdo de la comparación sevillana que decía su dueño, Rafael Conde, el que barría personalmente la Puerta del Baptisterio en las tardes de novena de la Virgen de los Reyes:

-- Eso es más difícil que llevar una piara de gatos por la carretera...

Pues esto de los paveros, querido Rafael que estarás viendo las cofradías desde el mostrador de tu celestial estanco, es más difícil que llevar a los monaguillos de la cofradía desde la Punta del Diamante hasta los baños de la Catedral sin que se te quede atrás ninguno. Lo que más me admira de los ignorados paveros es la seguridad que dan a los padres: les encomiendan con toda confianza la estación de penitencia de estos nazarenitos vestidos de monaguillos, con su cestita de mimbre al brazo, quedándose sin caramelos, de tanto querer darlos, mucho antes de que la cofradía llegue a La Campana. Benditos paveros que cuidáis el futuro de la Sevilla nazarena. A los ojos de algunos, vuestra delicadeza con los niños con los que bregáis reluce más que el oro de la vara del hermano mayor. Evangelio puro andando entre los ciriales y la gloria del incienso: "Dejad que los niños vayan lo más cerca del Cristo, que dentro de cuatro o cinco años ya irán de nazarenos allá delante, en el Senatus".

 

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