ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 12 de junio de 2017
                               
 

Velas de Corpus

Pasas por la Plaza, ves que están ya casi terminadas las portadas y el aparato para el argénteo altar del Corpus, tendidas las velas para la sombra de la mañana de juncia y romero, y si eres sevillano de los clásicos y agonías, piensas:

-- ¡Hay que ver lo rápido que pasa todo! Ya, hasta pasó El Rocío. Y ya tenemos aquí el Corpus. Y el verano. Quiere eso decir que salvo el paréntesis de la Velá de Triana, ya no tendremos más fiestas ni más tambores y cornetas hasta la Cabalgata.

-- Se olvida usted de la mañana de la Virgen.

De los Reyes, por supuesto. Qué bonita manera tiene Sevilla para nombrar a sus advocaciones más queridas: no hay que decir de qué Virgen es esa mañana; ni qué Señor se mienta con el título reverencial que le da la ciudad para reconocer su potestad. Pues sí, señores: se acaba lo que se daba del ciclo de las fiestas. Hasta en los toros. Ya están para empezar las novilladas de promoción y las ultimas picadas del abono de este año (hasta el día de San Pedro y sus Lágrimas por las cuatro caras de la Giralda) se nos han vuelto horariamente hogaño como nocturnas de debutantes, porque empiezan a las 9 y media de la noche. Hora de comer pipas y de entrar con bocadillos. Seré demasiado clásico, pero no me pega nada ir a los toros el día del Corpus no a las 7 como aquel inolvidable Corpus capicúa del 18-6-81 con Manolo Vázquez, Curro Romero y Rafael de Paula; habrá que ir a ver a Pablo Aguado y a Rafael Serna, espero y deseo que a triunfar con los novillos del Parralejo de Pepe Moya, ¡a las 9 y media de la noche! ¿Esas son horas para ir a los toros el día del Corpus? Con el madrugón que nos habremos pegado, encima un trasnoche...

Pero empezamos hablando de los preparativos del Corpus en la Plaza y nos quedamos a dos velas. Ya están puestas. Las dos. Las del Corpus y las del Andén del Ayuntamiento. Velas, ¿eh? No toldos. Los toldos son los de Quitasol: los de "Currito dale al botoncito" que tanta gracia le hacen al profesor Olivencia, que se sabe el anuncio de memoria (por aquello de la modernidad, claro). Llamar en Sevilla toldos a las velas es como decirles churros a los calentitos. Los toldos son otra cosa: los que ponen en los comercios y en las terrazas de los 15.024 veladores; y las velas son las que toda la vida se colocaban de azotea a azotea en las calles, para dar sombra. Y a la altura de almanaque que estamos, no hay en Sevilla colocadas más velas que las del Corpus. ¿Para cuándo vais a guardar la colocación de velas en la solanera de Sierpes, de Tetuán o de La Campana, hijos míos del Ayuntamiento? ¿Os parecen pocos todavía los 40 grados que llegan a marcar esos termómetros callejeros que psicológicamente hacen sentir todavía más calor de la que hace y que recordarán anularon cuando una maratón, para que los corredores no cayeran como pajaritos al quincarlos?

Les llamamos velas a las que coloca el Ayuntamiento en las mentadas calles y adyacentes, pero en realidad no lo son. Como las de los barcos, cuyas lonas eran las reutilizadas para tal menester de dar sombra, las velas de las calles y de los patios se arriaban y se izaban: o sea, se echaban por la mañana, con la calor, y se descorrían al anochecer, para que entrara la mareíta que sube el río desde Sanlúcar. Con un sistema como marinero de cordeles y garruchas. La otra noche asistimos al prodigio del mantenimiento de este rito. El Hotel Casas de la Judería celebraba la apertura al público de la calle de su restaurante Baqus, con una importante bodega. Era en uno de los patios del hotel, cubierto con su correspondiente vela. Parecía fija, como las de Tetuán o Velázquez. Pero a la anochecida, oh gozada de antigüedad, oh prodigio de saber de siglos en la lucha contra la calor, descorrieron la vela, ¡y empezó a entrar un fresquito más bueno! El que precisamente no entra por la noche ni en Tetuán ni en Sierpes, porque las velas fijas lo que hacen es mantener durante la noche toda la calor de la flama del día.

 

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