ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 30 de junio de 2017
                               
 

Turismo, vida y muerte

Vida es el hermosísimo nombre de una calle del barrio de Santa Cruz. ¿Ustedes saben lo que es el vivir en la calle Vida? Es vivir doblemente. Sevilla tiene un Callejero Lírico. Con algunos nombres saldría un precioso libro de poemas: Agua, Sol, Mar, Hombre de Piedra. La muerte, por el contrario, no tiene nombre de calle. Bueno, sí, casi lo tenía: la del Ataúd, tan ligada a la leyenda y la historia del Venerable Mañara. Y si cito en el título la antítesis de la vida y la muerte, de las tipuanas en flor y de "las mieles", como algunos antiguos llaman al cementerio, por sinécdoque del Cristo de tal nombre.

-- Manolito está ya el pobre camino de las mieles.

Y si cito la vida y la muerte del turismo es porque advierto, no sin alarma, que a la llamada "primera industria de Sevilla" se le pueden aplicar perfectamente los versos del "Y sin embargo te quiero" de nuestro inmortal Rafael de León, que Concha Piquer cantaba como nadie: "Eres mi vía y mi muerte,/te lo juro, viajero,/no debía de quererte,/no debía de quererte/y sin embargo te quiero".

-- Se ha equivocado usted al citar a Rafael de León, y me extraña. Ha puesto "te lo juro, viajero", y es "compañero".

No, no me he equivocado, sino que he dado "en tor bebe": he puesto intencionadamente "viajero" por "compañero", pues en el turismo está teniendo Sevilla su vida y su muerte. Lo aclaro: la ciudad está viviendo confiada y alegremente del turismo, que está matando a gran parte de lo que entendíamos por Sevilla. ¿Qué tienen que ver la calle Mateos Gago de hoy, o la Cuesta del Bacalao, la Plaza de los Venerables o la actual de Doña Elvira con lo que eran hace apenas cinco o diez años? Antes tenían una vida completamente distinta a la de hoy. Por no hablar de los alrededores de la Catedral. Hoy toda esa Sevilla de leyenda, de belleza, de rito, de mito, de silencios, es un Parque Temático de sí misma. Una caricatura peor que la que hizo Vega Inclán en el Barrio de Santa Cruz en vísperas de la Exposición Iberoamericana de 1929. Hoy vas por esa Sevilla y no ves sevillanos, sino turistas y más turistas. No me invento nada: me he sentado en Casa Morales a tomar unas copas y unas tapas, y los únicos no ya sevillanos, sino españoles, éramos Isabel y yo. Todos los demás eran guiris, de los acomodados que dejan dinero, de los que viajan con un libro-guía, donde leyeron recomendada la excelencia de ese Templo del Mollate. Pero como eso no venía en la refinada guía de su consulta que allí los llevó como a lugar iniciático, en la Sede Patriarcal del Valdepeñas bebían... ¡vino blanco de Rueda!, como buenos alemanes o americanos.

Lo que Sevilla empieza a presentar como un éxito, vivir del turismo, es ya considerado como una desgracia en Barcelona. Allí, en plan CIS, el Ayuntamiento hace un Barómetro semestral sobre los problemas de los vecinos. ¿Y saben cuál es el principal problema que ahora consideran los barceloneses? El turismo. En junio de 2015 el primer problema era el paro; ahora, el turismo, que da el máximo índice, el 19%. ¿Por qué? Por lo que empezamos a sufrir en Sevilla: por la masificación, los problemas de acceso a la vivienda con la proliferación de pisos turísticos, el alza de precio de los alquileres. Barcelona ha pasado con el turismo, como en la copla citada, de la vida a la muerte. Aquí corremos ese riesgo, aunque ahora estemos encantados de habernos conocido con tantos guiris por las calles. A lo mejor incluso a la larga terminamos como en Venecia, donde no se puede ir en época turística y donde los pocos venecianos que quedan viviendo en la Serenísima, consultados por el Ayuntamiento, han pedido que prohíban la llegada de cruceros, que sólo traen más turismo masificado y no dejan una sola pernoctación hotelera. ¡Y aquí, mendigando cruceros para el río y compitiendo con Málaga y con Cádiz! Te lo juro, compañero, que estamos viviendo de lo que está matando lo que algunos entendíamos por Sevilla. Pronto toda Sevilla será una inmensa casa de huéspedes chunga. Como Barcelona.

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