ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC, 12 de julio de 2017
                               
 

Mi techo de gasto

Hay que ver lo pesaditos que se ponen los dirigentes de las autonomías cuando cogen la perra con un término, especialmente si es económico: lo repiten hasta la saciedad, como si todo el mundo supiera de qué se trata, cuando suelen ser cuestiones técnicas que van de ellos con ellos o de ellos con el Ministerio de Hacienda, el de Montoro que te pilla el toro y te mete el cuerno por el escritorio del despacho de asesoramientos. ¿Se acuerdan cuando lo de la deuda histórica? ¿Se acuerdan la que liaron con la deuda histórica? Si no reclamabas al Gobierno de Madrid la deuda histórica, ni eras una de las 17 autonomías, ni defendías a tu pueblo y a una de las 17 banderas, ni eras nadie. El caso es que la gente se quedó con la copla de la deuda histórica, de tanto repetirlo. Hasta el punto que le oí a un sevillano:

-- ¿Deuda histórica? Para deuda histórica, la de un cofrade de Los Gitanos cuyo nombre no te voy a decir, que tiene en El Rinconcillo desde la Cuaresma del 2014 una deuda histórica importante, vulgo "lápida", de pavías y de espinacas con garbanzos, y que da unos rodeos enormes para ni pasar por la puerta, no vaya a ser que lo vean y se la vayan a reclamar.

No sé si les pagaron o no la deuda histórica a los dirigentes autonómicos que se la reclamaban a Madrid. Pero pongo mi mano sobre el libro de reglas de canela y clavo de la Hermandad de Los Gitanos para asegurarles solemnemente que el cofrade de marras sigue sin pagar su deuda histórica en El Rinconcillo.

Es un tema recurrente esto de la economía del dineral que nos cuestan unas autonomías que tuvimos el error, inmenso error, de crear primero y de entregarles después asuntos vitales para la constitucional Patria común e indivisible, como la Educación o la Sanidad. En la economía de las autonomías hay modas. Primero se llevó lo citado de la deuda histórica. Ya pasó de moda, por lo visto. "No es tendencia", que se dice ahora. Lo que ahora es tendencia, pero tela de tendencia, incluso tendencia tendenciosa, que son las peores, es "el techo de gasto". Yo, la verdad, había oído hablar del techo raso, del falso techo, de los sin techo, del techo de cristal; hasta del techo de la Capilla Sixtina, que eso sí que es un pedazo de techo. Pero no tenía ni idea del "techo de gasto". Que viene a ser, según colijo, como los azulejos de riada que suele haber en las poblaciones ribereñas del Guadalquivir: "Hasta la raya de la parte inferior de esta placa llegaron las desbordadas aguas del río en la inundación del día tantos del tantos del ochocientos tantos". Me imagino que el Gobierno de Madrid quiere ahora alicatar así a las autonomías, ponerles a cada una un azulejo, en esta riada del dispendio: "Hasta la línea pintada en esta cerámica ha llegado la burrada de millones que se han gastado estos tíos nada más que en gastos generales, sin hacer una sola inversión productiva".

Pero como el cofrade y la deuda histórica de los pavías de bacalao, mucho me temo que este verano se vaya a poner de moda en la vida cotidiana lo del techo de gasto. Ya estoy oyendo a ese padre, en plan Montoro con su hijo cuando le pida dinero para salir por la noche:

-- ¿Pero ya te has gastado todo lo que te di ayer? Niño, ¿tú dónde tienes el techo de gasto? Toma, pero que sepas que ya has rebasado el techo de gasto y que esta semana no hay un euro más.

En la general (y quizá falsa) creencia de que la crisis ha pasado, este verano me parece que todos, como las autonomías, estamos derrochando muy por encima de nuestro techo de gasto. Esos hoteles con plena ocupación, esos embotellamientos en las salidas hacia las playas me dicen que, al fin y al cabo, todos andamos igual que las autonomías: muy por encima de nuestro techo de gasto. Por lo que a servidor respecta, mi techo de gasto es completamente tieso.

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