Sevilla siempre ha padecido especies invasoras. Fíjate el mariscal Soult, que nos dejó sin un Murillo. Lo que ocurre es que se han puesto de moda con la proliferación de las cotorras. Alguien un día compró una exótica cotorra, se la llevó a su casa, creía que la cotorra iba a aprender a hablar e incluso a recitar el "Pero como Tú, ninguna", comprobó que la cotorra hablaba menos que la hermana de la Cruz que va de mudita haciendo pareja con la mayor de toca negra que sí que habla; se hartó el hombre de tanta cotorra y mandó a la cotorra a tomar viento. Vamos, que en cuestión de cotorras se quedó con la suegra. Pensó:
-- ¿Para qué quiero yo una cotorra, teniendo a mi suegra viviendo con nosotros?
Y la cotorra que soltaron se reprodujo más que las tórtolas turcas, que son otras aves invasoras de las que nadie se ocupa, y que han llenado Sevilla. El Ayuntamiento no tiene absolutamente nada contra las tórtolas turcas, que por cierto tienen un hermoso zureo para las horas de sopor de la siesta, pero ha comprobado que las cotorras sí se han salido de madre. Y como recordarán, hasta libraron un dinero para acabar con las cotorras a tiros. Para hacer un descaste bueno de cotorras con carabinas de aire comprimido, que se escribe así y se pronuncia "escopeta de plomillos", como las antiguas del tiro al blanco de los patitos.
Eso no le ha parecido bien a la oposición, el cotorricidio. Aquí se pueden talar árboles centenarios sin que ocurra nada, pero no se puede tocar a la invasora cotorra. Y eso que dicen que están echando de sus nidos a los cernícalos, a las panarras y a otras sevillanísimas especies de las de toda la vida en nuestras torres y espadañas. Especies invasoras... Ya he dicho que nadie se ha fijado en las tórtolas turcas, sólo en las dichosas corolas. Pero padecemos un montón de invasiones de otras especies, ante las que no se toman remedios ni se convocan concursos para acabar con ellas a plomillazo limpio. Y alguna de estas especies invasoras hacen a Sevilla bastante más daño que las cotorras, que conste. "Sin ánimo de ser exhaustivos", como decía el otro, aquí va un chaparrón bueno de especies invasoras que hemos de padecer sin que nadie proteste:
La especie invasora del "turismo tóxico", impresentable, de camiseta de tirantas y chanclas, con botella de agua mineral en la mano para "hidratarse", que no deja un duro en Sevilla, o media pringá en todo caso, y ante el que la ciudad ha sucumbido y le ha entregado sus mejores tesoros.
La especie invasora de los veladores a discreción por aceras y calles, que hacen el paseo imposible por el centro y hasta por La Buhaira. Punto en el que cogieron a la histórica y centenaria confitería La Campana por cotorra. Acabaron con sus veladores, mientras los de Santa María la Blanca hasta hacen cría por las noches, porque cada vez hay más, y los de la calle Mateos Gago, ni te cuento.
La especie invasora de los ciclistas, dictadores del carril-bici, de las aceras, de las calzadas, que circulan por donde les da la gana, hasta por las calles peatonales, y que unas veces les interesa ir de peatones y otras de vehículo.
La especie invasora de guarros a destajo que somos los sevillanos, tirando al suelo lo que nos sobra, y mira que hay papeleras y mira que tienen que poner máquinas barredoras.
La especie invasora de los canis y la gentuza en pantalones cortos haciendo botellona.
La especie invasora de los hoteles con encanto, las franquicias y las heladerías que han desnaturalizado el centro.
La especie invasora de emprendedores que todo lo que emprenden es un negociete que depende al cien por cien de las subvenciones públicas.
La especie invasora de los graciosos sin gracia ninguna.
La especie invasora del turismo como principal fuente de riqueza, mientras a la industria y a la agricultura las tratamos como a las cotorras, a plomillazos de escopeta de aire comprimido.
--
Correo
Si quiere usted enviar algún comentario sobre este artículo puede hacerlo a este correo electrónico
