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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 3 de octubre de 2017
                               
 

Lunes de la Vergüenza Nacional

Es como lo de aquel torero, creo que Desperdicios, al que un toro le pegó una cornada de caballo en la cara: "Casi ná lo del ojo, y lo llevaba en la mano". Algo así, pero de pena, no de risa. O, si no queremos ponernos demasiado trágicos, debemos entenderlo como el mejor chiste del año. Es una historia completamente verídica, como las de Paco Gandía, aunque con tela de guasa, no con gracia, y más peligro que un cable pelado. El autor del chiste es una persona tan seria como don Mariano Rajoy. El chiste fue cambiando de tiempos verbales conforme pasaban los días, pero seguía siendo el mismo. Primero fue: "No habrá referéndum". Luego, en el mismísimo 1-O, "No hay referéndum"...y los separatistas haciendo cola para votar. A la noche de ese día, qué noche la de aquel día, el chiste era finalmente como se ha quedado en los titulares, déjenme que aguante la risa: "No hubo referéndum". ¿Que no hubo? ¡Pues anda que si llega a haberlo, la que se lía!

Digo que es el mejor chiste porque Rajoy dice que "no hubo referéndum" y todavía están los separatistas haciendo cola para ir a echar papeletas sabe Dios cómo en los contenedores del Pucheréndum de sabe Dios qué. Sí, bien lo sabe Dios: de la vergüenza de España. Un golpe de Estado en toda regla contra España. Y a los golpistas, ni reñirles. Ayer fue Lunes de Resaca. Pero no aquel Lunes de Resaca en que por la tarde se corrían en la plaza del Arenal los toros de Guardiola que se arrancaban de largo a los caballos. No aquel Lunes de Resaca que se inventó uno de Archidona que ahora quiere excomulgar a Alberto García Reyes; lunes que nos hizo quedar a los sevillanos como unos borrachucios que no sabíamos beber y necesitábamos todo un día para reponernos de las papas gordas y vomitonas de la Feria. No. El de ayer fue el Lunes de Resaca de la Vergüenza Nacional de no haber sabido o querido actuar a tiempo y aplicando todo el peso de nuestras leyes, que consagran la Unidad de España, contra los separatistas.

Tomo de la biblioteca el ejemplar de la Constitución que tengo en lugar sagrado desde 1979 y leo. El artículo 1, en sus párrafos 2 y 3: "La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado"; "La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria". Y leo, de pie y en primer tiempo de saludo, el artículo 2: "La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas". Y leo, y casi me echo a llorar en este vergonzoso Lunes de Resaca, el artículo 8: "Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional". Y ya me faltan pañuelos para llorar cuando sigo y sigo, como Joe Rígoli, y llego al artículo 155 famoso: "Si una Comunidad Autónoma no cumpliere las obligaciones que la Constitución u otras leyes le impongan o actuare de forma que atente gravemente al interés general de España, el Gobierno, previo requerimiento al Presidente de la Comunidad Autónoma y, en el caso de no ser atendido, con la aprobación por mayoría absoluta del Senado, podrá adoptar las medidas necesarias para obligar a aquélla al cumplimiento forzoso de dichas obligaciones o para la protección del mencionado interés general".

¿De qué nos ha valido todo esto? De nada. De oprobio de España, de cobardes ataques a la Policía Nacional y a la Guardia Civil, las únicas instituciones en su sitio, frente a los felones Mozos de Escuadra, cuyo jefe sigue cobrando el Estado que quiere destruir. De tristeza general. De miedo, sí, por Marifé de Triana, a cuanto pueda ocurrir en las próximas horas: "Miedo, tengo miedo". Y el que no lo tenga, es que es un insensato. O un separatista catalán, que es otra forma de ser insensato. Aparte de la de presidente del Gobierno del Reino de España.

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