Lo de los separatas catalanes está sirviendo para muchas cosas. Más que una navaja suiza. Está sirviendo, de momento, para ver la tibieza, si no la cobardía, de muchos que por sus cargos, para los que los elegimos, tenían la obligación de haberles parado los pies hace muchos años. Está sirviendo para ver la cobardía de muchos otros, también con altas responsabilidades políticas, cuyos nombres citar no quiero, pero que usted tiene en la punta de la lengua. Está sirviendo para que comprobemos que Sevilla es mucho más española de lo que creíamos. Ni en el 4-D ni en el 28-F históricos hubo en los balcones tantas banderas de Andalucía, y durante tanto tiempo, como de España ahora. Y está sirviendo para que los sevillanos nos sintamos orgullosos de nuestro arte de la cera. Tanto es así, que le meto la lupa al plano de Olavide para ver si había alguna Alcaicería de la Cera como la había de la Seda, la actual calle Hernando Colón. Bueno, y aunque no la hubiera, ahí está la centenaria y antigua Cerería del Salvador, que ha vuelto a su lugar de nombre y origen, y que es como un conservatorio de los ritos de la flor de los panales.
Conocerán la noticia que me mueve al elogio sevillano del arte de la cera, de ponerla y de quitarla. En Barcelona, los sediciosos separatistas golpistas se han manifestado para pedir la libertad de los encarcelados Yordis. Yordis enchironados entre los que echamos en falta, por cierto, a los pujoles, padre e hijo; una vez puestos con los yordis podían haber seguido la tacada. Estos Yordis, según el chiste sevillano, no están en Gerona ni en Yirona, sino en chirona. Y para que los saquen, han hecho una marcha mocturna como les gusta a los nazis: con antorchas. Pero como las antorchas son muy caras y la pela es la pela, la han hecho con velas, a lo largo de la Diagonal de Barcelona. Y con tanto chorreo de los mocos de las velas han puesto su suelo como el pisoplaza de la calle Sierpes al final de la Semana Santa. Qué poco arte y paladar tendrán los barceloneses para la cera, que marchando la procesión nocturna nazi de las candelas, no hubo chaval alguno que se acercara a uno de los conspicuos independentistas para pedirle:
-- Separata, dame cera...
Unas cuantas buenas bolas de cera, como la del mundo que San Fernando en su mano lleva, podía haber hecho la manipulada chavalería adoctrinada en odiar a España en las escuelas. Por eso toda la cera cayó al suelo. Y puso el de la Diagonal que a la mañana siguiente, como no tienen ni idea del arte de la cera, los peatones y los motoristas resbalaban, y se pegaron unos jardazos y vejigazos bastante importantes, de modo que tuvieron que cerrar al tráfico durante 24 horas tan transitada arteria para limpiar la cera. ¡Ya ves tú! Como dijo Carlos Herrera: eso lo arregla aquí Lipasam con sus máquinas en un periquete, en cuanto pasa la última cofradía. O por el plan antiguo, que era echando arena sobre la cera, con lo cual ni los peatones ni los vehículos se resbalaban, y se iban llevando la cera "¡muy poquito a poco!" en las suelas de los zapatos y en los neumáticos. ¿Y esas madres con su plancha y su papel de estraza quitando los goterones de cera en las túnicas de los nazarenos o en la chaqueta nueva que estrenamos el Domingo de Ramos, dónde me las dejan? ¿Qué saben de eso los separatistas catalanes, la gente con menos arte para quitar la cera que yo he visto? Y de fundir la cera, nuestro otro grandísimo arte, es que ni te cuento. Y de encender una candelería en tarde de viento con el arte de los Santizos, ni te hablo. No hay más cera que la que arde, aunque Cataluña esté que arde. ¿Pero cómo van a poder gobernar su pretendida e ilegal independencia unos tíos que no saben ni quitar la cera del suelo? Lo único que saben en esta materia es sacarnos al resto de los españoles hasta la cera de los oídos. Porque no quiero que me llamen machista, que, si no, incluso estaba por decir que las catalanas no saben hacerse la cera en las piernas con el arte de las sevillanas.
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