ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 22 de diciembre de 2017
                               
 

Templo de la cerveza

Una de las máximas moralizantes (con tinto de Casa Morales) que proclamó el Marqués de las Cabriolas desde su Peña Er 77 decía: "Bebe a gusto, y orvía los disgustos". Tal nos ha pasado a muchos con las elecciones catalanas, que olvidamos su disgusto con el magno proyecto de algo tan nuestro como la Cruzcampo, que quiere convertir a Sevilla en lo que quizá ya sea: Capital de la Cerveza. No cuajó la idea de Juan Ramón Jiménez, ahora recordada en los actos que el Ateneo ha organizado a los 90 años del homenaje a Góngora con el que nació la Generación del 27. La idea de Juan Ramón era declarar a Sevilla como Capital Universal de la Poesía. Idea que para mí que no cuajó porque en el mostrador de El Tremendo, y ante una Cruzcampo fresquita, uno puestecito de salpicona (como la llamaba Beni de Cádiz), se preguntó becquerianamente: "¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? ¡Poesía eres tú, espumosa de Gambrinus!".

Aplaudo y apoyo la idea de Heineken, cerveza que no sé por qué no tiene más éxito entre los béticos, si viene en botella verde. La idea de que inviertan 8 millones de euros, 8, para convertir en un como museo las viejas instalaciones de la fábrica que los hermanos Osborne crearon en 1904 junto al templete de la Cruz del Campo que dio nombre a su cerveza. Y donde, trasladada la fábrica más allá de Torreblanca de los Caños, creó mi inolvidable Eduardo Osborne Ysasi la Fundación Cruzcampo, con su Escuela Gambrinus de hostelería y ese salón de actos donde ha conseguido Paco Robles que a los oradores les pongan por delante un vaso de cerveza y no de agua. Aunque me extraña que ningún Antoñito Procesiones se haya lanzado desde el auditorio, acercado a la mesa presidencial y de un solo trago se haya bebido la cerveza, justificando luego ante el auditorio: "Es que estaba fitito". No "fritito", no: "fitito", que es más sediento todavía.

Así que el edificio de la vieja fábrica conocido como "El Palomar" será como el símbolo de lo que, al modo del "Heineken Experience" de Amsterdam, va a crear la Cruzcampo. Como lo de Amsterdam, no: "mejón". A Amsterdam, verdes botellas de Heineken al margen, se la conoce por el Barrio Rojo de las pindongas en el escaparate y por los fumaderos autorizados de yerba marroquina, y no precisamente por la cerveza. Y en Sevilla en cambio, desde tiempo inmemorial, hay verdaderos templos de la cerveza. Templos metropolitanos y patriarcales. Templos parroquiales, con parroquianos a cientos. En Sevilla, desde siempre, se le ha rendido culto a la cerveza y más si es Cruzcampo. Me parece que fue, gracias a la "Pale Ale" de Cruzcampo, de las primeras ciudades donde se empezó a beber cerveza también en el invierno, pues era hasta entonces una bebida de verano, como ahora el tinto de ídem. Podría hacerse toda una guía de los templos sevillanos de la cerveza, desde El Tremendo a Casa Vizcaíno. O de los que desaparecieron, como las iglesias derribadas en la Desamortización, cual el mítico Baturones de la Ronda, templo catedralicio de la caña, el doble, la maceta, la campana, todas esas medidas había, algunas de ellas casi bávaras, como los cervezones inmensos que se meten para el cuerpo en Munich. Aquí nos falta, cierto, la Feria de la Cerveza, porque la Aprilfest nuestra es más bien la del rebujito. En cambio, en la Velá de Santa Ana se celebra algo único en el mundo: el concurso de tiradores de cerveza. En Sevilla se tira la cerveza de grifo con más arte de todo el orbe católico, Munich y Amsterdam incluidas. Tanto es así, que a la Duquesa de Alba le gustaba Sevilla, entre otras grandezas, porque decía que aquí había la mejor cerveza de grifo mejor del mundo. Y tenía razón. Eduardo Osborne hasta le regaló un aparato de tirar cerveza de barril, que instaló en la Casa de las Dueñas y que ahora podrían poner como pieza de museo en el templo de la cerveza de la Cruz del Campo. Precioso dual: el templete de la Cruz del Campo, que mandó levantar el Marqués de Tarifa, y el Templo de la Cruzcampo, que le encantaba a la Duquesa de Alba. Historia pura. Dual sevillano puro: de grifo o de botellín. Lástima que, en las coplas, Sevilla rime con manzanilla. Con lo que tenía que rimar era con cerveza. Naturalmente Cruzcampo.

 

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