Esto es más grande que Barcelona. Hablando de Barcelona precisamente (donde el PP sacó sus 3 únicos diputados, 3), resulta que las elecciones autonómicas catalanas las ha perdido mayormente un señor que no se presentaba siquiera: Rajoy. Elecciones que han consagrado con la legalidad la locura independentista y que tan cabreados nos tienen al resto de los españoles. ¿Por qué las convocó Rajoy tan pronto? Que los hombres no somos escopetas, don Mariano, y ya que se tiró usted al ruedo y tras muchas dudas aplicó el 155 que sin titubear le pedía Ciudadanos pusiera en marcha, no se puede dejar a los defensores de la unidad de España sin tiempo para neutralizar a los separatistas que querían romperla y que de hecho la quebraron en su referéndum ilegal de la DUI del 1º de octubre, Día del Caudillo: del Caudillo Puigdemont.
Un amigo cura de pueblo, el padre Antonio Romero Padilla, párroco de Carrión, con toda la retranca andaluza de los rocieros buenos, alababa con toda la guasa del mundo a Rajoy, gran perdedor no sólo de las elecciones catalanas, sino de las esperanzas de muchos españoles, con la siguiente ironía: "¡Qué gran acierto el de convocar elecciones autonómicas catalanas sin limpiar la Administración, sin cerrar la televisión defensora del golpismo y sin atajar (ni siquiera, reconocer) el adoctrinamiento en la escuela! ¡Qué gran acierto, miarma!". No se puede aplicar el 155 de un sartenazo, como para salir del paso. De ahí el revolcón, pero de los gordos, del PP en las elecciones catalanas... que lo ha sufrido la triunfadora Arrimadas del millón largo de votos. Pero mi tesis es que el PP ha perdido algo más que las elecciones catalanas: la confianza de los que creíamos que por una sola vez y sin que sirviera de precedente, Rajoy iba a echarle lo que pocas veces se le ve, valentía, y que iba a aprovechar el 155 para acabar de un plumazo con la chusma separatista.
No ha sido así, como ven. Al cesar al Gobierno autonómico catalán, no lo asumió él, sino que nombró presidenta de la Generalidad a Soraya Sáenz de Santamaría. Una señora que no sólo no desmontó la TV3 y acabó con una Administración al servicio del "España nos roba", sino que no se ha dignado poner un pie en la Cataluña de la que, sobre el papel y con la ley de su parte, era presidenta. ¿De qué ha servido que fuese Zoido quien tomara el mando de los mozos de escuadra que el 1º de octubre se cruzaron de brazos para dejar la parte desagradable del espectáculo a la Policía Nacional y a la Guardia Civil? Y es más: ¿de qué ha servido que los tribunales y el Estado de Derecho hayan funcionado tras la preocupada llamada de atención del Rey Don Felipe VI en su valentísimo mensaje, y que medio Gobierno, así como los agitadores de Omnium Cultural y la ANC fuesen donde es debido, a la cárcel de los golpistas y sediciosos?
Pues nada: los catalanes independentistas que han logrado ahora una mayoría más que legal han votado a un cobarde, a un tránsfuga de la Justicia, que se piró con medio Gobierno a Bruselas. Cataluña sí paga traidores, a pesar de lo agarrados que son, y al voto por Puigdemont me remito. Como me remito al millón cien mil catalanes que se sienten españoles y que han votado a la esperanza de Ciudadanos y a la valentía de Inés Arrimada, hartos ya de un PP acobardado y puesto de perfil y de un PSOE con un candidato bailón que se creía el rey del mambo y que ha quedado peor que Rajoy, si ello es posible, que no lo es.
Rajoy ha hecho en Cataluña un pan con unas tortas. Mi única duda es si han sido tortas de Alcázar de San Juan, tortas de Castilleja de la Cuesta o tortas de Alcalá de Guadaira. ¿A qué estas prisas en convocar las elecciones del día 21, con la Lotería y las Pascuas encima, y en día de trabajo? ¿Qué pacto por debajo de la mesa había y con quién? Como aquello del 14 de abril, con las elecciones catalanas y viendo el error, inmenso error de Rajoy, muchos españoles se acostaron siendo del PP y, con el cabreo, se han despertado como futuros votantes de Ciudadanos. ¡Y encima no les ha tocado en la Lotería ni lo que habían metido!
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