ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 4 de enero de 2018
                               
 

Fugacidad del Heraldo

Creo que ha sido en su gran pieza literaria de la nostalgia infantil con la que Carlos Navarro Antolín ha puesto este año muy alto el listón del Pregón de la Cabalgata de Reyes Magos, donde ha recordado un concepto fundamental de la Noche de la Ilusión en el que insistía mucho José María Izquierdo, su fundador: la fugacidad. Sostenía Izquierdo que la Cabalgata tiene que pasar ligera, para que los niños la vieran como una ensoñación, como ese sueño que, a la noche, con la impaciencia de los juguetes nuevos que les esperan, tanto tardan en coger el 5 de enero. La Cabalgata era antes así, a lo Izquierdo: veloz, con la fugacidad de un sueño, cuando las carrozas eran arrastradas no por tractores primero y por potentes autos todo terreno ahora, sino por mulas. Aparte de que las mulas de las carrozas de la Cabalgata iban tan ligeras como las del tiro de arrastre en la plaza de los toros, había otra razón: las baterías. Las carrozas se iluminaban con baterías de coches, que prestaban a José Jesús García Díaz "Pepito Caramelos" las empresas automovilísticas o de autobuses de línea. Y las mulas tenían que andar ligeras antes que se descargaran las baterías de la luz de la ilusión y la Reina Celeste del Lago Azul de los Cisnes Rojos se quedara completamente a oscuras en su carroza nada más pasar la sede del Ateneo en la calle Tetuán.

La fugacidad... ¡Qué sevillana es la fugacidad! Por lo barroco, funeral y triste, es el "In ictu oculi" de Valdés Leal en las Postrimerías de la iglesia de La Caridad. Pero por lo alegre y lo vivo, por lo más nuestro, es la fugacidad de "Pasa la Macarena", la marcha del maestro Gámez Laserna, de cuya muerte, por cierto, se han cumplido ahora 30 años. ¿Cómo pasa la Macarena? Fugazmente. Como un sueño. Como quería Izquierdo que pasara la Cabalgata. Como pasa con igual fugacidad, como un repeluco, el Señor de Sevilla, o pasa la Esperanza de Triana, o pasa el expirante Cachorro, o los armaos de la Centuria que, por ir más ligeros, ya no rachean las sandalias de material sobre el suelo, como en tiempos de Pepe el Pelao. Fugaz es el sueño de los veinte muletazos justos en la plaza de los toros. Fugaces las tres verónicas y media de Curro Romero. Fugaz el pellizco que te da el tercio gitano esa saeta al Señor de la Salud que se te clava en el alma una Madrugada.

Esta fugacidad que la Cabalgata ha perdido la ha recuperado el Heraldo, cada vez más popular. Para mí que una de las claves del éxito del Heraldo Real es la recuperación de la fugacidad, como un sueño, de la Cabalgata. Va el Heraldo a paso largo de caballo, como las antiguas mulillas de las carrozas, y van ligeros los beduinos recogiendo a todo meter las cartas de los chiquillos, o los que llevan el palanquín para ir depositándolas. Cuando te has dado cuenta, ha pasado el Heraldo y su breve cortejo. Fugacidad se llama la figura. E impaciencia de vísperas. Esto del Heraldo esta tarde y de la Cabalgata mañana es lo más grande que he visto. Sevilla, ciudad de vísperas, ciudad de gozar la Cuaresma casi tanto como la propia Semana Santa, ciudad que celebra hasta la colocación del primer tubo para la portada de la Feria, tiene en este arranque de año algo grandioso: la víspera de la víspera. La víspera del Día de Reyes es su Cabalgata, que a todos nos hace niños. Pero desde hace 21 años, desde 1997, esa víspera de la Cabalgata tiene su propia víspera: el Heraldo Real, figura que se le ocurrió al doctor don Antonio Hermosilla siendo presidente del Ateneo y que encarnó por vez primera Fernando López Carrasco ante la alcaldesa Soledad Becerril, a la que pidió las llaves de la ciudad para que entraran los Reyes Magos. ¿Un alguacil de la ilusión? Pues sí, eso es el Heraldo Real: el alguacil de la ilusión que hace el despejo para la Cabalgata y pide la llave para que los Reyes Magos entren en Sevilla y en el corazón de sus niños. Lo que esa noche somos todos: niños. Por fugacidad, por vesperal, por sevillanamente dual, con lo reciente que es, no hay tradición de estas fechas que haya tenido tanto y tan rápido éxito como el Heraldo Real. (La que te acabo de entregar, como habrás visto, querido beduino del Heraldo, es mi carta al Rey Negro.)

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