ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla,  2 de abril de 2018
                               
 

Servidores de Sevilla

El mejor elogio que puede hacerse de cómo ha funcionado la Semana Santa de 2018 es que parece ya que ha pasado hace muuuuuucho tiempo y estamos hablando de lo que hay que hablar: de los toros de ayer y de la inminente Feria. El año pasado, en este Lunes de Pascua Florida estábamos hablando de las tristes y pavorosas carreritas de la Madrugada, de dónde le cogió a cada uno, de las siete mil versiones de sus causas. En el presente Lunes de Pascua Florida que ya anuncia las sevillanísimas procesiones sacramentales de Su Divina Majestad, el mejor elogio que podemos hacer de cómo ha funcionado todo en Semana Santa es que parece que hace ya muuuuuuuucho tiempo que pasó. Porque no pasó nada. Pasaron los pasos. Pasó lo que tenía que pasar: que en las horas de más preocupación, la ciudad estaba "sosegada y en calma", como ritualmente anuncia la Ronda del Jueves Santo, y que nunca estuvo Sevilla tan protegida.

Por eso el presente es un artículo que va en elogio de quienes han permitido esto: los servidores. No hablo de esos servidores simbólicos que, vestidos de librea, con medias blancas, zapatos de hebilla y mucha gomina acompañan a las cruces de guía en muchas cofradías serias y en alguna que otra triste o rancia. Hablo de los servidores de Sevilla que en las horas de gozo de la ciudad, y para que ello fuera posible, han estado pringando en su currelo, y todos con una idea muy clara de su misión de servicio de la sociedad. Empezando por el alcalde don Juan Espadas, responsable máximo de que Sevilla haya sido la ciudad más protegida. Estaba presidiendo La Hiniesta, como es tradición, en nombre de la ciudad, pero para mí que estaba reinando en que todo saliera tal como estaba previsto por el Cecop y los servicios municipales. Y después, pero no con menor rango, elogio al delegado municipal de Fiestas y Movilidad, a don Juan Carlos Cabrera, que en estos días ha hecho verdad y realidad cuanto proclamó al presentar el pregonero el Domingo de Pasión: defender lo más grande que tenemos, que es la Fe de un pueblo en el cumplimiento de sus tradiciones de religiosidad, y a nuestras hermandades y al público contemplador de la suprema belleza de una cofradía en la calle.

Y no me olvido de las Policías. De la Policía Nacional escoltando, y esos sí que son servidores y no los de librea y gomina, cada una de las cruces de guía, o junto a los pasos, para atajar cualquier incidente, que gracias a Dios no es hoy tema de conversación, porque no lo hubo. Como no debo olvidarme de la Policía Local, de los que los sevillanos hemos llamado siempre familiar y cariñosamente "los municipales". No me equivoco si digo que la Policía Local este año ha estado especialmente atenta y amable con el público en los momentos más angustiosos de la bulla, o en los obligados cortes de circulación. Se lo he escuchado así a muchos sevillanos, este elogio de la Policía Local. Como se lo he oído a los taxistas que, a las tantas, "medio roto y medio muerto" como en un verso de Rafael Montesinos, me traían de vuelta a casa desde la organizadísima parada del Alfonso XIII en la Puerta Jerez. Para que nosotros pudiéramos ver las cofradías en paz y en gracia de Dios y de Sevilla, ha habido muchos abnegados servidores de la ciudad que no quiero que queden en el anonimato, sino en el público reconocimiento, empezando por la Policía Local y siguiendo por Protección Civil, por esos retenes de Bomberos para emergencias, esas ambulancias de la Cruz Roja ante la Casa Lonja "ad utrumque paratus", como dice el león de la puerta del Alcázar. Por no olvidar los utilísimos avisos y consejos de Emergencias Sevilla en Twitter.

En nombre de muchos sevillanos que en este Lunes de Pascua Florida no hablamos de lío alguno en la Madrugada, sino de una Semana Santa que ha ido como la seda de los capotes de paseo de ayer, quiero agradecer a todos estos servidores de la ciudad su trabajo en las horas que gracias a ellos han sido para nosotros las más emocionantes. Porque había miedo. Jindama. Así que gracias, señores servidores de esta gloria con tambores y cornetas a la que llamamos Sevilla.

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