ANTONIO BURGOS | ANTOLOGIA DEL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 30 de junio de 1985
                               
 

Las niñas del Valle

Había en aquella Sevilla corno un secreto pasadizo que iba del patio de albero de Villasís al Jardín del Valle. Corno un tranvía imaginario en el que fueran, uniendo los dos colegios, un niño de los Jesuitas que venía de ser proclamado dignidad, regulador o cuestor, en el Coliseo España, y una niña del Valle con su banda celeste del aspirantado o con su medalla de Hija de María. Había un secreto amor y complacencia que iba de las palmeras de Portaceli, de las losetas de Pajaritos, de la campana grande de los recreos de Villasís. a las enredaderas. a la vieja muralla, a la escultura del Corazón de Jesús del Colegio del Valle. ¿Cuántos niños de los Jesuitas se acabaron casando con las niñas del Valle? Si salías con una niña de las Irlandesas, que eran tan liberales, era pecado. Si salías con un niña del Valle, el padre Vega sonreía. Era solamente pecado venial. Pero es que a las niñas del Valle les pasaba igual. No le iban con cuentos a la reverenda madre ni llamaban a palabritas si el muchacho de los recados de amor, ¿quién que estuvo en el Valle y fue primavera no recibió recados?; si los escritos recados de amor eran de un niño de los jesuitas.

—¿Y el pollo es de los jesuitas?

—Si, Madre Urien, de los jesuitas...

Las ves ahora y sabes que son las antiguas niñas del Valle. Me las he encontrado en muchos lugares, en muy diversas circunstancias. En un momento, cuando he visto una sonrisa, cuando he escuchado una frase, les he preguntado con certeza:

—Tú estuviste en El Valle, ¿no?

—Pero bueno, lo tuyo ¿qué es? ¿De adivino?

Ese mismo «pero bueno...» con el que comienzan las frases ya las delata. O ese modo que tienen de moverse, como gacelas del jardín de la Ronda, muchos años en cautividad para que alcanzaran la perfección de la belleza de los cuellos enhiestos, de los hombros para atrás. No os extrañe, que vuestra soberbia de niñas del Valle es nuestra misma soberbia de niños de los Jesuitas. Es un orgullo de palmera y albero. Al que no podemos renunciar. A nosotros, el padre Alarcón de la Lastra nos decía:

---Os estamos educando para que el .día de mañana seáis los conductores de los hombres, los dirigentes de la sociedad...A vosotras, a aquellas mismas horas, tras aquellos mismos soñolientostranvías la Madre Benjumea, la Madre Rojas, la Madre Serra, tras haceos ensayar la reverencia del rodillazo para poder entrar un día en imposibles cortes, os estaban también diciendo:

—El día de mañana seréis grandes damas, ¿quién sabe si reinas? Por eso, niñas, ensayad otra vez la reverencia...

No habéis llegado a damas, niñas del Valle, no hemos llegado a dirigentes, ¿o si hemos llegado los niños de los Jesuitas? ¿Salía Pepe Borbolla con alguna niña del Valle? Aunque no hayamos llegado a nada, más que a la orgullosa posesión de un recuerdo de la adolescencia, ahora se ve que estuvisteis allí. Ya ninguna tenéis cero nota por no tener buen espíritu. Ya nadie os censura las risas en la fuente, y sólo vosotras estáis en el secreto de la fuente a que me refiero. Ya nadie os puede llamar a palabritas, aunque todas estéis leyendo hoy este recado que os manda un pollo de .los Jesuitas, romped el recuadro en cuanto lo hayáis leído, que por el corredor, entre los luminosos cristales del jardín. viene la Madre Serra; como se entere de vuestros amores literarios con este niño de los Jesuitas, perderéis la banda, y veremos a ver si a mí no me expulsa el Padre Vega...

Porque veis, niñas del Valle, que sigue habiendo en Sevilla este secreto pasadizo del amor primero, que a vosotras os fomentaron las madres del Sacre Coeur, con un lejano fondo de Poitiers, y que a nosotros nos transmitieron los padres de la Compañía. Pasaba la reverenda madre y le hacíais la reverencia. Y luego llegaban las fiestas y veíais el teatro de espaldas. O todo lo más de perfil, mirando no al escenario, sino a la reverenda madre. Por eso os va tan bien en la vida, niñas del Valle, gacelas de jardín y palmera, enhiestos cuellos del segundo tiempo del quínin, ¿pero bueno, diréis, cómo este pollo se conoce tan bien nuestro colegio? Por eso os va también, por vuestra candidez ante cada sorpresa de la vida. Os enseñaron tanta disciplina que por muy mal que os vayan las cosas, pensáis que pudieran ir peor. Estáis acostumbradas a todo. Por eso para vosotras, niñas del Valle, nunca es un dolor tener que contemplar de espaldas el teatro de la vida.

 

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