ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  6 de diciembre de 2018
                               
 

Los Reyes nada Magos del Alcázar

Si Frank Sinatra volviera y viniera por Sevilla, en vez de lo de "Oh, blanca Navidad" que cantar solía por estas fechas, a la vista del programa "Alumbra" que el Ayuntamiento ha preparado para celebrar las Pascuas, tenía que cambiar la letra, y entonar aquello mismo con lo que Espadas está dando el cante, y viéndosele el plumero de que gobierna Sevilla gracias al apoyo de los bolivarianos de Podemos. Leyendo el programa de "Alumbra", Sinatra cantaría: "Oh, laica Navidad". Ya lo dije aquí cuando colgaban las luces de Navidad por el centro y los barrios. Me pregunté: "¿Pero dónde está el Niño Jesús, si lo que celebramos no es la gran fiesta del consumo y de los Mariscos González que anuncia mi admirado Carlos Herrera, sino el nacimiento del Salvador?". Hasta tal punto es importante esto del Misterio de la Redención en la cultura popular sevillana, que aquí a los que en otros lados llaman "belenes" no les decimos así: son "nacimientos", por el de Jesús que está en el portal. O en El Arquillo. El único signo religioso del sentido verdadero de lo que celebramos presente en el programa municipal navideño: el Nacimiento del Arquillo. Frente a tanto boato de luces y del gentío haciéndoles fotos con el teléfono móvil, frente al consumo y a las comidas de Navidad de empresa, el Nacimiento del Arquillo parece como una reencarnación de la pobreza y humildad de Belén. Allí, en un breve rincón, el Niño, la Virgen, San José, la mula y el buey, sin que apenas les eche cuenta nadie. Eso y los grupos de campanilleros que se ponen a veces delante de la Catedral o en otros puntos del centro es lo único verdaderamente navideño y cristiano de cuanto organiza el Ayuntamiento en su Laica Navidad.

Porque el programa de "Alumbra" tiene un ver. Un "mapping" a lo Zoido, pero no en la plaza de San Francisco, sino en el Casino de la Exposición, y no con motivo navideño sino con los niños...

--¡De San Ildefonso cantando la lotería de Navidad!

No, los niños de Murillo, como podían ser los niños del carro de la nieve. Y algo tan sevillanísimo y con tantísimo sentido navideño (¡por aquí!) como los osos polares, en pasacalles de la Plaza Nueva a la Casa Lonja. Como si en vez de la Navidad hubiera llegado el Circo Mundial con esa Miss Aurori a cuyo club de fans pertenecemos Francisco Robles y servidor. Como no menos navideña es la ludoteca de Las Setas, donde también habrá algo muy propio y tradicional de estas fechas (por las que hilan): teatro judeo-romano, ¡toma ya!

Pero lo mejor de todo es lo de los Reyes del Alcázar. En el Alcázar, por cierto, era siempre la proclamación de los verdaderos y legítimos Reyes de estas fechas: los Reyes Magos de la Cabalgata del Ateneo. Bueno, pues ya no les entregan las coronas en el Alcázar, sino en el maravilloso teatrito de Aníbal González en la Capitanía General de la Plaza de España. Los Reyes del Alcázar no se vayan a creer que son los que acuñó Jacinto Ilusión para los niños de Sevilla, incluidos esos niños grandes que son en la Cabalgata los padres y los abuelos. Los Reyes del Alcázar no son Melchor, Gaspar y Baltasar, ni incluso ese maravilloso Artabán, el cuarto Rey Mago, que llegó tarde a Belén y el Ateneo lo castigó sin trono en la Cabalgata. Los municipales Reyes del Alcázar son Carlos V, Al Motamid e Isabel la Católica, que no es un Rey, sino una Reina, ¡marchando una de igualdad de género! Y a estos absolutamente prescindibles Reyes del Alcázar en realidad los han rebajado de graduación, porque ejercerán de lo que en Sevilla han sido toda la vida de Dios los "carteros reales", para que los niños les entreguen los sobres con los juguetes que quieren que les echen. ¿Y sabe usted lo que le digo? Que me quedo, querido Carlos Colón, con nuestro antañón Cartero Real del Bazar de los Reyes Magos o Clínica de las Muñecas, siendo nosotros los niños que les entregamos nuestras cartas cuando está sentado en el vestíbulo de la calle Cuna, entre el escaparate de los Tiburón Citröen Payá y el de las muñecas de Famosa que se dirigen al portal en una TVE en blanco y negro y en una Sevilla que no se avergonzaba del sentido cristiano de la Navidad.

 

 

 

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