ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  15 de diciembre de 2018
                               
 

Cicerones "low cost"

La palabra casi ha desaparecido del habla sevillana: "cicerone". Y eso que fue rescatada por el Ayuntamiento de Rojas Marcos cuando la Expo. A los voluntarios que se ofrecieron para orientar a los visitantes del certamen y de la ciudad les pusieron el nombre, clásico entre los clásicos, de "Cicerones de Sevilla". El cicerone era el guía turístico en la Sevilla posterior a la otra Exposición, la de 1929. No oficiales, sino espontáneos. En cuanto veían a un grupo de turistas desorientados por la Catedral o el Barrio de Santa Cruz, se les ofrecían para enseñarles Sevilla "por la voluntad". Voluntad que también tenía otro dinero al fondo, cual la comisión que les daban por terminar llevando al grupo a una tienda de recuerdos de Sevilla, o a una casa de mantones de Manila y mantillas, donde ya tenían apalabrado lo que les daban por acarrearles clientes. Los cicerones eran los guías asilvestrados, contra los que protestaban los guías oficiales y autorizados, un respetable y solvente gremio con todos sus papeles y sus autorizaciones y que veían cómo los ilegales les quitaban turistas para llevarlos al final a comprar cerámica de Triana, mantones de Villamanrique o sombreros de ala ancha rojos. ¡Hay que ver lo que le gusta a un turista un sombrero de ala ancha completamente rojo! Por el muñeco de anuncio del Tío Pepe calculo que será.

La desusada palabra "cicerone" es sevillanísima, por antigua e ilustre, y está en el DRAE: "Persona que enseña y explica las curiosidades de una localidad, edificio, etc.". "El Cicerone de Sevilla" tituló Alejandro Guichot su utilísimo libro descriptivo de nuestros monumentos e Historia, una joya de dos tomos, el primero aparecido en 1925 y el segundo en 1936, y reeditado en 2017 por Publicaciones de la Universidad. Naturalmente que los cicerones no se habían leído "El Cicerone" de Guichot, y contaban las historias más peregrinas y fantasiosas. Sin llegar al caso del famoso cochero de caballos que al pasar por la Casa de Pilatos, señalándola con el látigo, les decía a los turistas, a los que sabe Dios lo que después les cobraría:

-- Y esta es la Casa de Pîlatos. Que se llama así porque Pilatos se la hizo para venir a Sevilla a pasar la Semana Santa y la Feria, porque al hombre le gustaba mucho esto.

Se manifestaron el otro día los Ecologistas en Acción contra la "turistificación" que sufre Sevilla, bajo el lema: "Nuestra ciudad no se vende, se defiende". Denunciaban que los ingresos que genera el sector van a parar a las multinacionales y no a los sevillanos. Y se quejaban, como tantos hacemos, de que la Sevilla monumental se ha convertido en un Parque Temático: "Los barrios cada vez se asemejan más a un parque temático que a un espacio de convivencia, y esto nos obliga a convertirnos en un Mickey Mouse mal pagado o a salir de aquí". Aparte de denunciar, obviamente, que ya más del 20% de las viviendas del casco histórico son pisos turìsticos "low cost", que hacen la competencia a las 21.600 plazas hoteleras". Estos asuntos forman parte de un debate que está abierto en nuestra ciudad hace ya mucho tiempo: las servidumbres económicas y sociales del monocultivo turístico en que se está convirtiendo nuestra economía.

Pero nadie habla de los actuales cicerones, de esos señores con un paraguas o una banderita que llevan detrás un grupo de turistas por la Catedral o el barrio de Santa Cruz. ¿Qué imagen dan de Sevilla a los turistas? ¿Qué embustes y falsas leyendas les cuentan? Hablo de los guías "low cost", que son como los antiguos cicerones captadores de clientes para los negocios que les daban comisión, no de los guías oficiales, que me merecen toda confianza y solvencia. A veces me he acercado a uno de estos grupos, he pegado la oreja a lo que explicaban a los guiris o al turismo interior..¡y les estaban metiendo cada trola y cada error histórico! Y, además, sin la gracia del cochero que estaba convencido de que Pilatos se hizo aquí una casa para venir a pasar la Semana Santa y la Feria. O de aquel otro cochero que al pasar ante el monumento de Bécquer en el Parque les decía a los turistas: "Y este era Bécquer, un poeta que tenía tres novias el gachó y que ahí está el tío ligón con las tres".

 

 

 

 

 

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