ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  7 de enero de 2019
                               
 

Hablar con el padre de la muchacha

La frase seguro que sale en alguna comedia o entremés de los Alvarez Quintero. A quienes, por cierto, le han levantado la excomunión los pontífices de la crítica literaria y parece que podremos asistir a la recuperación de todos los valores teatrales, lingüísticos, humorísticos y hasta etnográficos de la obra de los hermanos utreranos que, por cierto, defendía como nadie Luis Cernuda. La frase coloquial a la que me refiero la habrá escuchado cientos de veces, cuando alguien con gran ilusión y muchos castillos en el aire expone un proyecto que tiene y lo bajan de pronto de sus nubes y le ponen los pies en la tierra, diciéndole:

-- Muy bien todo. Pero eso habrá que hablarlo antes con el padre de la muchacha.

En esa frase tenemos la clave de cuanto está ocurriendo en esta película de misterio o de miedo, según se mire, en que se ha convertido la negociación para la investidura de don Juan Manuel Moreno Bonilla (que no "Juanma") como presidente de la Junta y para que los socialistas, tras treintaitantos años de estar arrimados al perol del poder, se vayan con sus mulas todas. Porque antes no se ha hablado con el padre de la muchacha estamos con el alma en un puño de si va a tener que haber nuevas elecciones, en las que se movilizaría la izquierda abstencionista del 2-D y entonces adiós pampa mía al desalojo de San Telmo por la derecha. No han hablado con el padre de la muchacha, que en este caso es Vox, que tiene la llave y la clave de la mayoría de derechas para la investidura. Y, lo que es peor, Ciudadanos sí puede negociar en cambio con los comunistas de Podemos en un cochambroso velador de la estación de ferrocarril de Jerez, pero se niega a hablar con el padre de la muchacha, con Vox. Y por si fuera poca la negativa de Juan Marín (que ha dado en su vida política más bandazos que el Vaporcito del Puerto un día de Levante fuerza 6), viene un francés, Manuel Valls, medio francés y medio catalán, y aprieta más todavía, como la palomilla del garrote vil de "El verdugo" de Berlanga, el "cordón sanitario" en torno a Vox. Un francés, el mariscal Soult, nos mangó los cuadros de Murillo, y otro francés, Manuel Valls, al que nadie le ha dado vela en este entierro andaluz, nos puede quitar la posibilidad de que en San Telmo se empiece a mirar debajo de las alfombras, donde tras 37 años de por aquí te quiero ver debe de haber hasta peleas de perros.

Claro que parte de la culpa, de la gran culpa, la tiene Vox. Miren ustedes, señores de Vox: la humildad está muy bien para pedir vela como hermano de la Santa Caridad, pero no para moverse en política. No se puede arrancar tras un triunfo como el de los 12 diputados, 12, con eso tan franciscano de: "Nosotros no queremos nada, ni sillones, ni consejerías, ni nada..." Claro, así ha entendido Ciudadanos que ustedes estaban dispuestos a ir de palmeros sin sentarse siquiera en la mesa de negociación, que era su sitio. Así, nadie de los posibles socios del voto de investidura ha salido a defenderos cuando os han dicho de todo, hasta cómplices del asesinato de Laura Luelmo. Todo ha sido con Vox como el título de una cofradía de pueblo: "Humildad y Desprecio". Y Vox se ha equivocado sacando como "conditio sine qua non" lo de los chiriguitos de las feministas a costa de la violencia de género. Muy mal sacado. Y peor comunicado, punto en el que se ve que casi todos vienen del PP, de lo mal que explican las cosas. Se han echado a todo el mundo encima, cuando hubieran cortado oreja poniendo como condiciones irrenunciables acabar con el despilfarro de Canal Sur o con las mamandurrias de las empresas públicas socialistas de la Administración Paralela. Muy mal, Vox, muy mal. Mucha torpeza e inexperiencia. Y Ciudadanos, peor todavía. Al menos a 400.000 andaluces le empieza a caer fatal un partido al que hasta antier admiraban por lo que Inés Arrimadas consiguió ante los separatistas catalanes: ser la lista más votada. Sobre todo ese desprecio a Vox sabiendo que tiene en sus manos una llave mejor que la que el alcalde le entregó al Heraldo y de la que no se puede hacer copia en Mister Minit.

 

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