ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  5 de febrero de 2019
                               
 

Ruidosa Sevilla

Lo que le faltaba a la ola de veladores que nos invade en el sunami turístico que está arrasando a Sevilla es que ahora, encima, como si fueran un "chill out", pusieran música de megafonía en las terrazas. He leído que llaman por ahí "música de ascensores" a la megafonía ambiente que pone melodías bajitas y agradables. Pero aquí en Sevilla, en muchísimos locales, suele ser todo lo contrario: alta y desagradable. Vas, por ejemplo, a un restaurante y tienen puesta la megafonía de la música ambiente en este plan, que te rechina los oídos. Le dices al camarero:

-- Por favor, ¿podían poner la música más baja y si la quitan, mejor?

Que si quieres arroz. Son tan melómanos los de la música ambiente que tienes que rogarles por segunda y tercera vez que la pongan más baja. Hasta entonces no lo hacen. Y te toca el gordo si de golpe quitan esa música tan molesta. Quien te estaba viendo luchar contra el ruido y padeciéndolo, comenta:

-- ¡Qué alivio!

Habla el Ayuntamiento de Zonas Acústicamente Saturadas, que hasta tiene un acrónimo que te rechina en los oídos: ZAS. Y se opone a la nueva normativa autonómica que permite música en los veladores. ¿Lo sabe Juanma, que la Junta del Cambio se dedica a estas cosas, a fastidiar el oído de los vecinos que han de sufrir los ya de por sí ruidosos veladores hasta altas horas de la madrugada cuando hace buen tiempo? El Ayuntamiento considera como zonas saturadas de ruidos El Arenal, Betis, La Gavidia, La Alfalfa, Reina Mercedes y un montón de calles más. Se queda corto. Sevilla entera es una ciudad saturada de ruidos, empezando por el Tonto del Claxon, ése que en cuanto tardas un segundo en arrancar desde el semáforo que se acaba de poner en verde, ya está el tío tocándote el pito, a lo que dan ganas de decirle aquello sevillano antiguo:

-- No me toque el pito, que me irrito.

¿Por qué habla la gente tan alto en Sevilla? Yo me río de esas zonas saturadas de ruidos al lado de ciertos Restaurantes Saturados de Ruidos, donde literalmente no se puede hablar. Sobre todo si te toca al lado una mesa larga de banquete de celebración de algo, donde si el uno habla alto, el del lado más, y eso si tienes suerte y no hay, además, chiquillos gritando y correteando. Una vez llegué al restaurante Doña Clara de Heliópolis, tras haber reservado mesa, y conociéndome, me dijo la camarera, muy amable:

-- Mejor que no se quede usted, porque nos ha entrado un cumpleaños y fíjese usted la mesa larga de treinta que le ha tocado al lado. Y como sé que a usted le ponen tan nerviosos los ruidos...

Perdieron un cliente aquel día, pero por su delicadeza lo ganaron para siempre. Yo no sé cómo el Ayuntamiento, que tantos papeles pide para dar licencia de apertura en Hostelería, no exige insonorización obligatoria: esos paneles milagrosos que ponen en el techo y que amortiguan los ruidos. Y que te permiten hablar. No se acaban de enterar muchos que lo mejor de un restaurante, en esta ruidosa Sevilla, no es cómo se coma, sino si se puede hablar o es tan ruidoso que sales ronco de tanto elevar la voz para que te puedan oír tus comensales. En esta ciudad cobarde admiramos a los toreros de valor y en esta ciudad ruidosa nos encantan las cofradías de silencio. El Silencio... Ese debería ser, como en las cofradías la Madre y Maestra, el Padre y Maestro de esa urbanidad y esa educación que cada vez se echa más en falta en la chillona y soez Sevilla. Por cierto, que para descanso de los oídos de muchos vecinos en cuyas esquinas se ponían, parece que casi ha desparecido aquella invasión de acordeonistas rumanos que padecimos. Al pasar era agradable y escuchar "Qué tiempo tan feliz", pero no puede usted imaginarse para muchos vecinos el suplicio que era estar escuchando todo el santo día las mismas cinco canciones que solamente se sabía el acordeonista rumano que se ponía junto a su casa, y que repetía una y otra vez. Al menos parece que Sevilla ha dejado de ser Zona Acordeonísticamente Saturada. Y a ver si nos libramos de los veladores con música alta a todo meter.

 

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