ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  18 de marzo de 2019
                               
 

Buscando una cañera

Cómo he echado de menos al Bazar Victoria, de Isaías Sainz y Compañía, en su tienda clásica e histórica de Entrecárceles, con aquellos escaparates que eran verdaderos museos vivos de etnografía y costumbres populares, y ahora, tras su desahucio, incomprensiblemente cerrado, después de que no les fueran bien las cosas y tuvieran que clausurar también, y definitivamente, el establecimiento casi centenario tras su traslado a la calle Francos, al que hasta hubo una sevillanísima "mudá" de su viejo mostrador. En el Bazar Victoria encontrabas de todo lo imaginable: de un baño de cinc a una jaula para grillos; de un molinillo de café de los de manivela y cajoncito al robot de cocina más moderno. Yescas para mecheros de cacerías y quinqués de petróleo; romanas de pesar y balanzas de precisión; huevos de madera para zurcir zancajos en los calcetines, palmatorias, braseros para la copa de cisco picón, badilas para echar una firmita, cubos galvanizados de cinc para sacar agua del pozo.

Hablábamos con una amiga de la eterna batalla que en Sevilla, y especialmente en su Feria, hay entablada desde hace mucho tiempo entre el fino de Jerez y la manzanilla de Sanlúcar. Comentamos cómo antiguamente era manzanilla lo que se bebía en Sevilla. Antes de los procesos químicos, como la traían en barco por el río, era el único lugar del mundo donde la manzanilla no se remontaba. Estaba tan fresca, clara y transparente como cuando la tomabas en las clásicas medias botellas de marcas locales en Sanlúcar. La manzanilla fue luego desplazada por el fino de Jerez. En Sevilla y en la Feria dejó de copearse con cañas de manzanilla y llegó el fino de Jerez con sus catavinos. Era la otra lucha que comentamos con nuestra amiga, cómo la "caña", que ahora se aplica a la cerveza, era la que se tomaba en Sevilla: la que nombraba el vasito de manzanilla, cilíndrico, ligeramente cónico, con mucho cristal en su base, dándole peso, como para mantenerlo bien en pie. Y que se ponía en las cañeras. Ay, las cañeras de la Feria, con las que se alzaba hasta su montura la manzanilla a los caballistas a la puerta de las casetas. Las cañeras del Rocío, de las romerías, de las cruces de mayo. Tan raras son ya, que tuvimos explicar a nuestra amiga que la cañera era como una doble bandeja metálica, de dorada color, con agujeros en la parte superior donde se introducían los vasitos de vidrio de manzanilla. Las había hasta con un asa en el centro, para llevarlas a los invitados a ofrecerles una caña. Y monumentales, como la de 125 cañas de Las Siete Puertas, que descolgaban en las fiestas flamencas de tronío cuando un señorito mandaba cerrar el local y convidar a media humanidad para escuchar buen cante. Nuestra amiga no había visto nunca una cañera. Y para ayudarla en su interés por las cosas nuestras y su culto a la manzanilla, le dijimos:

-- Descuida, que te vamos a regalar una cañera.

Misión imposible. Si no hubiera estado cerrado el Bazar Victoria, la compra del regalo era asegurada y fácil. Preguntamos en varias ferreterías, y nada: en Sevilla ya no hay cañeras que poder comprar. Hasta que pasamos por la que podemos considerar heredera del Bazar Victoria, la vieja tienda de "loza y cristal" Casa Fernández, en la calle San Pablo, donde también encuentras de todo, desde morteros de madera a majas para el gazpacho. ¡Ya está!, pensamos, aquí hay cañeras, seguro. Entramos, le preguntamos al amable dependiente, y nuestro gozo en un pozo:

--¿Cañeras? Uf, de ésas ya no hacen. Mire usted, ni vasos como las antiguas cañas de manzanilla fabrican, así con el culo muy gordo. Así que como no las busque usted en Internet...

Nos acordamos entonces que nos dijeron en el Bazar Victoria que iban a mantener su maravilloso sitio de venta por Internet, www.bazarvictoria.es. Lo pusimos en Google, y como la red tampoco conoce la cañera, nos salió un nanai en inglés: "Sorry, if you are the owner of this website, please contact your hosting provider". O sea, que nuestra amiga se quedó sin cañera para defender el modo clásico de beber manzanilla frente al catavinos del fino. Como se quedó también Sevilla sin ellas. Como se perdió Cuba, y volvimos cantando. Ya no nos queda más que La Cañera, el restaurante de Los Remedios donde por cierto hacen como en ningún sitio el clásico bisté a la sevillana...

 

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