ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  3 de abril de 2019
                               
 

Un puro y un duro

Cuéntase que en la Restauración las jornadas de elecciones eran de gloria para los mangones, que rima. Se acercabam los votantes de los barrios altos del pueblo por el centro, donde estaba el Casino Conservador. Y allí encontrar solían al comprador de su voto, que le daba religiosamente un puro y un duro para que apoyaran con su papeleta, que le entregaban, al cacique que el encasillamiento de los partidos turnantes había asignado al lugar. El puro que daban en el Casino Conservador no sé si era cubano de Vuelta Abajo o de Canarias, pero el duro sí que era contante y sonante, quizá hasta columnario de plata con la silueta de un Rey niño. El vendedor de su voto guardaba su duro, se metía en el bolsillo superior de la chambra el puro y estrechaba la mano del muñidor del cacique, en un trato entre (vamos a llamar) caballeros que era como una tradición electoral.

Pero la cuestión es que el mismo trincón del puro y del duro, con las mismas, como si nada hubiera mangado antes ni llevara comprometida papeleta alguna en el bolsillo, se iba inmediatamente al Casino Liberal, no lejos de allí, donde volvía a repetir la operación con el edecán del otro cacique encasillado en la circunscripción, que le daba el correspondiente puro, el duro y la papeleta que tenía que echar en la urna. Y cuéntase también que a veces el sinvergonzón elector se quedaba con los dos puros, con los dos duros...y con las dos papeletas, pues ni a votar acudía.

Me he acordado de este rito españolísimo de la Restauración porque aquí estamos teniendo todos los viernes de esta más que penitencial Cuaresma una ceremonia parecida a la compra del voto por un puro y un duro. Sólo que ni los puros ni los duros los ponen ahora de su bolsillo los caciques de los partidos liberal o conservador, sino que los pagamos todos los españoles. En cada uno de los llamados "viernes sociales" del Consejo de Ministros se repite el viejo rito del puro y el duro para comprar votantes de peaje. Puro ya no hay, porque lo prohibe la Ley Antitatabaco, contra los intereses de las Islas Canarias y de lo que fueron los secaderos de Extremadura o de la Vega del Guadalquivir. Pero duros sí que se espurrean a millones todos los viernes, como en el Casino Liberal o en el Conservador, para comprar votos. Duros como aquellos que se encontraba la gente a la orillita del mar, mas procedentes de esos presupuestos generales del Estado que deben de tener ya las costuras estalladas, de tanto estirarlos. Dicen que el pasado viernes el Consejo de Ministros adoptó una serie de medidas sobre empleo público que le supondrán a Sánchez 14 millones de votos el 28 de abril. Muchos millones de votos me parecen, por muchos primos, sobrinos, tíos, abuelos, cuñados y parientes próximos y lejanos que tengan los beneficiados por la ampliación del empleo público mediante oposición o por promoción interna. Pero los duros bien que se gastan por parte de este nuevo cacique Sánchez, que está dispuesto a ganar si no las elecciones, sí el poder: perpetuarse en la Moncloa y el Falcon, no sólo con la complicidad de los que quieren destruir a Españá cuanto antes, en la fecha de caducidad que le ha puesto el bailarín Iceta mismo, sino con los beneficiados por la viejísima política rastrera del puro y el duro.

No sé si alguien le ha metido el lápiz a estos Viernes de Dolores que han sido todos los llamados "sociales". Viernes de dolores de cabeza al ver cómo cada Consejo de Gobierno es tan despilfarrador como el tristemente famoso Plan E de Zapatero, sólo que sin hacer rotondas a la entrada de los pueblos ni ensanchar aceras. No han repartido ni uno solo puro, ¿pero cuántos miles de millones de euros nos han costado estos consejos, en la rancia política del puro y el duro para comprar votos?

 

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