Salió ardiendo una noche de enero y nos creíamos que, adiós, Pampa mía, nos quedábamos ya sin el José Luis de la Plaza de Cuba de toda la vida. Un lugar tan simpático y tan simbólico de la Sevilla de Los Remedios, un barrio con su personalidad, su historia y sus personajes que tanto gusta a Máximo Moreno, el hermano del pintor y cantautor Benito, el del "Ra,ra,ra". Pero, por fortuna, a los pocos meses de aquel fuego nocturno en la cocina ha vuelto a abrir el José Luis de toda la vida. Bueno, el de toda la vida no es, ciertamente. Está menos abandonado de lo que andaba, sacado de brillo, un poco cruzado en Hoteles NH o en Ikea, la verdad. Y como la soberana más sevillana en el "Romance de la Reina Mercedes", José Luis cambió de color. Del verde carruaje simbólico de toda la cadena de cafeterías de Madrid a la que pertenece han pasado al blanco impoluto. "Blanco roto", diré, para no ser menos que las descripciones del color de los vestidos de las novias. Lugar relacionadísimo José Luis con las novias. De allí de la Plaza de Cuba salir suelen los autobuses de los invitados a las bodas que se celebran en haciendas que están donde Colón perdió el gorro. Lugares de celebración que habrían de llamarse El Quinto Pino, La Chimbamba o Los Chirlos Mirlos, de lejos que están y de difícil que es llegar a ellos en coche propio, sin que te pierdas y acabes, como muy cerca, en la Venta del Culebrín o en el Cruce de Las Cabezas.
Gloria, pues, a una parte de Los Remedios que recuperamos, cual José Luis. Aunque ya digo que con cambios. Echo de menos los cuadros con las acuarelas de paisajes sevillanos del amigo González que en paz descanse. O con el inevitable retrato de Curro Romero. Ya saben que los bares, restaurantes, tabernas y cafeterías de Sevilla se dividen en dos grandes grupos: los que tienen retrato enmarcado de Curro Romero y los que no lo tienen. Espero que pronto, en esas paredes Blanco Ariel (o Blanco Persán mejor dicho) vuelvan a colgar los cuadros que le daban su personalidad sevillana a José Luis. Como espero que vuelvan a poner en los rincones de los asiduos las placas recordatorias: "El Rincón de Doña Carmen", que era la señora Pagés, la mujer de Diodoro Canorea; o "El Rincón de Martín Casillas", el Señor de los Aparcamientos. Y espero que vuelva pronto el lotero de toda la vida, tan educado, que siempre te quiere hacer millonario:
-- Ande, don Antonio, cómpreme un decimito, que le van a tocar 30 millones.
-- ¿Y qué hago yo con 30 millones?
José Luis se llamó siempre así por su dueño, que mantenía en Madrid una cadena de cafeterías del mismo corte y con las mismas exquisiteces, cual los inigualables pinchos de tortilla o de cangrejo ruso, amen de unos bisteles empanados que quitan el sentido. Como Los Remedios tiene mucho de Barrio de Salamanca a la sevillana, José Luis de la Plaza de Cuba tiene mucho de cafeterìa madrileña, en esta ciudad donde ya no quedan más cafeterías que las del Cortinglés. Soy de los pocos que saben por qué José Luis se llama así: por su fundador y difunto dueño, don José Luis Ruiz Solaguren, que siempre demostró tener una especial predilección sevillana por este auténtico centro social de la Plaza de Cuba, donde los sábados y domingos almuerzan y cenan todos los matrimonios mayores del barrio que tienen a la tata de vacación semanal. José Luis engulló al frontero Milord, que era un bar inglés, mixto del Aero y del Sport, en cuya barra siempre había un señorito sevillano de guardia, poniéndose ciego de güisqui. José Luis unió por detrás los dos locales, y quedó una cafetería con un restaurante simpatiquísimo, sin sorpresas, donde siempre sabes lo que te vas a encontrar. Bienvenido, pues, José Luis de vuelta a su Plaza de Cuba de siempre. Lo echábamos de menos. La Plaza de Cuba, sin los veladores de José Luis y sin la barra de José Luis, no es la misma.
INFORMACIÓN SOBRE LA REAPERTURA DE JOSÉ LUIS
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