Era sevillano. De familia bien. Descendiente del barón normando que ganó las islas Canarias para la Corona de Castilla. Se llamaba Gonzalo de Bethencourt y Carvajal (Sevilla,1926-Benicarló,1982). Era abogado y se hizo periodista por la Escuela Oficial. Gran aficionado, adoptó el sobrenombre de Gonzalo Carvajal cuando comenzó a escribir de toros, ya entrado en años. En 1953 fue corresponsal en Madrid de "Ovaciones" de México y de la revista "Oiga" de Sevilla. Pero el momento culminante de su carrera coincide con su etapa como crítico taurino de "Pueblo", entre 1964 y 1973, con Emilio Romero de director del diario de los sindicatos verticales. Era muy culto. En un viaje desde Madrid a Sevilla con el autobús en que nuestro curso de Preu de Portaceli regresaba del viaje de fin de despedida del colegio, fue el primero que me habló de "Literatura Siglo XX y Cristianismo" de Charles Moeller. Carvajal mandaba en el mundo del toro. Sabía escribir y cautivar al lector. Y de ingenio, todo. Era un Adán para poner nombres en el paraíso del Toreo a las que ahora llaman "figuras emergentes". Fue quien le puso "Ciclón Benítez" al Cordobés, "El Niño Sabio de Camas" a Paco Camino, "Diego Valor" a Diego Puerta o "El Faraón de Camas" a Curro Romero. Como buen sevillano y buen aficionado, era currista confeso y dedicó a Romero hermosísimas crónicas, incluso de peaje. En una de ellas, hablando de una tarde en que Curro había parado los relojes, utilizó un símil literario que nos subyugó a muchos de sus lectores. Utilizó un recurso poético hermosísimo: fingir que el triunfo de Curro se lo había contado "el teletipo de las amapolas". Óle.
Me acordé el domingo de Gonzalo Carvajal y de su teletipo de las amapolas. Porque ABC, con el antológico Pregón Taurino de Alberto García Reyes, inauguró "el "streaming" de las amapolas". Saben qué es el "streaming": que se coloca una cámara conectada a la red y sin necesidad de TV ves en directo por Internet el acontecimiento que sea. No pude acompañar a García Reyes en el Lope de Vega, ese teatro hecho por Vicente Traver como para saborear sevillanías. Pero sí lo escuché por el "streaming" de ABC. Y allí vino lo del viejo cronista sevillano: oyendo los versos de García Reyes sobre Sevilla y el Toreo, sobre José, Juan, Chicuelo, Pepe Luis, Pepín, Emilio, Diego, Paco, Juan Antonio, Rafita, la pantalla del ordenador se me convirtió "el streaming de las amapolas" en cuanto se abrió de verso con el capotito de Romero, tras señalarse la muy flamenca ramita que en el bolsillo de la chaqueta llevaba.
¡Eso es un Pregón Taurino, y que se mueran los feos! Lo que los sevillanos y los aficionados entendemos por un Pregón Taurino. Como el que inventó Juan de Dios Pareja-Obregón, que fue al taurino lo que Rodríguez Buzón al de Semana Santa. Para el sevillano, el Pregón Taurino no es un catedrático de La Sorbona exponiendo teorías sobre el Minotauro de Creta, sino lo que hizo García Reyes: dar emoción con versos bien medidos, bien sentidos, mejor dichos. Y Romero, mucho Romero, que se vaya lo malo y venga lo bueno, lo que los aficionados esperan. Por el "streaming" de las amapolas, yo vi los seis de Urquijo, y el sobrero de Tassara, y "Flautino" de Gabriel Rojas, y "Radiador", y Gambogaz, y la botica, y la filosofía tartésica del hijo de Andrea, el otro tesoro, como el del Carambolo, que apareció en Camas. ¡Y qué bien plumeado todo! Tanto, que lo diré a la sevillana: a mí me da hasta coraje de lo bien que este Alberto García Reyes hace todo lo que toca. Sea el Pregón Taurino, sea el de Semana Santa; sean sus artículos sobre cofradías, sobre flamenco o el pie a una foto de Serranito. Un Niño Sabio no de Camas, sino de Dos Hermanas. Y no sólo churumbelerías de sevillanías: es que se pone a investigar sobre los ERE y las mangoletas de los trincones de la política y tiembla el misterio. Yo me alegro del triunfo de Alberto. Y como a Carvajal el teletipo le contó lo de Curro, a mí el "streaming" de las amapolas me ha dicho que esta lección de maestría periodística y literaria de García Reyes no será la última. Y Romero, y García Reyes, y Sanseacabó.
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