ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  27 de abril de 2019
                               
 

El lifting de una gran señora

Si en la canción de Fernando Moraleda y Enrique Llovet "la Luna es una mujer", en el convencimiento amoroso de todos los sevillanos la Giralda es una señora. Una gran señora, que domina los cielos de Sevilla desde tiempos de Hernán Ruiz en el siglo XVI y que puede hasta con sus competidoras más jóvenes, como la Torre Pelli, como en su momento pudo con las dos torres gemelas de la Plaza de España, a las que don Manuel Halcón tanto se opuso desde las páginas de "El Liberal". La Giralda es algo más que un símbolo de Sevilla. Es más que la torre mayor de la Catedral Metropolitana y Patriarcal. Todos los sevillanos estamos en el fondo enamorados de esta señora, de la Giralda. Cuando se lleva un tiempo fuera de la ciudad y al volver se ve su silueta en el horizonte, ¿quien describe la emoción que se siente? La Giralda es una vieja dama, que con su voz de bronce dice "aquí estoy yo" cuando se pone a repicar en las grandes fechas de las fiestas de la ciudad.

Por esta gran señora no pasan los años. Entre otras cosas, porque se cuida. O la cuidan. Ya apenas van quedando sevillanos no hayan visto a la Giralda sin andamios, desde aquellos primeros de cañizo que en los años 80 les colocaron el entonces maestro mayor de fábrica, el arquitecto Alfonso Jiménez, y su ayudante, el aparejador José María Cabeza, para la restauración de las azucenas y del Giraldillo. El orfebre Fernando Marmolejo fue el jardinero artístico que sustituyó las hojas de las cuatro jarras de azucenas con el mismo bronce de las campanas. Y la restauración de Alfonso Jiménez, al poder subir tan alto, permitió conocer que el Giraldillo estaba como con un collarín de hierro, espantoso, del que Carlos Ortega hizo una foto ya histórica. Se pudo ver entonces no sólo la belleza de la torre, sino la hermosura de la escultura-veleta de la Fe Vencedora que la remata, a la que los sevillanos antiguos conocían como "la Santa Juana" y todos como el Giraldillo.

Cara por cara, el Cabildo Catedral está restaurando las cuatro de esta gran señora que con su veleta hermosísima desafía a los cuatro vientos y el símbolo de Sevilla ante los cuatro expone. Ya hemos visto últimamente andamios en la cara Sur, la que da al Alcázar. Y en la cara de Poniente, la que da al Arenal, la que se ve desde las localidades altas de la plaza de los toros. La que me hace pedir a los taquilleros cuando compro una sombra alta: "Déme una entrada con derecho a Giralda". No ha contemplación más bella de la Giralda que desde esa sombra alta de los toros. Parece una ensoñación. Un sueño asomando a otro sueño, por encima de la ladrillería del tejado de las gradas de sol, "en prisma puro de Sevilla", por decirlo con verso rotundo y antológico de Gerardo Diego, uno de los muchos novios poetas que a lo largo de los siglos le salieron a la Giralda. Que fueron cientos: desde la "madre de artistas/molde de fundir toreros" de Villalón, a los "arqueros finos" del poema de García Lorca o al "toda ella de carne rosa" de Juan Ramón Jimènez, que la contempló como la voluptuosa gran señora que es.

Esto de que pongan andamios en la Giralda es ya una costumbre de Sevilla, como cuando arman los palcos o levantan en la Plaza los palos para las velas del Corpus. Ya digo que no van quedando sevillanos que hayan visto a la Giralda sin andamios de restauración. Ahora los están volviendo a poner, en la cara de Levante, la que da a la calle Mateos Gago, a la antigua Borceguinería. La cara de la Giralda más fotografiada desde la esquina de Rodrigo Caro, donde está más guapa. Que si cobraran por cada retrato que le hace un turista, el Cabildo sería rico y podría restaurar todos los conventos. El arquitecto Eduardo Martínez Moya quien va a poner de dulce esa cara de la Giralda. La Giralda es una gran señora por la que aunque no pasan los años, se conserva tan bien porque de vez en cuando se hace un lifting. Tan bien hecho, que no se le nota. ¿Botox, dice usted? No, la Giralda no necesita botox. Le pasa como a muchas grandes señoras: que como está más guapa es simplemente con la cara lavada.

 

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