Qué distintas vísperas las de las fiestas de Sevilla. O no. Dice la copla: "Sevilla tiene un color especial". ¿No será mejor un olor? Decimos "ya huele a Semana Santa" y las presentes son horas de "ya huele a Feria". Otra transformación de la ciudad. Otra ciudad ideal, soñada. En Semana Santa, la ciudad soñada, la de los recuerdos, los mitos, los ritos, está dentro de la ciudad misma. En la Feria, extramuros. Desde su fundación en El Prado. Y quizá por eso mismo, por lo de extramuros, nos inventamos la Portada de la Feria. Cumple la función de puerta en la ciudad soñada. ¿Puerta de la Carne, como cuando viene la de San Bernardo por el Puente? ¿Puerta Carmona, como cuando viene San Benito desde La Calzá? No, Puerta de la Alegría. Forzada muchas veces, de obligado cumplimiento, porque lo marca la tabla, pero alegría al fin y al cabo.
Las vísperas de ambas fiestas son distintas. Hay en Semana Santa una emoción ritual, en la que todos nos volvemos los niños que fuimos y que quizá seguimos llevando dentro en esos días, que es el ver al primer nazareno. Es curioso, pero no hay una correspondencia con ver a la primera flamenca en la Feria, con oír los primeros palillos que una muchacha va tocando por la calle Asunción o en el intercambiador de autobuses del Prado. Es curioso: lo que fue el lugar de origen de la Feria, El Prado, es ahora nudo de salida de los transportes públicos hacia ella, hasta con esa marquesina en forma de caseta que pone Tussam, con sus lonas de listas y todo. Y hablando de niños y de Semana Santa. Como en la Semana Santo todos volvemos a ser niños, en la Feria todos volvemos a ser muchachos enamoradizos. ¿Cuántos matrimonios sevillanos se conocieron en la Feria, cuantos amores y amoríos surgieron en ella?
Este cronista, sin embargo, sí tiene guardado en el almario de su alma un rito del "esto ya está aquí" de la Feria. Por descontado que es cuando "ya huele a Feria": escuchar el primer cascabel del enganche de caballos o mulas de un coche que acaba de llegar del campo. Ay, el campo... La Feria parece hecha a la medida de una ciudad que vivía del campo, que trabajaba en el campo. Hay una como voluntad rural en la Feria que cifro en la emoción del primer cascabeleo que oyes. Es como si el campo se le entrara a la ciudad por las puertas. Bueno, por la Portada donde se cita la gente y que será encendida en la que de "Noche del Alumbrao" ha pasado a ser directamente "Noche del Pescaíto". Una de las grandes fiestas de la amistad y de la familia que no está señalada en almanaque alguno, pero que cada vez tiene más importancia. ¿Usted ha visto lo bien que se viste la gente para ir a la "cena del pescaíto"? Aquel forastero que se sorprendía de lo bien vestida que iba la gente en Semana Santa se preguntaría ahora: "¿Pero tantas bodas se han celebrado esta tarde en Sevilla y tantas cenas de convite hay, para que la gente vaya tan de tiros largos"?
Pero íbamos por los cascabeles de los cabales. Si me pidieran un símbolo de la Feria, no pondría un farolillo, sino el sonido de la Sevilla campera de los cascabeles del primer enganche que vemos. Seré un sentimental, pero me emociona cada año escuchar el primer cascabeleo de la Feria. Y el domingo, ni te cuento, esa calle Adriano con los coches de la Exhibición de Enganches esperando. Casi cien coches recorrerán la plaza de toros este año. Un capital. Un patrimonio único, mantenido por particulares, sin que al Estado le cueste un euro. Pasa como con las dehesas de toros bravos. ¿Cuánto le ahorran al Estado esos miles de hectáreas mantenidas por particulares de su bolsillo en toda su pureza ecológica? Y el espectáculo de los enganches, igual. Un lujazo. Un museo rodante. No creo que haya nada igual ni en la misma Inglaterra, ni en Francia. Los cascabeles de estos enganches a la calesera son el mejor heraldo de la Feria. ¡Vivan los cascabeles, banda sonora de la alegría campera de la Feria!
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