ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  4 de mayo de 2019
                               
 

Niños de Feria

Esto es lo más grande del mundo. Para que luego digan que Sevilla no es nada del otro jueves. Ea, ya tenemos en marcha la contradictoria Feria de Abril en Mayo, por culpa de la Luna del Parasceve de este año, que se cargó la Feria de Abril en Abril, como Dios manda. Ya tenemos el Real, Real, pitá y el cascabeleo de los enganches a la calesera. Ya tenemos la fiesta en paz. Y para los cronistas, un filón, compañeros, un verdadero filón: la comparación de las dos grandes fiestas de Sevilla. La apolínea Semana Santa y la dionisíaca Feria de Abril, perdón, de Mayo. Cuyo termómetro este año hace bueno al antiguo "Romance del Prisionero", que brindo a Andrés Amorós como agradecimiento a los muchos piropos a Sevilla en sus crónica taurinas: "Que por mayo era, por mayo/cuando hace la calor". Y tanta. Que se lo pregunten, si no, a los que ayer fueron a ver a Roca Rey en el tendido 12 y sin haberse comprado antes un sombrero de fortuna en los puestecillos de la calle Adriano. Lo que más me gusta de la Feria es que sus arrecifes cada vez tiene mayor sombra; los árboles que plantaron cuando el traslado a Los Remedios son ya unos señores hechos y frondosos. Una maravilla.

Pero hay dos cosas en el ánimo colectivo de la Feria muy particulares, aunque casi nadie repara en ellas. En la Feria, al contrario de la Semana Santa, será por el medio vino ambiente o por la alegría que se compra con el taco de vales para la barra y las mesas de la caseta, ¿se han fijado que nadie se acuerda de los que ya no están, de los que faltan este año? Se evocan, sí, lejanos personajes míticos, como Pepe el Escocés o el Marqués de las Cabriolas, pero nadie se acuerda de que el pobre Pepe, que murió en octubre, ya no está en estos días entre la peña de amigos que montan la caseta. Es más: en la Feria no nos acordamos ni de las que vivimos con nuestros padres. Eso de la Semana Santa que escuchamos cada día en cada esquina:

-- ¡Lo que le gustaba a tu madre que en gloria esté ver a su Virgen en este sitio!

Por el contrario, en la Feria, hablando del pobre Pepe que la palmó en octubre, ni sus hijos siquiera recuerdan:

-- ¡Lo que le gustaba a mi padre antes de empezar el copeo tomarse una cervecita "para regar la plaza", como él decía!

Y los niños. En Semana Santa, todos volvemos a ser los niños que fuimos, los que quizá aún llevamos dentro. Recordamos esa cofradía la vez primera que la vimos de la mano de nuestros padres. En la Feria, nadie se acuerda de cuando era niño. Y eso que hay una Feria de los Niños importantísima. Casi tanto como la de los mayores: la Feria de la Calle del Infierno, de los circos, de los puestos del rosa y dulce algodón, la Feria de la niña casi de pecho vestida de flamenca en su cochecito. Todos hemos vivido de niños esta Feria intensamente: la de la noria, el látigo, los coches locos. Pero nos hemos olvidado de ella. En casa, muy pocos tenemos una foto de niños en Semana Santa, vestidos de nazarenos o de estreno del Domingo de Ramos. En cambio, todos tenemos no una, sino varias fotos de cuando niños en la Feria, en las atracciones de la Calle del Infierno, con las hermanas vestidas de flamenca, montados en un coche de caballos de alquiler, en un pesetero, en "Villa Ratita", o dentro de la caseta, con la botella de Mirinda delante. Qué antigüedad, la Mirinda. Y qué antigüedad, estas fotos nuestras de niños de Feria, en las que al verlas nos sentimos tan ridículos, con los pantaloncitos tan cortos o con el traje de flamenca tan pasado de moda.

Hay en la Feria una Caseta de los Niños Perdidos, a la que Manuel Mantero dedicó un poema antológico. Lo que no se dice es que el resto son las casetas de los Mayores Hallados que no se acuerdan de su niñez en el Real. Hallados sin el menor recuerdo de su infancia en la Feria, a pesar de esas fotos de "Villa Ratita" que todos tenemos. Y que no queremos ver, de lo ridículos que nos encontramos, claro...

POEMA "CASETA DE LOS NIÑOS PERDIDOS" DE MANUEL MANTERO

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