ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  7 de julio de 2019
                               
 

Hasta el Padrenuestro

Rezo el Padrenuestro en latín. Entre otras cosas, porque estoy convencido de que Dios habla latín, lengua de su Iglesia, sin necesidad de que le hagan traducción simultánea de las lenguas vernáculas. Dios es tan perfecto como el latín. Y decidí rezar el Padrenuestro en latín por la cantidad de versiones, una tras otra, que se fueron imponiendo en la Iglesia española. Que anda bien despachada siempre de cursilerías. Y teniendo un tesoro musical propio, está siempre encandilada con la moda de los cantos protestantoides modelo "¡Qué alegría cuando me dijeron!", una de las mayores cursilerías que escucharse pueden en un templo católico.

Aprendí el Padrenuestro con las Hermanas de la Doctrina Cristiana, en su colegio del barrio de Santa Cruz. Era la misma versión del Catecismo del padre Ripalda, que nos teníamos que aprender de coro, de carretilla. Una versión arcaizante, hermosísima, llena de giros de la lengua que ya no se usaban: "santificado sea el tu niombre", "así en la tierra como en el cielo", "dánosle hoy". Una maravilla de arcaísmos que nos llevaban a la lengua española del Barroco. Pero vino, ay, el Concilio Vaticano II, sobre el que decía mi recordado Santiago Amón que Juan XXIII tenía que haberle pedido permiso a la Unesco para terminar con un bien intangible de tanto interés cultural, monumento inmaterial, cual el uso litúrgico del latín. Supongo que a Dios, a pesar de su perfección infinita, le cuesta más trabajo enterarse de lo que le pedimos en las horribles lenguas vernáculas que sustituyeron al latín tras el Concilio Vaticano II. Y ni te cuento si esa lengua es una de las cooficlales en el Reino de España, cual el catalán del abad de Montserrat.

La cuestión es que el de la misa ya no era el Padrenuestro que aprendí de niño. De momento, lo habían pasado del Derecho Mercantil al Derecho Penal: el "perdónanos nuestras deudas" era ahora "perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden" (dan ganas de llamar a "mis abogados", como dicen los de "Sálvame"). En vista de que me habían dejado irreconocible a mi sentimental Padrenuestro de la primera fe de la infancia y de la primera comunión (aunque sin música de Juanito Valderrama), decidí cortar por lo sano y rezar el Padrenuestro en la latín, lengua en la que gracias al mismo Dios que nos lo enseñó, no ha sufrido cambios.

¿Que por qué hablo del "Pater Noster qui es in coelis", si esto es un artículo, no una homilía dominical? Por culpa de Sánchez. Aunque este Gobierno y su presidente están funciones, se atreven con todo, como si fueran de plantilla y no estampillados. Suben los impuestos, nos entrampan, aumentan el numero de funcionarios, retiran ignominiosamente unidades de nuestra gloriosa Armada desde zonas en conflicto... Yo cree que hasta se les ha acabado la tinta de los bolis, de tanto firmar en el BOE. ¡Que las manos van al pan! Y van. ¡Vamos que son van! Este gobierno en funciones no ha dejado de mangonear ni sobre el Padrenuestro: sobre el "danos hoy nuestro pan de cada día". Se han atrevido a decir cómo tiene que ser nuestro pan de cada día, y no vean qué lío nos han formado a los que nos gusta el mañanero mollete con aceite de oliva virgen extra. Y con algo tan simple como el pan integral, no vean. Y ni te cuento de la moda Dani García del pan de pasas, del pan de semillas de pipas de girasol, de sus mil variedades. Cada vez comeremos menos pan para no engordar, pero, hijo, cada día hay más variedades. Todo eso lo ha regulado el Gobierno en funciones sin que nadie se lo pida. Así que, ¿saben lo que les digo? Si en funciones se atreven hasta con el Padrenuestro, ¿para qué puñetas vamos a liarla más todavía con la investidura? Que sigan haciendo lo que les dé la gana sin investidura. Total, es lo que hacen y van a seguir haciendo.

 

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