ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  11 de julio de 2019
                               
 

Los chorritos

La Expo nos dejó grandes legados. A saber: el Ave; la cultura del pelotazo; los inicios de la presencia turística de Sevilla en el mundo; el arte de formar colas, que antes todo era al rebujón y en todo caso pidiendo "la vez". ¡Qué sevillano esto de pedir "la vez"! Que, cosa rara, el Diccionario de la RAE recoge en su quinta acepción con toda precisión y sin el menor desprecio hacia lo andaluz: "Lugar que a alguien le corresponde cuando varias personas han de actuar por turno. ¿Quién da la vez?". Antes de la Expo no hubo en Sevilla más cola que aquella de los años del petróleo como carburante de las cocinas. O que las túnicas de las cofradías serias. Que no se llaman "de cola" porque la haya para poder salir, estimado amigo. Para colas, las que hay en muchas cofradías de capa, sobre todo de la Madrugada y especialmente para formar parte de sus cuadrillas de costaleros. Esas sí que son colas y no las que aprendimos a formar en los pabellones de La Cartuja en 1992. Y nos dejó también la Expo algo que no se ha valorado suficientemente: el uso del agua pulverizada desde la altura de sus pérgolas para la creación de un microclima que disminuyera aquellas calores. Ya casi toda Sevilla parece una pérgola antigua de la Expo, con los pulverizadores de agua dispuestos en los toldos de las terrazas de veladores. Vas tan tranquillo, y, ¡zas!, aquello empieza a echar agua, que te deja las gafas perdidas y, si eres una señora, te estropea los euros que te acabas de gastar en la peluquería de la que vienes.

Este sistema de microclima post-Expo tiene muchos nombres técnicos, como el ya mentado de pulverizadores u otro muy latino (de Híspalis): "nebulizador". Convierte el rico producto de Emasesa en una nube de agua fresquita que, dicen lo expertos, hace que la temperatura descienda por lo menos tres grados. Pero los pulverizadores o nebulizadores incorporados a los toldos de las terrazas de los siete mil millones de veladores tienen un nombre popular: los chorritos. En Sevilla pasamos del invierno de las terrazas con veladores calentados con estufas de butano, candelas vivas, a un verano de chorritos de nebulizadores, para que la gente pueda seguir fumando fuera. Y para darle el susto a todo el que pasa. Porque si bien en invierno ves desde lejos dónde está el fuego, por aquello de que por el humo se sabe dónde anda, en verano vas tan campante por debajo de un toldo, sorteando veladores, sillas, patinetes, bicicletas, "segways", turistas de mochila y niñatos en camisetas de tirantas y de golpe, ¡zas!, los jodidos chorritos empiezan a largar fiesta y, como estén un poco fuertes, te ponen pingando si te descuidas.

Como pueden sospechar, soy objetor de chorritos en las terrazas. Demasiado tenemos con padecerlas como para que encima te larguen el zurriagazo de agua cuando menos te lo esperas. Lo cual, además, dicen que no es nada sano. Una amiga, se para, y hasta que no ha cesado el agua pulverizada, no prosigue su camino. Y ni a un médico ni a dos, sino al menos a media docena, y alguno incluso numerario de la Real de Medicina, la Academia más antigua de Europa, les he escuchado pronunciares con mucho fundamento contra los chorritos de los espolvoreadores de agua del pretendido microclima de las terrazas. Me aseguran que, si no se controlan cada cierto tiempo y se analizan, los pulverizadores de agua de las terrazas pueden ser una fuente de legionela. Que conste que no lo digo yo, ¿eh?, que lo aseguran estos doctores que tiene la iglesia de la Medicina. ¿Controla el Ayuntamiento los chorritos dichosos, a ver si dan legionela o no la dan, o se limita a cobrar una tasa por ellos, tal como hace con los veladores? Dejo las preguntas en el aire. Y sí, estoy con usted en su idea: no estaría mal salir ahora en verano con paraguas. No para el sol, como las turistas japonesas, sino para librarnos de los zurriagazos de agua de los dichosos chorritos en de los toldos de las terrazas de veladores y su puñetero microclima en plan Expo del 92.

 

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